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SÃO PAULO (AFP). Bajo el nombre de "Afinidades afectivas", la bienal busca priorizar la experiencia de los visitantes. Con siete proyectos colectivos –con curador propio– y otros doce individuales, la muestra reúne 600 obras de más de 100 artistas.
"Por esto creemos que todo el mundo puede encontrar una obra o un proyecto que le signifique algo", afirma Luciana Guimaraes, directora superintendente de la Fundación Bienal.
Creada en 1951, la Bienal de São Paulo, una referencia de la capital económica de América Latina, atrae a casi un millón de visitantes locales y extranjeros. "Para esta edición, mi meta fue explorar una alternativa a la temática centralizada de curaduría, que se ha vuelto el modus operandi incuestionable de las bienales de arte contemporáneas", explica a la AFP el curador general de esta edición, Gabriel Pérez-Barreiro.
"Invertimos la relación entre curador-tema-artista, al colocar a los artistas en el corazón del proyecto, dándoles real autonomía dentro de la estructura de curaduría. El poder se ha distribuido de una forma más horizontal, alejándonos de un espectáculo monolítico hacia una experiencia polifónica", sostiene –Libre tránsito–
Las obras están distribuidas en los tres pisos del pabellón, sin orientación de recorrido, bajo la premisa de que cada espectador deberá construir su propio camino de exploración.
Videos, fotos, pinturas y esculturas, entre otros formatos, componen la muestra. Una argentina asidua de la Bienal, Sol Cernadas, cuenta que al ingresar al pabellón de la Bienal, en el Parque Ibirapuera, tuvo la sensación de que el espacio "fue desaprovechado", pese a que "hay muchísimas obras". En la planta baja, la exposición colectiva "Sentido Común" da la bienvenida. "Somos todos diferentes. Cada uno ve el mundo de una forma distinta", explica el texto introductorio del español Antonio Ballester Moreno, curador de esa propuesta en la que participan una decena de artistas.Destacan decenas de hongos de arcilla, de diferentes tamaños y colores, rodeados por pinturas.
"Vivan los campos libres", del mismo Ballester Moreno, muestra "como la combinación de unos elementos produce otros, así como la lluvia, el sol y la tierra crean hongos", explica el texto descriptivo.
En el segundo piso, "A nuestros padres", curada por el uruguayo Alejandro Cesarco, integra escenas como fotos de una mujer mirando por la ventanilla de un tren, pinturas -flores- y dibujos, como el de una mesa puesta. El conjunto "es una dedicatoria, una ofrenda, una forma de tratamiento, una definición de público. Es el reconocimiento del pasado y de su continua presencia en el presente", afirmó Ballester Moreno.
"Está edición me está sorprendiendo (...), no sé explicar pero hay algo que me intriga", comenta el actor de teatro Roberto Corbo, de Porto Alegre, que aprovechó un viaje de trabajo a São Paulo para recorrer la bienal. Corbo afirma que la parte que le ha generado mayor "reverberación" es la exposición "Siempre, nunca", curada por la artista Wura-Natasha Ogunji, que busca explorar "el espacio y el lugar en relación al cuerpo, la historia y la arquitectura". "You can’t imagine nothing", del inglés Ben Rivers, destaca en el otro extremo del piso: un filme en 16mm con escenas de naturaleza proyectado en un pequeño auditorio.
En el tercer piso, otras dos exposiciones colectivas y cinco proyectos individuales, entre los cuales destaca el "Quartzotekário XIV" de la brasileña Denise Milan, que propone un diálogo con las piedras. “Si te sientas frente a una piedra, ella va a narrarte su historia”, afirma la artista. –Sin etiquetas descriptivas–
Pérez-Barreiro explica que el proceso de selección de artistas duró meses y optó por aquellos "cuyo trabajo no podría sustituir con una etiqueta descriptiva (...). Quería trabajar con un concepto de verdadera diversidad artística". La Bienal de Sao Paulo es visitada por grupos escolares, público no especializado así como profesionales del arte. "Este proyecto puede tener éxito o fracasar según su capacidad de generar experiencias en cada uno de los visitantes", sostiene Pérez-Barreiro.