Tacho llegó al filme desde una asociación de vecinos en lucha contra una compañía minera que está destrozando sus tierras, explicó este martes el director en una rueda de prensa tras la proyección de la cinta en el Festival de Málaga (sur), donde compite.
Nada más verle, Kaiser supo que ese septuagenario, su rostro surcado de arrugas, ennegrecido de vivir al aire libre entre sus ovejas y las plantaciones de maíz que apenas le dan para vivir, era "su" Tacho.
Una prueba simple, al improvisar sobre la hija muerta del personaje, sobrecogió al equipo por su intensidad y sus lágrimas; Eustacio y su mujer también habían perdido una hija.
Analfabeto, el proceso para recordar el papel pasaba por la intermediación de su esposa.
La película, dijo el joven director mexicano, admirador de Pedro Almodóvar, habla "de la energía masculina y de cómo se debe usar (..), y de las terribles consecuencias de hacerlo de forma incorrecta".
Aborda la violencia contra las mujeres, un tema tan complicado, reconoce el director (en México se notifican diez crímenes machistas al día), pero "desde una perspectiva que intentamos cuidar para que no fuese política, coyuntural o provocadora, sino más bien una experiencia más sensorial o emotiva.
"Más desde el sentimiento y menos desde la cabeza", añade.
La película tiene un componente profundamente social porque, como apuntó la productora Alba Sotorra, es imposible que no lo tenga una cinta mexicana.
"Zapatos rojos" empieza con un "prólogo", dice Kaiser, donde un coche transporta a una mujer joven que lleva en el regazo unos tacones de fiesta de color rojo. Su mirada reposa en la ventanilla, ausente. El siguiente plano sigue a un anciano granjero que recolecta maíz muy despacio y lleva una vida sencilla y apartada.
Un correo le dice que debe ir a la ciudad para hacerse cargo de los restos de su única hija, su esposa también hace poco que le dejó. Ese viaje a la urbe es un choque brutal para el anciano que, por casualidad, se topa con una chiquita, una superviviente con aparente mejor suerte de la que tuvo su hija.
Esta película retrata la vida de estos lugares perdidos en el desierto, como el territorio de El Ejido donde vive Tacho, al que se llega tras dos horas de avión y siete de camino sin asfaltar y donde no hay ni señal de celular.
También están ahí la burocracia, la inhóspita convivencia de la ciudad, el "no ponerse en el lugar del otro", abunda Kaiser, el miedo o la violencia -mucha, aunque apenas se ve, solo se sabe-.
La productora, responsable de cintas como "El otro Tom", ganadora del último festival de cine iberoamericano de Huelva, denuncia que en México no hay cuota de exhibición "por lo que este cine nuestro no tiene hueco frente a 'Transformer 15'".
Aún así, se compromete a "salir con 50 o 60 copias".
Y como no hay cines, "lo llevaremos a los pueblos con Ecocinema, una furgoneta con una pantalla inflable y energía solar para mostrarla en los pueblos donde se rodó, al menos. Son proyecciones maravillosas en la plaza del pueblo con todos los habitantes implicados".