Claudia Cardinale, una “antidiva” sin nostalgia

La legendaria actriz italiana Claudia Cardinale, ícono del cine, festeja este domingo en Nápoles sobre las tablas y sin nostalgia sus 80 años, un cumpleaños especial para una artista que se niega a ser diva.

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NÁPOLES (AFP). “No sufro de nostalgia por el tiempo que pasa. El secreto ha sido siempre mantener el sentido del humor”, confiesa la célebre actriz en una entrevista a la AFP.

La “novia de Italia”, que ha trabajado con maestros de la talla de Luchino Visconti, Federico Fellini, Mario Monicelli o Sergio Leone, se presenta como una mujer normal, sin los caprichos y extravagancias de las divas.

“No, no soy una diva, por favor”, dice con tono afable y seductor, contando anécdotas desde el palco del céntrico Teatro Augusteo de Nápoles, donde presenta desde hace varias semanas la obra “La extraña pareja”, una versión feminista de la comedia de Neil Simon.

“Un homenaje a Pasquale Squitieri, porque fue él quien preparó la adaptación”, recalca al referirse al gran amor de su vida, el director de cine italiano con el que vivió casi 30 años, fallecido hace un año y padre de su hija.

Hoy domingo, ante un nutrido grupo de invitados especiales, la hija le ha organizado un homenaje sorpresa en el Teatro San Carlos con ocasión del estreno de la ópera “Lady Macbeth” de Shostakóvich.

Una fiesta especial para una mujer que no pierde el entusiasmo y el deseo de seguir trabajando con jóvenes directores, que nunca ha aceptado la publicidad y que lleva décadas como embajadora de Unesco defendiendo los derechos de las mujeres y de los homosexuales y luchando contra la pena de muerte.

Nacida en Túnez de un matrimonio de inmigrantes sicilianos, su verdadero nombre es Claude Josephine Rose Cardin y pese a la edad y las arrugas conserva esa belleza mediterránea, los ojos negros penetrantes y los labios carnosos.

“Detesto la cirugía plástica, es algo ridículo. Hay que aceptar que el tiempo ha pasado. No me preocupa la belleza”, explicó. Fue justamente su belleza la que le abrió las puertas al séptimo arte en 1958 con “Los desconocidos de siempre” (“I soliti ignoti”), dirigida por Mario Monicelli e interpretada por Vittorio Gassman.

Entre las anécdotas de su vida excepcional, muchos cinéfilos recuerdan la épica pelea entre Visconti y Fellini, quienes la querían como protagonista exactamente en las mismas fechas.

“Rodé al final con los dos al mismo tiempo. Entonces tenía los cabellos largos hasta la cintura. Luchino me quería mora y silenciosa para el papel de Angelica, en 'El gatopardo'; Federico, rubia y etérea, para 'Ocho y medio'. ¡Cambiaba el color de los cabellos cada dos semanas! Con Visconti era como hacer teatro. Con Fellini era todo improvisación”, recuerda.

Madre muy joven tras una violación, un drama que reveló años después y que pidió a la AFP no abordar, es muy severa con las actrices del movimiento #MeToo, que denuncian el acoso sexual.

“Han hecho las denuncias demasiado tarde, todo ocurrió hace mucho tiempo. Si entras en una habitación con un tipo, tú también eres responsable. Yo nunca caí en esas situaciones. Jamás”, dice.

La “antidiva”, como suele definirse, que vive desde hace años en París, para evitar los “paparazzi”, ha rodado 175 filmes en 60 años de carrera, muchos de ellos dirigidos por verdaderos genios del cine, que han marcado la historia del séptimo arte y que fueron coprotagonizados por grandes actores: Marcello Mastroianni, Alain Delon, Jean Paul Belmondo, Burt Lancaster, John Wayne.

“Querían que me quedara en Hollywood. Pero yo me sentía europea y por eso regresé a Europa”, confesó. Ecléctica, divertida, reconoció que el elogio más lindo que ha recibido fue de David Diven, el protagonista del célebre filme “La pantera rosa”.

“Claudia, después de los espaguetis, tú eres la mejor invención de los italianos”, cuenta mientras suelta la carcajada.

La actriz que ha interpretado todo tipo de personajes, que se ha transformado en princesa y prostituta, en pistolera rival de Brigitte Bardot y cuya voz ronca no encajaba con su imagen de sex symbol, reconoció que la aventura más bella de su vida fue rodar “Fitzcarraldo” de Werner Herzog.

“En plena Amazonia. No teníamos nada para comer. Había muchos insectos, pero no me importaba. Yo tenía que quedarme siempre en el set dado que los indígenas me consideraban una diosa porque estaba siempre vestida de blanco. De lo contrario se negaban a actuar”, rememora sobre una de las películas más impactantes acerca de los caucheros de las selvas de América Latina.

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