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En el verano de 1982, en Laguna Beach, California, Taylor Hawkins se sentó por primera vez al frente de una batería. Era la de un vecino que se llamaba Kent Kleater, quien le dijo que su destino era convertirse en músico. “Tenía 10 años. Yo no era bueno en la escuela ni en los deportes – un poco en el béisbol – y me había mudado desde Texas a los cinco años. Ese día me impactó una suerte de rayo y dije ‘esto es lo que voy a hacer’”, había dicho en una entrevista con la BBC británica en el 2019.
Hawkins murió ayer, viernes, de forma inesperada en un hotel de Bogotá, donde fue hallado sin vida por sus compañeros de Foo Fighters, la banda de la que formaba parte desde 1997. Debían dar un concierto en esa ciudad en el marco de un festival. Hace tres días, el martes, un temporal impidió que la banda actúe por primera vez en Asunción y fue Taylor el único que bajó junto a sus fanáticos que estaban haciendo vigilia frente al hotel Sheraton, sobre la avenida Aviadores del Chaco.
“Vamos a volver”, dijo Taylor a sus seguidores paraguayos. Cuando se le preguntó cuándo, dijo que “él era solo el baterista”, como dando a entender que no tenía poder de decisión en cuanto a la fecha. Ciertamente, cuando la banda canceló sus shows por diversos motivos a lo largo de su historia, siempre cumplió. Como persona, todos sus amigos y colegas lo recordaron como uno de los más carismáticos y amables de la escena musical. Tras su fallecimiento, el futuro de la banda es una incógnita.
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En la crema y la nata del rock
La influencia más grande de Taylor Hawkins se llama Queen. Un día, el hermano de una vecina que era su amiga se enlistó en la Armada de los Estados Unidos y le dejó a la niña su colección de discos. Ella, llamada Lisa Burton, le prestó uno de ellos a Hawkins: era News of the World, uno de los materiales de la legendaria banda británica que había sido publicado en 1977. Desde allí no hubo vuelta atrás.
Después de Queen – con su baterista Roger Taylor – llegó The Beatles, con Ringo Starr; The Police, con Stewart Copeland; o Tears for Fears. Todos esos grupos y bateristas construyeron lo que fue la formación de Taylor Hawkins como músico.
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“Los chicos me preguntan cómo se hace (para tocar como él y formar parte de una banda de rock). Y les digo: ‘Tenés que tocar mucho frente al público para manejar tiempos. Y tocá lo más que puedas de otros grupos. La mayoría de las veces la gente no va a querer escuchar las músicas de tu grupo que está empezando. Está bien, escribí canciones, pero aprendé a hacer covers. Eso fueron primero los Beatles, los Stones”, aconsejó en la entrevista con la BBC.
El salto a la fama
Durante varios años Taylor fue un baterista en el anonimato. Actuaba en casamientos y fiestas de poca monta, hasta que conoció a la manager de Alanis Morissette, en ese momento una cantante canadiense que llegó al pico de la fama con Jagged Little Pill, un álbum ícono de los años 90.
Hawkins fue elegido como el baterista para la gira de Morissette luego de audicionar. “Conocí a Dave Grohl (líder de los Foo Fighters) en 1995″, recordó en 2019, “fue muy amable, yo no era ‘cool’, pero él fue muy amable”, añadió.
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Pero la química con Grohl surgió en la gira que los Foo Fighters – en ese entonces un grupo de rock que aún iniciaba – hicieron con Alanis Morissette en los Estados Unidos y el Reino Unido. “Nos enamoramos”, dijo Taylor a la BBC.
En 1997, Foo Fighters estaba grabando su segundo disco, The Colour and the Shape, y Dave Grohl – exbaterista leyenda de Nirvana – no estaba conforme con el rendimiento del baterista del grupo.
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“Yo mismo llamé a Dave y le dije ‘soy tu baterista’. Ese (The Colour and the Shape) era un disco decisivo (para la continuidad y el éxito de la banda”. Y la primera grabación de Foo Fighters con Taylor Hawkins como su baterista fue en el estudio de Radio 4 de la BBC, en Londres. Era abril de 1997. El resto es historia.