Friedkin se despide desde Venecia con un póstumo ensayo sobre la justicia

Hace solo un mes el mundo del cine perdía a uno de sus creadores más emblemáticos, William Friedkin, padre de “El Exorcista”, pero su genio ha protagonizado este Festival de Venecia con el estreno póstumo de su última película, “The Caine Mutiny Court-Martial”, un ensayo sobre la justicia en un barco militar acogido con expectación y respeto en el certamen italiano.

The Caine Mutiny Court-Martial película Jason Clarke
Jason Clarke en "The Caine Mutiny Court-Martial".

“Es una película que he querido hacer realidad desde hace mucho tiempo porque quería recrear una situación muy tensa capaz de desarrollarse a la velocidad de un rayo”, ha dejado escrito en las notas de dirección de su última obra.

The Caine Mutiny Court-Martial es una adaptación de la novela de 1951 con la que el estadounidense Herman Wouk ganó el Pulitzer, la misma historia que llevó a la gran pantalla Edward Dmytryk con Humphrey Bogart como protagonista en El motín del Caine (1954).

La propuesta de Friedkin se centra en el proceso castrense que sucedió tras un amotinamiento en el buque dragaminas Caine de la Marina de los Estados Unidos en el Golfo Pérsico.

El conflicto estalla cuando el capitán de la nave muestra síntomas de inestabilidad mental y el primer oficial decide retirarle del mando alegando riesgos para la seguridad de la embarcación, en medio de un violento temporal en alta mar.

En el proceso, el abogado Greenwald (Jason Clarke) asume con ciertas reticencias la defensa del teniente Maryk (Jake Lacy), que tomó el control de la nave tras el motín desplazando al comandante Queeg (Kiefer Sutherland), pero a medida que avanzan las audiencias y los interrogatorios su interés por el caso empieza a cambiar.

El letrado se siente irresistiblemente atraído por buscar la verdad planteándose si lo ocurrido a bordo del Caine fue un verdadero motín, una traición, o fue una acción heroica de un grupo de marineros que habían perdido toda confianza en su inestable capitán.

La obra deriva así en un ensayo de 80 minutos sobre la justicia, aderezado con gran precisión y un guión en el que no falta la ironía: "He querido dejar envuelta en la máxima ambigüedad la cuestión de lo justo o equivocado", en palabras del propio Friedkin.

El cineasta William Friedkin.
El cineasta William Friedkin.

La historia había rondado en la cabeza del cineasta durante mucho tiempo: “Me decía ‘lo haré como hice 12 Angry Men (1997). Tenía una idea muy clara de lo que pretendía”, rememoró hoy en la rueda de prensa de Venecia su productora, Annabelle Dunne.

“Cuando leía un guión o un material y se imaginaba la película, se encaminaba hacia adelante determinado”, apuntó la productora, nieta de otro viejo mecenas de Friedkin, Dominick Dunne, con quien hizo The Boys in the Band (1970).

La idea de Friedkin se ciñe a una estrecha sala de un tribunal, limpia y aséptica como un quirófano, y la trama se desarrolla rápida y milimétricamente con un capitán Queed que prende como "una mecha larga y lenta" hasta el desenlace.

Así, el rodaje solo duró tres semanas. "Billy recreó el escenario muy atentamente y los actores sabían que debían empezar ya muy preparados porque siempre decía que él rodaba una sola toma. Si tenía que hacer más de dos, había problemas", explicó la productora.

Pero para ello contaba con el actor británico Kiefer Sutherland, conocido por su papel de agente federal en la serie 24, y recitó veinte minutos de diálogo a la primera. “Desde ese momento rodamos rápidamente”, subrayó.

La Mostra no solo ha homenajeado a este autor con la proyección de su obra póstuma, sino que también ha estrenado la restauración del clásico del cine de terror El exorcista (1973).

Friedkin, creador de otras obras maestras como la oscarizada The French Connection (1971), fue un director muy querido en el Festival de Venecia, donde llevó el controvertido noir Jade (1995) y Bug (2006) y compitió con Killer Joe (2011), con Matthew McConaughey.

En 2013 este festival de cine internacional, el más antiguo del planeta, le condecoró con su León de Oro honorífico, un galardón en los estantes de los grandes del Séptimo Arte, que recibió por “haber revolucionado los géneros más populares, como el policial y el de terror” y por haber contribuido a la profunda renovación del cine moderno del Nuevo Hollywood.

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