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Este viernes se estrena en cines de Paraguay "Los Juegos del Hambre: En Llamas", segunda parte de la saga cinematográfica basada en la trilogía literaria de la autora estadounidense Suzanne Collins, en la que los Estados Unidos se han convertido en la nación de Panem, un país dominado por una Capital que cada año, con el fin de mantener subyugados a sus 12 distritos, organiza un evento en el que dos jóvenes de cada distrito son seleccionados para ir a pelear hasta la muerte, hasta que solo quede uno con vida.
Mientras esperamos por el filme protagonizado por Jennifer Lawrence, nos pareció adecuado echar un vistazo a algunos otros filmes que tenían como premisa central un torneo de cierto tipo, en el que los concursantes podían ganar gloria o libertad, o perder la vida.
Más allá de sus méritos artísticos -o falta de tales-, estos filmes fueron elegidos por poner un giro memorable y único -y en uno de los casos extremadamente influyente- en sus historias sobre humanos luchando por sus vidas contra otros humanos. Si toma esta lista como una recomendación y ve alguna de estas películas que no haya visto aún, no garantizo que vaya a gustarle, simplemente que habrá en ella por lo menos una escena que no podrá olvidar fácilmente.
Para muchos, este no es solo un filme de artes marciales de los '80 protagonizado por Jean-Claude Van Damme, sino que es el filme de artes marciales de los '80 protagonizado por Jean-Claude Van Damme. Se trató de uno de los primeros roles protagónicos importantes del habilidoso belga, y a pesar de que la película y el actor fueron vapuleados por la crítica, se convirtió en éxito de culto.
Van Damme interpreta a Frank Dux, un excapitán del Ejército estadounidense, entrenado en el arte marcial de ninjutsu, quien decide honrar a su maestro participando en el Kumite, un torneo de artes marciales clandestino y posiblemente mortal al que invitan a los mejores peleadores del mundo cada cinco años.
Seguro, el filme podrá estar plagado de actuaciones poco creíbles y personajes totalmente unidimensionales; los “buenos” son honorables y correctos, mientras que el “malo” principal es un peleador que asesina sin piedad a sus rivales y hace trampa. Pero las peleas, en especial la última, están inteligentemente armadas, y aunque no tengan la fluidez de los mejores filmes del género de las artes marciales, están editadas de forma que cada golpe parece ser importante, algo que a muchos filmes de acción actuales harían bien en imitar. Además, está ese más abstracto pero indudable encanto ochentoso.
Para el año 1995, la saga de ultraviolentos videojuegos de lucha “Mortal Kombat” ya llevaba unos tres años consumiendo las monedas de niños en arcades de todo el mundo y escandalizando a padres y políticos. Y el fracaso de intentos previos de adaptar juegos como “Super Mario Bros.” y “Street Fighter” al cine no iba a disuadir a Hollywood.
En 1995 se lanzó “Mortal Kombat”, que para bien y para mal muchos pueden considerar -no sin un grado de razón- una de las adaptaciones de juego a cine más fieles jamás hechas. El argumento -peleadores de todo el mundo convocados a luchar en un torneo para salvar a la Tierra de las fuerzas del mal que buscan conquistarla- no pasa de una excusa para curiosas escenas de peleas entre ninjas, una estrella de cine, un guerrero shaolin y un monstruo de cuatro brazos, entre otras rarezas.
En ese aspecto, el filme entrega peleas mayormente filmadas con calidad por el director Paul W. S. Anderson, quien además respetó en sorprendente medida el estilo visual de los juegos. Entre los varios momentos memorables -y memorablemente tontos- del filme destaca la pelea entre Johnny Cage y Scorpion, donde el director inclusive logra un “fatality” -maniobra del juego en el que el peleador triunfador acaba de forma extremadamente violenta a su rival- bastante brutal que al mismo tiempo no rompe la calificación PG-13 (apta para mayores de 13 años) de la película.
Si hay una película que puede considerase la influencia más clara y directa para “Los Juegos del Hambre”, se trata del recordado filme japonés del 2000 “Battle Royale”, basada en la novela del mismo nombre del autor Koushun Takami.
Las similitudes son evidentes: en la película, el Gobierno japonés tomó una medida drástica para mantener controlada a la población estudiantil, eligiendo cada año a los alumnos de una clase y enviándolos a una isla, dándoles tres días para matarse entre ellos hasta que solo quede uno con vida.
La película, controversial por la brutalidad de sus escenas, y el hecho de que son protagonizadas por personajes menores de edad, fue sin embargo uno de los más grandes éxitos de taquilla de Japón en su año, y se convirtió en un filme de culto en el resto del mundo, influyendo en trabajos de realizadores como Quentin Tarantino y Edgar Wright. Suzanne Collins, la autora de “Los Juegos del Hambre”, aseguró que no conoció la película o el libro en el que se basó hasta después de terminar de escribir la primera novela de su trilogía.
Personalmente hablando, considero que “Harry Potter y el Cáliz de Fuego”, en la que Mike Newell tuvo la mala fortuna de tener que seguir a la soberbia “El Prisionero de Azkaban” de Alfonso Cuarón, es el eslabón más débil de la por lo general excelente saga basada en las novelas de J.K. Rowling.
Sin embargo, a pesar de los problemas de un filme que jamás se toma un respiro y avanza demasiado rápido con demasiados acontecimientos y personajes que merecían más tiempo y desarrollo, la película brilla en espectáculo a la hora de presentar el Torneo de los Tres Magos, una serie de prueblas mágicas en las que Harry Potter es introducido en sospechosas circunstancias.
La variedad de las pruebas -desde una persecución con un dragón hasta un claustrofóbico momento submarino y una bizarra carrera a través de un laberinto mágico- y la calidad técnica de esos momentos centrales del filme acaban haciendo que el cuarto regreso al mundo de Potter haya valido la pena.
Una película como “Gamer”, un esquizofrénico filme de acción y ciencia ficción protagonizado por Gerard Butler y Michael C. Hall, requiere de una mente muy abierta. Fue escrita y dirigida por Mark Neveldine y Brian Taylor, creadores de la saga “Crank”, y aunque nunca llega a los niveles de demencia de aquellas películas protagonizadas por Jason Statham, el ADN de “Gamer” es claro y notorio.
El filme transcurre en un futuro en el que un videojuego pone a los jugadores a controlar a auténticos seres humanos -concretamente prisioneros condenados a muerte- en violentos duelos armados a muerte al más puro estilo de sagas actuales como “Call of Duty”.
Suena como el argumento de algo mediocre y poco inspirado, y en muchos momentos es precisamente eso, pero entonces esas locuras características del dúo Neveldine/Taylor brotan y convierten a “Gamer” en algo más parecido a un placer culpable, incluyendo cosas como encender un automóvil con orina y vómito, y un clímax que incluye no solo brutales peleas cuerpo a cuerpo, sino también una rutina de baile al son de cierto clásico de Cole Porter. Probablemente si ve usted “Gamer” no la va a querer volver a ver, puede incluso que lo enoje, pero difícilmente lo va a aburrir.