Mañana con el ejemplar de ABC Color aparecerá un volumen con los mejores cuentos de uno de los más destacados cuentistas de la historia de la literatura. Se trata de “La máscara”, de Antón Chéjov. El libro, que abre con dicho cuento, incluirá también “Anécdota antigua”, “La cirugía”, “El álbum”, “El beso”, “El estudiante”, “El fracaso”, “El gordo y el flaco”, “El misterio”, “El orador”, “El talento”, y cierra con “En el campo”. En total son doce los cuentos incluidos en esta selección de Chéjov en la que se entrelazan el misterio, el humor, la crítica social y la capacidad para revolver con fino tino el espíritu humano.
Chéjov, médico de profesión pero narrador y dramaturgo por naturaleza, fue un inquieto investigador de la realidad rusa de su tiempo, esa Rusia zarista de finales del siglo XIX en la que reinaba la inequidad y en la que el ser humano rural era explotado hasta lo indecible. Viajó por esa Rusia y se impregnó de su realidad. Al mismo tiempo, conoció bien su geografía humana sufriente, desesperanzada, resignada en su concepción fatalista de la vida.
Sus relatos constituyen severas críticas a la sociedad en la que vivió, y así como logró realizar una descripción contextual de esa sociedad, penetró también agudamente en el espíritu de los seres de su época.
Chéjov, tal vez por su condición de médico acostumbrado a tratar con todo tipo de personas, aprendió a descifrar hasta las mínimas expresiones verbales y no verbales de sus compatriotas: en su fatalismo, su humor muy peculiar, sus temores, sus frustraciones.
También supo entender a las personas según sus propias circunstancias contextuales. Los ricos tenían sus dramas, como la necesidad de trascender más allá de la mediocridad de la rutina. Los pobres tenían la supervivencia como anhelo supremo. Pero en ambos estratos Chéjov supo ver la soledad y la incomprensión como desdichas compartidas.
Tenía también la singular cualidad de poder escribir cuentos cortísimos con un contenido rico en connotaciones y con sorprendentes significaciones. Prueba de ello es, por ejemplo, un cuento que figura en este libro, cuyo título es Anécdota antigua. En 12 breves líneas el autor logró un relato sugestivo y provocador, con un final terminante, categórico, por lo inesperado.
Antón Chéjov fue un narrador imponente, uno de los más grandes en la historia de la literatura universal, que sabía que la muerte lo esperaba emboscada en cualquier camino, pero aprendió a vencerla de antemano con su obra. La fatalidad le hizo expresar, resignado quizá ante su cercano final, que “la felicidad lleva dentro de sí un veneno o se envenena con algo que le viene de afuera”.