Cuarenta años sin Groucho Marx, el genio de la comedia

NUEVA YORK. El mundo del cine y la comedia cumplen 40 años llorando la muerte de Groucho Marx, que con su humor agudo y su afán por denunciar la hipocresía de la sociedad se convirtió en una de las figuras más prominentes del siglo XX.

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El 19 de agosto de 1977, a los 86 años, Groucho fallecía en una clínica de Los Ángeles a causa de una neumonía, pero dejó tras de sí un sinfín de actuaciones y frases satíricas que le convirtieron en una leyenda del mundo del espectáculo.

Una de sus citas más conocidas, precisamente, fue la que él mismo afirmó que quería que inscribieran en su lápida, “perdonen que no me levante”, que sugirió durante una de sus últimas entrevistas, aunque este deseo nunca se cumplió.

Pese a su fallecimiento hace cuatro décadas, la figura de Groucho ha seguido estando muy presente en la cultura popular, y sus características gafas, nariz, puro y bigote se han convertido en un icono de la comedia.

En los últimos días, miles de personas han rendido homenaje al actor en la red social Twitter, donde se repiten una y otra vez decenas de sus frases más conocidas, como “Disculpen si les llamo caballeros, pero no les conozco muy bien” o “¿A quién va a creer usted? ¿A mí o a sus propios ojos?”.

Nacido el 2 de octubre de 1890 en Manhattan, Julius Marx fue el cuarto de los seis hijos de Sam Marx y Minnie Schonberg, inmigrantes judíos, y el más joven del trío cómico “Los Hermanos Marx”, que formó con Leonard, que adoptó el nombre de “Chico”, y Arthur, que se hacía llamar “Harpo”.

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Aunque las ambiciones de Minnie Schonberg le llevaron a los escenarios desde la adolescencia joven, no fue hasta la formación de “Los Hermanos Marx” cuando Groucho se hizo conocido, inicialmente en los teatros de Broadway, donde se convirtieron en grandes estrellas de la comedia.

Para cuando rodaron la primera de las 13 películas de “Los Hermanos Marx”, Cocoanuts, en 1929, el trío ya era de sobra conocido.

En sus 86 años de vida, Groucho no solo participó en 26 películas, sino que también cultivó su gusto por la literatura y escribió media decena de libros y creó amistades con poetas de la talla de T.S Elliot o Carl Sandburg.

Notable también fue su simpatía por el cineasta Woody Allen, de quien llegó a decir que era “el mejor”.

“Dicen que Allen tomó cosas de 'Los Hermanos Marx'. No tomó nada. Quizá hace 20 años se inspiró, pero hoy es original. El mejor, el más gracioso”, dijo en una entrevista con el crítico de cine Roger Ebert.

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La posición que alcanzó y su carácter indomable le llevaron a permitirse rechazar trabajos con grandes iconos del cine como Federico Fellini, considerado uno de los mejores directores de la historia.

Muy conocida también fue su reacción a la invitación a formar parte del exclusivo club de cómicos Friars Club of Beverly Hills, a quien contestó con un tajante “no quiero pertenecer a ningún club que acepte a gente como yo como miembro”.

Otro atrevimiento que reflejó perfectamente su carácter irreverente fue el de bailar sobre el búnker en el que Adolf Hitler se suicidó, en el verano de 1958, cuando Groucho viajó a Alemania para visitar el país natal de su madre, de familia judía.

El cómico insistió en visitar el lugar del fallecimiento del dictador nazi, trepó los seis metros de altura de escombros en los que se había transformado el refugio y procedió a marcarse un jovial charlestón como gesto de desafío, tras lo que abandonó el país germano un día después.

Pese a sus logros, Groucho Marx, que además se casó y divorció tres veces, siempre conservó un humor ácido que le hizo ver la vida con un realismo extremo.

“¿Éxito? El secreto del éxito se encuentra en la sinceridad y la honestidad. Si eres capaz de simular eso, lo tienes hecho”, reflexionó en una de sus frases más célebres.

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