“El villano perfecto no existe, como no existe la madre perfecta. Los héroes necesitan antagonistas para erosionar esa perfección, porque, si no, no habría historia”, señala el actor en una entrevista con Efe con motivo del estreno de su último trabajo, Battle Angel: La Última Guerrera.
La película, dirigida por Robert Rodríguez, es una ambiciosa y espectacular adaptación de un cómic manga futurista de Yukito Kishiro (Gunnm), con James Cameron como productor y coguionista.
El proyecto ha tardado más de 15 años en llevarse a cabo, ya que era un empeño personal del director de Titanic, pero Avatar y sus secuelas se cruzaron en el camino y le obligaron a posponerlo y finalmente a pasarle la batuta a Rodríguez.
Waltz (Viena, 1956) interpreta a Ido, un doctor que descubre los restos de una androide en un vertedero, la recompone y adopta, como una especie de Gepetto del siglo XXVI.
Alita -así se llama la “cyborg”, una Rosa Salazar con ojos gigantescos gracias a los efectos especiales- se enfrenta a su nueva vida en una Iron City lastrada por un poder corrupto, a la vez que empieza a recordar su pasado como guerrera.
El actor austríaco, amable y sonriente durante toda la entrevista, confiesa que no tiene ni idea de manga, pero que le interesó del proyecto el hecho de que, aunque habla del futuro, resuena en el presente.
“Funciona a muchos niveles; lo que más me interesa son los sociales y políticos, pero hay aspectos biológicos, psicoanalíticos, una historia de amor, la aventura y un enorme espectáculo de efectos visuales”, señala.
El panorama que dibuja Battle Angel es bastante agorero, con una élite invisible que controla y engaña a una población sometida, y humanos conviviendo con “cyborgs”.
Waltz no cree que haya que esperar 500 años para ver cómo la tecnología modifica al ser humano.
“En cinco años lo veremos, si es que el mundo sobrevive cinco años”, sostiene. Y a partir de ahí, se embala.
Preocupado por el auge de la ultraderecha en Europa y EE.UU., Waltz alerta del peligro de perder la memoria histórica.
“Después de la Segunda Guerra Mundial, la gente entendió, con base en la experiencia, que la división y la polarización no ayudan a nadie, a nadie -insiste-, y empezaron a trabajar juntos, a formar alianzas”.
“No entiendo lo que está pasando -prosigue-. No sé qué quiere Steve Bannon en Europa, ni lo que está pasando con Italia, Polonia, Hungría, no lo entiendo. ¿Son estúpidos, malvados, ignorantes o una combinación de las tres?, ¿qué es lo que quieren?, ¿poder? ¿pero para qué?”, se pregunta.
A Waltz el éxito le llegó de forma repentina y tardía, cumplidos los 50 y con una amplia carrera a sus espaldas como actor en Europa, en teatro y televisión.
Ahora está a punto de dar el salto a la dirección. Varias revistas especializadas han publicado que prepara un filme sobre el caso de Albrecht Muth, un veterano de guerra condenado por el asesinato de su esposa, 40 años mayor que él, pero preguntado al respecto, por un momento adquiere ese aire gélido de sus personajes para responder, sin perder la sonrisa: “Pregunta equivocada”.
Luego explica que no puede hablar de ello por motivos contractuales.
“Siempre es difícil sacar adelante un proyecto. Tienes que convencer a la gente con dinero para que crea en tu historia; por eso no puedo hablar de ello”.