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Una nota periodística motivó la curiosidad de la cineasta Sofía Paoli Thorne para llegar a Celsa Ramírez Rodas y finalmente rodar el documental “Guapo’y”. El artículo, que por varios años permaneció guardado en un cajón, hablaba de madres que habían dado a luz cuando estaban recluidas en distintos penales de nuestro país. Hasta que un día, con su hijo Leo, fue a visitarla y comenzó un vínculo que desde hoy se verá plasmado en las salas de cine.
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“Nos encontramos, empezamos a hablar y todo el tiempo fue eso. Hablar de plantas, hablar de nuestros hijos, se fue dando un vínculo y una amistad muy fuerte, como que casi nunca hablábamos de la película”, expresó la directora del documental.
El proceso de “Guapo’y” llevó varios años, debido a los tiempos que conlleva conseguir fondos para financiar la película, algo que también permitió afianzar la relación entre la protagonista y la directora, según destacó la productora Gabriela Cueto.
En “Guapo’y”, Celsa aparece cubriendo parte de su cuerpo con raíces de una planta, prepara distintos brebajes de yuyos, con el objetivo de sanar su cuerpo de las lesiones que le quedaron de sus años de reclusión en la dictadura. También va relatando diferentes situaciones vividas en el penal bajo la sombra de un gran árbol de guapo’y.
“Para mí es un deber moral no callarme lo que ocurrió en esa época”, aseguró Celsa, tras una proyección para la prensa celebrada en Cine de Barrio. La protagonista del documental señaló que no fue un proceso fácil revivir esos recuerdos, pero agradeció la delicadeza con que la cineasta abordó su historia.
“Es un aporte para nuestro país muy importante. La memoria es importante para todos, no solamente para nuestro país porque tuvimos experiencias de otros países que nos parecen lejanos, en África, sin embargo cuentan que también ellos tienen este mismo dolor”, añadió.
Mensajes escondidos con música y arte
En el proceso de investigación, Sofía Paoli Thorne llegó hasta Fernando Robles, quien conserva unos casetes que fueron grabados en forma clandestina dentro del penal de Emboscada, en el periodo en que Celsa estuvo allí junto a otros presos políticos.
“Lo que me llamaba mucho la atención es que dentro de los casetes había esa necesidad de contar lo que estaban viviendo a través de la música y el arte. Siempre eran mensajes, mensajes a la familia porque la intención era llevar a través de los casetes la señal de que ellos estaban bien”, detalló la cineasta.
“Era música, poesía, algunas improvisaciones con la guitarra y lo más notorio era que grababan y cortaban cuidando muchísimo no agotar los casetes. Los minutos, los segundos eran muy valiosos. Encontré un casete muy lindo que es una peña por la liberación de un compañero y ahí se escucha el ambiente de niños, las conversaciones entre la gente”, sostuvo además la cineasta, que indagó entre aproximadamente 12 horas de grabación.
En la película, también podemos ver a Celsa con su arpa y en los créditos ofrece un regalo musical de la mano de la guarania “India”, de José Asunción Flores. Para la protagonista aún resulta extraño verse en la gran pantalla, pero afirmó que luego de varias veces de verla asumió: “Soy yo y no otra”.
Invitación al diálogo
La productora Gabriela Cueto afirmó que llegar a Paraguay era el gran desafío que se trazaron para esta película, que tuvo su estreno mundial el año pasado en el Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam (IDFA), donde obtuvo una mención especial del jurado.
También remarcó que es “imposible no empatizar con Celsa”. “Tenemos un poco el deseo, la esperanza, las ganas, de que sea un lugar donde la gente pueda mirar y pueda pensar alguna otra cosa que no había pensado, animarse quizás de que sea un tema de charla, de reflexión”, agregó.
En este sentido, también subrayó la importancia de que una película que aborda esta temática llegue al circuito comercial de cines y salga de un circuito pequeño en el que se suelen mostrar las películas sobre las dictaduras. “Esperamos que sea un lugar donde se habilite el diálogo”, concluyó.