Viena 1900, nacimiento de la modernidad

Sigmund Freud interpreta sueños y desarrolla el psicoanálisis, mientras Gustav Klimt revoluciona la pintura, en la misma ciudad y al mismo tiempo que un emperador de largas patillas rige sobre un algo llamado aún el Imperio Austro-Húngaro.

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VIENA (EFE). La ciudad es Viena y el momento es 1900, y todo es ebullición y contraste. Es la capital de un Imperio anacrónico, pero donde el liberalismo se abre paso. Aquí surge el sionismo, en el seno de una sociedad antisemita. El clasicismo pictórico convive con la ruptura que anuncia el movimiento Secession. Hay palacios y barrios de chabolas. Conservadurismo estricto y modernidad palpitante.

“Viena 1900. Nacimiento de la modernidad“, es el nombre de un ambicioso proyecto que, con especial atención a la pintura, relata en el Museo Leopold de Viena los cambios sociales, económicos y científicos y analiza las contradicciones del cambio de siglo, en un arco que va desde finales del siglo XIX hasta la II Guerra Mundial.

“Para mí era importante contextualizarlo todo para que esa época tan fructífera pueda presentarse de una forma apropiada, sensata y justa“, explica a Efe Hans-Peter Wipplinger, director del museo.

Viena alrededor de 1900 es una ciudad en ebullición. Tiene dos millones de habitantes (300.0000 más que hoy día) y es la principal de un Imperio de 56 millones de habitantes. Entre 1860 y 1890 se han construido los edificios del Parlamento, la Ópera, la Universidad, la Bolsa, museos, palacios y teatros en la Avenida del Ring, una obra colosal que atrajo a miles de obreros de todas partes del Imperio. Y también a artistas, pensadores, científicos, muchos de ellos judíos, que se conocen y se inspiran e influyen mutuamente.

Entre 1870 y 1918, en Viena viven y trabajan gente como los escritores Stefan Zweig y Karl Kraus; el luego Nobel de Física Erwin Schrödinger; los músicos Alma y Gustav Mahler; Bertha von Suttner, Nobel de la Paz en 1905; el filósofo Ludwig Wittgenstein; el compositor Arnold Schönberg, los arquitectos Wagner y Loos... Wipplinger asegura que algo tan particular de esta urbe como la cultura de los cafés, además de los salones literarios, impulsó la creación de esa fructífera red.

El psicoanálisis, la música atonal, la arquitectura funcional o la nueva novela surgieron en la capital imperial en esa época. Paseando por los 3.500 metros cuadrados de exposición, en los que se expondrán durante cuatro años más de 1.300 objetos, se puede sentir esa pulsión y esos cambios, con el gran referente de la Secession de Klimt y su sentencia de que cada tiempo tiene su arte.

El concepto de “obra de arte total” lo inunda todo y, más allá de la pintura o la escultura, se trasladada a la cerámica, la moda, las joyas, la decoración, los muebles. Sillas que aplican ya el concepto de módulos sustituibles, vajillas, bolsos o vestidos de diseños tan modernos que podrían ser de hoy, cuartos decorados hasta el mínimo detalles son ejemplos de ese concepto de arte absoluto.

Además de disfrutar de la rica colección de obras de Klimt, Schiele o Kokoschka, la exposición sirve también para conocer mejor a artistas como Richard Gerstl o Albin Egger-Lienz, representantes del expresionismo austríaco.

Esencial en esa explosión creativa fue la existencia de una alta burguesía de industriales que financió las nuevas tendencias artísticas, demasiado revolucionarias para la aristocracia de entonces.

Para Wipplinger, la ruptura del cambio de siglo se vivió con más intensidad en Viena que en otras grandes capitales europeas, justo por su condición de capital de un Imperio, donde se daban cita personas de muy diversos países, con muchos idiomas y muchas culturas. En ese sentido, la Viena de 1900 es un resumen, y casi un preludio, de la Europa unida de hoy.

“El pensamiento, la chispa para Europa, estaba muy fuerte en esa Viena de 1900, con esos temas de la migración, del talento, de la creatividad“, compara el director del Museo Leopold.

A lo largo de la muestra se reconoce también como el idealismo, el optimismo por un futuro que se esperaba mejor, choca con la Gran Guerra. Ese cambio se nota en el Schiele más expresionista, o en la terribles pinturas sobre la guerra de Egger-Lienz o de Anton Kolig.

En 1918 mueren, junto al Imperio, Klimt, Schiele, Koloman Moser, y Otto Wagner. Pese a la inestabilidad posterior, económica y política, Viena sigue siendo una ciudad de creadores.

Algunos, como Otto Rudolf Schatz o Rudolf Wackner, parecen anunciar la nueva catástrofe: En 1938 la Alemania nazi se anexiona Austria y cientos de miles de vieneses reciben entusiasmados a Hitler. Comienza la persecución y el asesinato de los judíos.

Muchos de ellos fueron claves en la explosión científica y artística de esos años. Unos 2.500 intelectuales, científicos y artistas fueron asesinados o tuvieron huir. Punto y final del rico movimiento cultural de la Viena de 1900.

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