Sin embargo, afirma que estos premios no le garantizan el futuro.
Educado, atento y de mirada pizpireta, Waltz (Viena, 4 de octubre de 1956) está disfrutando en su madurez del éxito profesional después de un largo camino por el cine, la televisión y el teatro “por distintos países, mentalidades e idiomas”.
De joven “me movía constantemente y quería conquistar esto y lo otro (...) porque cuando quieres conseguir algo tienes que moverte”, cuenta el actor en una entrevista con la AFP en un hotel de Beverly Hills, en Los Ángeles.
Su amor por la interpretación corre irremediablemente por sus venas. Su madre, Elisabeth Urbancinc, era diseñadora de vestuario y su padre, Johannes Waltz, era decorador de escenarios de teatro. Él quiso seguir los pasos de sus abuelos y estudió arte dramático en Viena y Nueva York, con el sueño de algún día trabajar con los mejores.
Sus inicios están llenos de títulos en alemán, como Der Tanz mit dem Teufel (El baile con el diablo) , Kopfstand (literalmente parado de cabeza) y Feuer und Schwert, sobre la leyenda de Tristán e Isolda. Pero consciente de que el mercado alemán era limitado -a pesar de ser el más grande de Europa-, Waltz decidió abrirse camino en Londres y París, donde vivió varios años.
“Al final descubrí que todo eso era turismo de alto nivel”, apunta. “Descubrí que el lugar en el que uno debe vivir realmente es donde puede hacer lo que le gusta, con la gente que le gusta. Y éste es el lugar”, señala sobre Hollywood.
Su mejor padrino hasta ahora en la meca del cine ha sido el genial Quentin Tarantino, un director de “métodos de navegación no ortodoxos” que le ha “regalado” sus dos personajes más memorables: el coronel Hans Landa de Bastardos sin gloria (2009) y el doctor King Schultz en Django desencadenado (2012).
Por ambas actuaciones se llevó el Óscar y el Globo de Oro a Mejor actor de reparto, unos premios que le han colocado en el centro de la industria cinematográfica estadounidense. Pero “esto es una lucha”, avisa. “La vida no es más fácil ahora con dos Óscar”, reflexiona.
Ser premiado “es un honor, es halagador”, reconoce, pero después “hay que seguir luchando para lograr buenos papeles, para hacer lo que a uno le gusta y hacerlo bien. Si no dejas los premios en algún lugar, si los llevas contigo a todas partes, al final acabarás teniendo un problema”, asegura.
Tras Bastardos sin gloria llegaron Agua para elefantes (2011), Los tres mosqueteros (2011), Un dios salvaje (2011), Django desencadenado, El reino secreto (2013) y Muppets 2 (2014), entre otros films. Pronto estrenará Big Eyes, de Tim Burton.
Pero ahora está inmerso en la promoción de la comedia Quiero Matar a mi Jefe 2, que se estrena el 26 de noviembre en Estados Unidos y un día después en Latinoamérica.
Waltz interpreta en esta secuela a Bert Hanson, un exitoso empresario que termina estafando al alocado trío formado por Kurt (Jason Sudeikis), Nick (Jason Bateman) y Dale (Charlie Day). Jennifer Aniston vuelve a dar vida a la doctora Julia Harris. “La comedia es tan seria como otros géneros”, explica, “siempre y cuando te lo tomes en serio, claro”.
“Pero todo es obra del editor. Yo ya puedo decir una frase neutral, que un buen editor puede convertirla en algo divertido o triste. Es la belleza del cine”, asegura.
Haciendo un paralelismo con su vida, el actor reconoce que a lo largo de los años se ha encontrado con un sinfín de directores “horribles, abusivos, humillantes y brutales”. Los peores fueron aquellos que intentaron atentar contra su “autoestima cuando era joven”. “Ahora sería diferente. Simplemente me giraría y me iría” , afirma.