La más que previsible victoria de Phoenix (ya triunfó en los Globos de Oro, los Bafta y los galardones del Sindicato de Actores SAG) dejará víctimas colaterales de un talento excepcional como Adam Driver (Historia de un matrimonio), Leonardo DiCaprio (Había una vez en Hollywood), Jonathan Pryce (Los dos papas) y Antonio Banderas (Dolor y gloria).
Pero a los nominados les quedará el no pequeño consuelo de haber sido candidatos en un año de feroz competencia por el Óscar a mejor actor: Robert de Niro (El irlandés), Adam Sandler (Diamantes en bruto), Eddie Murphy (Mi nombre es Dolemite), Christian Bale (Contra lo imposible) o Taron Egerton (Rocketman) fueron algunos damnificados por el elevadísimo nivel de actuaciones masculinas.
JOAQUIN PHOENIX, LA SONRISA DEL GANADOR
Una de las cosas que adora la Academia de Hollywood es hacer justicia y premiar, por fin, a un artista que ha sido nominado en numerosas ocasiones. Joaquin Phoenix, uno de los grandes intérpretes de las dos últimas décadas, encaja perfectamente en ese retrato, ya que esta es su cuarta candidatura a la estatuilla.
Dueño de una carrera modélica que incluye otras joyas como Her (2013) o Vicio propio (2014), Phoenix podría seguir los pasos de su amigo Heath Ledger, quien ganó el Óscar de forma póstuma por su papel del Joker en El Caballero de la Noche (2008).
Y, con el permiso de la espléndida vena cómica de Brad Pitt, el discurso de Phoenix promete ser uno de los más destacados de los Óscar después de su intervención ecologista en los Globos de Oro y de sus críticas a la falta de diversidad en el cine en los Bafta.
ANTONIO BANDERAS, UN GLORIOSO RETORNO
Con una delicadeza sobrecogedora, con una finura maravillosa. Así encarnó Antonio Banderas a Salvador Mallo, el alter ego de Pedro Almodóvar, en Dolor y gloria, una película que le ha dado la primera e incontestable nominación al Óscar de su trayectoria.
Como Dolor y gloria con la surcoreana Parásitos, Banderas se ha topado en su carrera a la estatuilla con un titán como Joaquin Phoenix. Pero por el camino el español se ha hinchado a triunfos: Palma de Oro al mejor actor en Cannes; y mejor actor de la Asociación de Críticos de Cine de Los Ángeles (LAFCA), del Círculo de Críticos de Cine de Nueva York (NYFCC) y de la Sociedad Nacional de Críticos de Cine de EE.UU. (NSFC).
Banderas ha desfilado radiante y desprendiendo alegría por cada una de las alfombras rojas que ha pisado, no solo por su exitosísimo reencuentro con Almodóvar sino por los insospechados giros del destino: su cima en el cine ha llegado justo tres años después de que un infarto casi acabara con su vida.
ADAM DRIVER, CHICO PARA TODO
Uno tiene la sensación de que Adam Driver es omnipresente, sea como villano en Star Wars, con el corazón roto en Historia de un matrimonio (2019) o hasta como presentador en Saturday Night Live.
Pero en todas las ocasiones, este exmarine acaba comiéndose la pantalla. La carrera de un actor, especialmente de los más jóvenes, se puede calibrar por los directores para los que ha trabajado, y ahí Driver, de 36 años, tiene pocos rivales: Martin Scorsese (Silencio, 2006), Jim Jarmusch (Paterson, 2016), Spike Lee (El infiltrado del KKKlan, 2018), Steven Soderbergh (La estafa de los Logan, 2017) o Rian Johnson y J.J. Abrams en la última trilogía de Star Wars.
Su desolador a la vez que tierno cara a cara con Scarlett Johansson en Historia de un matrimonio, la cuarta película en la que ha colaborado con el director Noah Baumbach, le ha dado su segunda nominación a los Óscar.
Con la manía de no ver nunca sus películas una vez que están hechas, Driver es un talento incuestionable de Hollywood: que este año no se llevará el Óscar es bastante previsible; que en un futuro no muy lejano acabará ganando una estatuilla, también.
LEONARDO DICAPRIO, CEDIENDO EL PROTAGONISMO
Hace cuatro años, los Óscar tenían nombre y apellido: los de Leonardo DiCaprio, que tras cinco nominaciones (incluida una a mejor película por El lobo de Wall Street, 2013) por fin se alzó como vencedor gracias a El renacido (2015) de Alejandro González Iñárritu.
DiCaprio volverá al Dolby Theatre con su papel en Había una vez en Hollywood de Quentin Tarantino, la primera película que rueda desde que ganó el Óscar y con la que regresará a la gran gala del cine muy consciente de que la gloria esta vez le corresponde a otro.
No obstante, sería injusto menospreciar su labor en Había una vez en Hollywood, donde el público pudo disfrutar de lo lindo de la faceta más traviesa y relajada de un actor dado a la intensidad y el sufrimiento en la pantalla (solo hace falta recordar la extrema El renacido).
Además, a DiCaprio le quedará el muy posible y dulce consuelo de ver sobre el escenario de los Óscar a su colega Brad Pitt, el máximo favorito a anotarse el galardón a mejor actor de reparto.
JONATHAN PRYCE, EL PAPA AMABLE
Uno puede creer o no en Dios, pero resulta difícil no inclinarse ante el despliegue interpretativo de Jonathan Pryce en Los dos papas metiéndose con una grandísima destreza en la piel del papa Francisco.
El veterano actor británico ya había sido objeto de cariñosas bromas en internet cuando su papel del temible místico High Sparrow en Game of Thrones recordó, por su apariencia, a Francisco, por lo que fue un fichaje más que apropiado para dar vida a un amable Jorge Bergoglio en la cinta de Netflix dirigida por el brasileño Fernando Meirelles (Ciudad de Dios, 2002).
Sorprendentemente lúdica, sobre todo teniendo en cuenta lo farragoso que podía haber sido una cinta con complejos dilemas católicos entre papas, Los dos papas brilló con la acertadísima dupla formada por Jonathan Pryce y Anthony Hopkins (como Benedicto XVI) y con un estupendo guion firmado por Anthony McCarten.
Así, los Óscar saludaron a la santísima trinidad de Los dos papas con un triplete de nominaciones: mejor actor para Pryce, mejor actor de reparto para Hopkins y mejor guion adaptado para McCarten.