Mostrar el celular para que el personal de seguridad escanee esos documentos es el gesto más repetido a las puertas del recinto donde esta noche se celebrará la inauguración oficial.
La proyección de la película “Annette”, de Leos Carax, y la entrega a Jodie Foster de una de las dos Palmas de Oro de Honor de la edición -la segunda la recibirá Marco Bellocchio en la clausura el día 17- protagonizan la primera jornada de un certamen que comienza a recuperar el ritmo.
Con la suspensión de la edición de 2020 por la pandemia han sido más de dos años de ausencia de la cita más glamurosa del cine y la Croisette, el famoso paseo marítimo de esta ciudad de la Costa Azul francesa, despierta poco a poco con un paisaje más lleno de veraneantes que de amantes del cine o buscadores de estrellas.
Los acreditados, aún siendo menos numerosos que en 2019 -un 30 por ciento menos según los datos del festival- comienzan a llenar las calles de Cannes, especialmente los alrededores del Palais, rodeado por vallas para delimitar los accesos.
No falta tampoco el habitual enjambre de fotógrafos amateurs, un microcosmos con reglas propias, que marcan sus nombres en la acera y atan sus escaleras a las barreras de protección para asegurarse una vista privilegiada de la llegada de los artistas en cada pase oficial.
Para quienes disponen del certificado covid europeo, el trámite de entrada es más ligero. Con presentar el código QR es suficiente. Pero no es válido el que viene de países terceros, como Estados Unidos, con la consiguiente indignación de quienes se han vacunado allí, que deben hacerse un test.
Las pruebas son gratuitas para todos los acreditados -unos 28.000 en esta edición- pero algo diferentes a las que se suelen hacer en otros países, lo que ha generado bastantes bromas.
Como si de votar en unas elecciones se tratara, se han habilitado una especie de cabinas en las que se entra provisto de un tubito en el que hay que escupir, con paredes sin rastro de insonorización, lo que da lugar a sonidos cuanto menos peculiares.
Seis horas después, el resultado de la prueba llega vía mail. Y 48 horas después, debe repetirse la operación.
Ya con la prueba de estar limpio de covid se accede al Palais. Antes de entrar, enormes paneles detallan las medidas de seguridad que rigen en el interior. En el exterior, ni rastro de mascarillas ni de distancia social, a pesar de las marcas en el suelo que animan a separarse al menos un metro.
El interior pretende ser “una burbuja”, como dijo ayer en un encuentro con los medios el delegado general de Cannes, Thierry Frémaux. Aunque las dos principales salas del festival, el Gran Teatro Lumière y la Debussy, tiene acceso exterior y las normas son las que se aplican en cualquier cine francés, es decir, ninguna.
Pero, para establecer un poco de orden y evitar aglomeraciones peligrosas, el festival ha puesto en marcha un sistema de reserva de entradas por internet a dos días vista. Hoy a las siete de la mañana, hora en la que se podían empezar a reservar los tickets, el sistema estaba desbordado.
Desde el servicio de prensa llaman a la calma y confían en que todo el mundo podrá acceder a los pases que quiera. Y también piden que se cancelen las entradas que no se vayan a utilizar para dar más oportunidades a otras personas. Por si acaso, avisan de que se permitirán solo dos ausencias sin anulación previa.