“Apenas el sol”

En su segundo largometraje “Apenas el sol”, la cineasta paraguaya Aramí Ullón nos interpela como sociedad a través de la voz y los ojos de Mateo Sobode Chiqueno, un nativo ayoreo que busca rescatar la memoria de su pueblo, que décadas atrás fue arrebatado de su hogar en el monte chaqueño.

Mateo Sobode Chiqueno protagoniza el relato de forma impecable en "Apenas el sol", recogiendo testimonios y cantos a través de su radio grabadora; que dan cuenta de la problemática del pueblo ayoreo.
Mateo Sobode Chiqueno protagoniza el relato de forma impecable en "Apenas el sol", recogiendo testimonios y cantos a través de su radio grabadora; que dan cuenta de la problemática del pueblo ayoreo.gentileza

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“Yo vivía en el bosque muy contento. Caminaba, caminaba sin cesar. Las mañanas y las tardes eran mías, y por la noche me tiraba a descansar”. No fue casualidad que esta canción de Morris, titulada “El Oso”, llegara a mi cabeza mientras veía “Apenas el sol”, ya que alguna vez todos nos conmovimos con el relato del animal al que el hombre con su jaula llevó a la ciudad.

Pero esta historia tristemente también ocurrió con seres humanos. Específicamente con las comunidades Ayoreo que habitan el Chaco paraguayo. Y Mateo Sobode Chiqueno nos la relata a través de sus propios pensamientos y de los testimonios que va recogiendo en “Apenas el sol”. Nos cuenta cómo, con la llegada de los misioneros a sus territorios, llegaron virus para ellos desconocidos como el sarampión; y también llegó la sed.

Con una notable fotografía de colores cálidos, con imágenes del talcal levantándose con el viento en el paisaje chaqueño, Ullón nos muestra el efecto de la sequía en una comunidad destinada a vivir en un sitio inhóspito, sin agua corriente, y cuya cultura va perdiendo terreno frente a las creencias y el estilo de vida del “hombre blanco”. También nos muestra el terrible efecto de la sequía en la fauna chaqueña, con fuertes imágenes de yacarés, un ñandú, un oso hormiguero, vacas y otros animales que murieron aquejados por la falta de agua.

Las armas de Mateo para hacer frente a la pérdida de identidad de su pueblo son una radio grabadora y cassettes. Con ellos va realizando entrevistas, recogiendo cánticos y prácticas chamánicas que están prácticamente en extinción, por la condena que tenían las mismas por parte de los misioneros católicos, evangélicos y menonitas. Pero, en medio de esto, también nos muestra el amor a través de su conmovedora conversación con Tona.

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La película está íntegramente hablada en lengua ayoreo, por lo que vale destacar el trabajo de traducción realizado por Guebei Boabi Oscar Posoroja. La banda sonora la componen los cánticos que Mateo va recogiendo en sus cassettes, pero el ritmo de la narración logra mantener la atención del espectador en todo momento.

Ya en su ópera prima “El tiempo nublado”, Aramí Ullón nos presentó otro tema poco debatido en nuestra sociedad: los cuidadores y la atención a los adultos mayores, a partir de su propia experiencia. Esta vez, nos vuelve a poner en la gran pantalla otro tema del que poco se habla y que, a través de un relato tremendamente humano y conmovedor, nos invita a replantearnos la forma en la que desde las ciudades vemos a los pueblos originarios que habitan en esta gran casa común que lleva por nombre Paraguay.

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