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Tras un descubrimiento por casualidad, el nieto de un comerciante judío de arte supo que una valiosa pintura que se pensaba había sido robada de su abuelo por los nazis podría estar ahora en manos de una de las familias más influyentes del mundo del arte. Probarlo iba a ser un asunto distinto.
La obra, del artista italiano Amadeo Modigliani, es conocida como “Hombre sentado con bastón”. Modigliani, un joven y pobre alcohólico, murió de tuberculosis hace casi un siglo; sus pinturas se venden hoy por hasta $170 millones. El retrato de un hombre elegante con bigote sentado en una silla, con las manos descansando sobre su bastón, puede valer $25 millones.
Los investigadores rastrearon la pintura hasta un clan de billonarios que compró la obra en una subasta en 1996. Abogados del nieto enviaron una carta a la Galería Nahmad en Nueva York declarando que la pintura pertenecía al nieto, quien estaba en su derecho de reclamarla. Pidieron una reunión para discutir el asunto. La galería no respondió, de acuerdo a documentos de la corte. El nieto los demandó. Cuatro años después, los abogados de ambas partes siguen litigando.
Los Nahmad han insistido en cortes federales y estatales en Nueva York que la familia no posee el Modigliani, sino que es de una compañía offshore llamada International Art Center, registrada por una poco conocida firma panameña.
Pero registros secretos obtenidos por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, el diario alemán Süddeutsche Zeitung y otros medios asociados sugieren que esa declaración es un engaño legal diseñado para ocultar a los verdaderos poseedores de la pintura.
Los registros, más de 11 millones de documentos en total, vienen de los archivos internos de Mossack Fonseca, una firma panameña que se especializa en construir estructuras corporativas que pueden ser usadas para esconder bienes. Desde 1977 hasta 2015, los archivos incluyen el montón de información más grande sobre las conexiones entre el comercio internacional de arte y las jurisdicciones del secreto offshore. Los registros pintan una imagen de una industria poco regulada donde la anonimidad es usada para esconder todo tipo de comportamiento cuestionable.
La familia Nahmad ha controlado la compañía basada en Panamá, International Art Center, por más de 20 años, muestran los registros. Es parte importante del negocio de la familia. David Nahmad, el líder de la familia, ha sido el único dueño de la compañía desde enero de 2014.
Cuando se le confrontó con documentación que mostraba que los Nahmad eran dueños de International Art Centr, el abogado de David Nahmad, Richard Golub, dijo que “quien sea dueño de IAC es algo irrelevante. El punto principal son los asuntos en el caso, ¿y puede el denunciante probarlos?”
La pregunta central, dijo Golub, era si el nieto puede demostrar que esta pintura en específico fue robada de su abuelo. A pesar de años de batallar en la corte, es un asunto que ha recibido escasa atención de un juez, ya que ambos lados han estado peleando por ver quién es actualmente dueño de la pintura.
Mossack Fonseca no solo ayudó a los Nahmad a establecer IAC en 1995, sino que proveyó a muchos de sus otros clientes con las herramientas para llevar a cabo en secreto altas transaciones de arte en todo el mundo, por obras de artistas como Van Gogh, Rembrandt, Chagall, Matisse, Basquiat y Warhol.
Otros conocidos coleccionistas de arte con compañías registradas por Mossack Fonseca incluyen al clan español Thyssen-Bornemisza, el magnate chino del entretenimiento Wang Zhongjun y la nieta de Picasso, Marina Ruíz-Picasso.
Zhongjun no respondió a un pedido de comentario. Ruíz-Picasso se negó a comentar. Brojia Thyssen, a través de un abogado, reconoció tener una compañía offshore pero dijo que estaba declarada ante las autoridades españolas.
Los registros de la firma mencionan suficientes obras de arte para llenar un museo pequeño. Junto con importante evidencia nueva para la batalla legal por el Modgliani, hay pistas en los archivos de Mossack Fonseca sobre el misterio de las obras maestras desaparecidas de un magnate griego y detalles previamente desconocidos sobre una de las más famosas subastas de arte moderno del Siglo XX.
Los documentos revelan a vendedores y compradores de arte que utilizan los mismos rincones oscuros del sistema financiero global que dictadores, políticos, estafadores y otros que se benefician del anonimato que estas zonas secretas ofrecen.
En años recientes, a medida que los precios del arte han incrementado dramáticamente, las transacciones a menudo son camufladas con el uso de compañías offshore, prestanombres, zonas de libre comercio, subastas manipuladas y ventas privadas. Aunque el secreto puede ser explotado legalmente para evadir publicidad, limitar la exposición legal o facilitar operaciones a través de fronteras, también puede ser empleado para propósitos infames como evadir impuestos y esconder historias dudosas de propiedad. Como el arte es fácilmente transportable, caro y pobremente regulado, las autoridades temen que a menudo se usa para lavar dinero.
Tiempos de “boom”
El “boom” actual del Mercado del arte –y su conexión con las zonas de secreto en el sistema financiero global– ofrece más evidencia del espectacular ascenso de los súper ricos. El arte se ha vuelto un activo valioso para una élite global ansiosa por guardar su dinero en lugares seguros y aislados. En 2015, las ventas de arte excedieron los $63,8 mil millones, de acuerdo a la publicación Art Market Report, y el arte más caro experimentó el crecimiento más grande.
La riqueza total de billonarios destinada al arte se estimó en $32,6 mil millones en 2013.
“El principal impulsor del mercado del arte es la riqueza acumulada”, dijo Michael Moses de Beautiful Asset Advisors, que analiza las ventas de arte. “Si la alta riqueza está aumentando a un ritmo más rápido que otro tipo de riqueza –y es así– esta gente tiene dinero excedente para gastar en arte”.
Alrededor de la mitad de las transacciones de arte son privadas, estrictamente entre vendedores y compradores, estima Art Market Report. Hay poca información pública sobre estas ventas. El resto se hace por subastas públicas, que proveen algo de transparencia sobre el precio pero usualmente aún permiten a los compradores y vendedores permanecer anónimos, dijo Moses.
Cuando el arte más caro cambia de manos, a menudo aterriza en una zona de libre comercio conocida como un puerto libre. Mientras el arte esté alojado en un puerto libre, los dueños no pagan impuestos de importación. Los críticos temen que el sistema de puertos libres puede ser usado para evadir impuestos o lavar dinero, ya que no se siguen inventarios o transacciones precisos. De acuerdo a la firma de servicios profesionales Deloitte, el 42 por ciento de los coleccionistas de art a los que encuestó dijeron que probablemente usarían un puerto libre. El puerto libre más antiguo, con la mayor cantidad de arte, está en Ginebra. Se dice que su complejo de depósitos contiene suficientes tesoros para rivalizar con cualquier museo del mundo.
Natural Le Coultre, una compañía propiedad de Yves Bouvier, alquila casi un cuarto del espacio en el puerto libre de Ginebra. Bouvier también es dueño primario de otros puertos libres en Luxemburgo y Singapur, y consultor de un complejo en construcción en Beijing. Estos intereses le han valido el título de “Rey de los Puertos Libres”.
Pero son las actividades de Bouvier como intermediario en negocios privados lo que lo han hecho lo más comentado del mundo del arte, y un blanco de demandas civiles. El billonario ruso Dmitri Rybolovlev elevó quejas contra Bouvier en Mónaco, París y Hong Kong, acusándolo de alzar fraudulentamente los precios de pinturas antes de venderlas. Tras analizar las acusaciones, un juez de Singapur levantó el congelamiento de los bienes de Bouvier y un juez en Hong Konh hizo lo mismo. Bouvier negó enfáticamente los cargos.
No es sorpresa, dado el número de billonarios y comerciantes de arte que usan los servicios de Mossack Fonseca, que ambos hombres son clientes de la firma.
Los registros de la firma muestran al menos a cinco compañías conectadas a Bouvier, aunque ninguna parece estar relacionada al caso de Rybolovlev.
Su antagonista, Rybolovlev, tiene dos.
Rybolovlev se negó a comentar. Un representante de Bouvier dijo que su cliente utilizó compañías offshore para propósitos legales y bien establecidos.
El juego de las subastas
Muchos datan el inicio del entusiasmo del mundo del arte por las obras de arte moderno en una venta en la mañana de un lunes en noviembre de 1997. Llevada a cabo en Christie’s, en Nueva York, la subasta de la colección de Victor y Sally Ganz produjo valuaciones récord para pinturas y probó ser un hito en la transformación del arte en un bien global.
“Repentinamente el juego había comenzado con la venta de Ganz en una forma inédita”, dice Todd Levin, director del Levin Art Group, una firma asesora de arte de Nueva York. “Fue como una inyección de esteroide para el mercado”.
La historia completa detrás de la subasta de Ganz nunca fue revelada. Los archivos filtrados muestran que involucró a intereses ocultos y a uno de los intermediarios offshore favoritos del mundo, Mossack Fonseca.
Los Ganz eran coleccionistas de obras de Pablo Picasso, tempraneros promotores de Frank Stella y amigos y mecenas de Jasper Johns, Robert Rauschenberg y Eva Hesse. Luego de la muerte de la pareja, sus hijos se vieron obligados a vender una colección que había adornado las paredes de su casa de la infancia.
Había costado a los Ganz $2 millones a lo largo de 50 años armar la colección. En una noche, la colección se vendió por $206,5 millones.
Hasta ahora se desconocía que los herederos Ganz parecen haber vendido la colección meses antes de la subasta. Clave en la transacción fue una corporación con base en Niue, una diminuta isla en el Pacífico Sur. La compañía se llamó Simsbury International Corp.
Simsbury International parece haber sido creada solo para la transacción Ganz. Fue incorporada en abril de 1997. Un mes después compró la colección.
El agente registrado de Simsbury era Mossack Fonseca. Empleados de la firma panameña sirvieron como los directores “nominados” de Simsbury, prestanombres que controlaban la compañía en el papel pero que no tenían autoridad real sobre sus actividades. Estos directores firmaron acuerdos en nombre de la compañía con un banco, una casa de subastas y una compañía de transporte de arte.
La propiedad de la compañía se tenía a través de “acciones al portador”. Son certificados que permiten a quien los tenga consigo transferir anónimamente o reclamar su valor. Actualmente están prohibidos en muchos países por su utilidad para aquellos que incurren en evasión de impuestos y lavado de dinero.
En un trato cerrado el 2 de mayo de 1997, Simsbury International compró las pinturas de Ganz por $168 millones de Spink & Son, la casa de subastas de Londres propiedad de Christie’s, de acuerdo a los documentos filtrados. La naturaleza exacta del trato entre la familia Ganz y Christie’s no queda clara en los documentos.
Un representante de la familia Ganz se negó a responder preguntas de ICIJ sobre los detalles específicos de la transacción.
La venta vino con un trato adjunto. Si la subasta por las obras traía un precio más alto, el dueño de Simsbury y Spink & Son contribuiría la diferencia.
El hombre que tenía poder de autoridad en Simsbury, y por lo tanto ejercía control sobre la compañía y su cuenta bancaria, era el billonario británico Joseph Lewis. Por entonces el hombre más rico de Inglaterra, Lewis amasó su fortuna apostando en movimientos monetarios. También era el principal accionista de Christie’s.
El catálogo de Ganz decía que “Christie’s tiene un interés financiero directo en todas las propiedades de esta venta”, pero los términos de ese interés nunca se explicaron.
Lewis había hecho una apuesta que pagaría en múltiples formas.
La subasta de Ganz ayudaría a convertir a 1997 en uno de los mayores años de Christie’s en venta hasta entonces. La casa de subastas ingresó más de $2 mil millones ese año.
Lewis no respondió a un pedido de comentarios.
Una de las pinturas más caras vendidas en la subasta de Ganz fue la “Mujer de Algiers, Versión O.” de Picasso. Es una de las obras en una celebrada serie de quince pinturas que Picasso hizo a mediados de los ’50. Además de “O”, la subasta de Ganz tenía las versiones “M”, “H” y “K”.
Entre los participantes de la subasta estaban miembros del clan Nahmad. David Nahmad se fue a casa con la versión “H”, añadiéndola a la que se considera una de las mayores colecciones privadas de Picassos.
Una dinastía del arte
Los Nahmad comenzaron como una dinastía bancaria de judíos sefardíes de Alepo, Siria. En 1948, Hillel Nahmad reubicó a su familia en Beirut.
Tres de sus hijos –Giuseppe, David y Ezra– eventualmente se mudaron a Milán y, para principios de los ’60, ya era comerciantes de arte. Giuseppe, el patriarca de la familia, tenía un gusto por costosos autos deportivos y, de acuerdo a su hermano David, una vez salió con Rita Hayworth. También fue un pionero en tratar al mercado de arte como un mercado a futuro, almacenando pinturas hasta el momento exacto de venderlas para maximizar sus ganancias.
Murió en 2012. David asumió el rol de líder de la familia. Él y su hermano mayor Ezra nombraron a sus hijos Hillel, por su abuelo. Los dos responden a “Helly”. Juntos, los cuatro continúan en el negocio familiar.
Los dos hermanos sobrevivientes valen juntos $ 3,3 mil millones de dólares, según Forbes. Viven en Mónaco, entre otros lugares. Además de comerciar con divisas y arte, David Nahmad es también un destacado jugador de backgammon. Ambos hijos tienen sus propias galerías. El hijo de Ezra tiene la Helly Nahmad Gallery en Londres y el hijo de David tiene una de idéntico nombre en Nueva York.
Los registros de Mossack Fonseca indican que los Nahmad fueron tempraneros adoptadores de los beneficios de llevar arte offshore.
Giuseppe Nahmad registró International Art Center S.A. en 1995 a través del banco suizo UBS y la oficina en Ginebra de Mossack Fonseca. Puede haber existido en alguna otra forma antes de eso. Un documento en los archivos de Mossack Fonsecamenciona que IAC adquirió la obra “Danseuses” de Edgar Degas en octubre de 1989.
El negocio de los Nahmad, que abarca varias jurisdicciones, está hecho a medida para el mundo offshore. Con los principales Nahmad en tres países, galerías en lados opuestos del Atlántico y la mayor parte de las pinturas guardadas en Suiza, la familia requiere el tipo de almacenamiento legal que es posible por medio de las compañías offshore.
IAC no es la única entidad corporativa de la familia con Mossack Fonseca. Giuseppe Nahmad también creó Swinton International Ltd., que fue registrada en las Islas Vírgenes Británicas en agosto de 1992.
Las entidades offshore están interconectadas, su uso son asunto de familia. Giuseppe Nahmad tenía poder de autoridad sobre la cuenta bancaria de IAC en el banco UBS desde 1995. David y Ezra también podían firmar por la cuenta de la compañía en UBS. Para una cuenta bancaria de una compañía con Citibank dos años después, Giuseppe co-firmó junto a su hermano Ezra, indican los documentos.
En 1995, Swinton International autorizó a David Nahmad que negocie la venta de cinco de sus pinturas, un óleo en panel de Picasso, “Danseuses” de Degas, dos óleos sobre lienzo de Henri Matisse y un óleo sobre lienzo de Raoul Dufy. Algunas de las pinturas luego fueron a subasta en Sotheby’s identificadas como parte de una “colección privada”. Dos de las pinturas habían sido propiedad de IAC.
La propiedad de IAC inicialmente se tenía en bonos al portador, lo que hacía imposible determinar quién era su verdadero dueño. En 2001, una resolución de los directores nominados de Mossack Fonseca creó 100 acciones en la compañía y las entregó a Giuseppe. En 2008, esas cien acciones se reasignaron equitativamente a David y Ezra Nahmad. Un año después, Ezra dividió sus acciones con su hijo Hillel. David no hizo lo mismo con su hijo.
Un atisbo de tensión entre David y su hijo se vislumbró en 2007, en un perfil de la familia en Forbes. El artículo retrataba a David “frunciendo las cejas”, diciendo “A mi hijo le gusta mucho la publicidad. A mí no me gusta la publicidad”.
Las actividades extracurriculares de su hijo Helly podrían haberlo hecho alguien no apto para ser accionista de IAC. Como su tío Giuseppe, Helly tenía grandes apetitos. Los tabloides retrataban sus andanzas: novias modelos, un piso de apartamentos de varios millones de dólares en Trump Tower, amigos estrellas de cine y apuestas de alto riesgo. Dada la historia de la familia, nada de eso era un posible problema hasta que el fiscal del Distrito Sur de Nueva York lo acusó en abril de 2013 por su rol de liderazgo en un supuesto anillo de apuestas y lavado de dinero de $100 millones con vínculos con mafiosos rusos.
Escuchas telefónicas lo cazaron discutiendo cómo el negocio de arte de su familia podía utilizarse para esconder dinero.
“A veces un banco necesita justificación para una transferencia, ¿verdad?”, dijo, de acuerdo a una conversación de marzo de 2012 citada en el memorándum de sentencia del gobierno. “Podemos decir ‘Oh, vas a comprar una pintura’. Si necesitan justificación, ¿entiendes lo que digo? Sólo dices ‘Ah, sí, compré una, ya sabes, un dibujo de Picasso o algo”.
Nunca se probó en la corte que lo descrito en la conversación tuvo lugar. La conversación no fue factor en el cargo final y el abogado de Nahmad dijo en una entrevista que no tuvo nada que ver con el caso Modigliani.
Helly Nahmad se declaró culpable de operar un negocio ilegal de apuestas en noviembre de 2013. Un juez lo sentenció a un año y un día en prisión. También accedió a entregar $6,4 millones y renunciar a una pintura de Raoul Dufy. Pasó cinco meses en prisión.
Arte desaparecido
Los Nahmad no son el único clan coleccionista de arte prominente que ha visto sus bienes offshore involucrados en acciones legales.
Los datos de Mossack Fonseca dan una nueva perspectiva de una disputa legal que involucra a la familia Goulandris, una dinastía griega del transporte que está en medio de una pelea por lo ocurrido con 83 obras maestras de arte desaparecidas.
“En total son como $3 mil millones en pinturas”, dijo Ezra Chowaiki, un dueño de galería que ayuda a financiar una de las demandas, a ICIJ. “Podría ser la mayor colección de pinturas desaparecidas de la historia”.
Dos demandas y una investigación criminal están en proceso en Lausana, Suiza, para intentar determinar el paradero de la colección de arte. Los casos tienen a una enorme y acaudalada familia en guerra consigo misma, compañías con base en Panamá, alegatos de documentación falsificada y pinturas de calidad de museo hechas por gente como Van Gogh, Matisse y Picasso.
Algunas de las pinturas fueron vendidas. El vendedor no quería que la historia se sepa. En un acuerdo de venta de $20 millones por una de las pinturas de Goulandris, “Nature Morte aux Oranges” de Van Gogh, hallado en los archivos de Mossack Fonseca, hay una sección sobre confidencialidad. Prohíbe revelar “la identidad de las partes en este Acuerdo (incluyendo la identidad del único accionista del Vendedor)” y “cualquier información o documentación pertinente al Origen de la Obra y la cadena de título”.
Las obras pertenecieron al magnate griego del transporte Basil Goulandris. En 1994, Goulandris murió a causa del mal de Parkinson. Luego de que su viuda Elise muriera en 2000, sus herederos supieron que la masiva colección de arte de la pareja había cambiado de manos años antes. Una compañía panameña llamada Wilton Trading era su dueña.
En 1984, de acuerdo al sobrino de Basil, Peter J. Goulandris, Basil vendió toda la colección de 83 pinturas por el extraordinariamente bajo precio de $31,7 millones a Wilton Trading. A pesar de la venta, las pinturas nunca salieron de la posesión de la pareja.
Mucho de lo que se sabe sobre Wilton Trading viene de casos de la corte en Suiza. Fue creada en 1981 pero no tuvo directores hasta 1995, diez años después que el acuerdo de venta fuera supuestamente firmado. De acuerdo a un fiscal suizo, el papel en que el acuerdo está registrado no existía en 1985 y nadie ha podido probar que haya habido dinero que cambió de manos.
Peter J. Goulandris dijo a una corte suiza que su difunta madre, la cuñada de Basil, Maria Goulandris, era la dueña de Wilton Trading.
Por medio de su abogado, Peter Goulandris se negó a comentar.
Elise murió sin hijos. Su sobrina Aspasia Zaimis cree que ella se merece parte de las 83 pinturas y está demandando al ejecutor del testamento de Elise.
En noviembre de 2004, compañías anónimas establecidas por Mossack Fonseca comenzaron el proceso de vender algunas de las pinturas de Goulandris que Wilton Trading había tenido.
A principios del año siguiente, en una subasta de Sotheby’s en Londres, una compañía llamada Tricornio Holdings vendió una pintura de Pierre Bonnard llamada “Dans le cabinet de toilette”. Otra compañía, Heredia Holdings, firmó un acuerdo con Sotheby’s para vender una pintura de Marc Chagall, “Les Comédiens”. Una tercera compañía, Talara Holdings, puso en subasta una pintura de Chagall llamada “Le Violiniste Bleu”.
Alrededor de esa época, la pintura de Van Gogh de 1888 de un cesto de naranjas fue al magnate del márketing de California Greg Renker y a su esposa Stacey en una venta privada. El vendedor era una compañía llamada Jacob Portfolio Incorporated.
Renker no respondió a un pedido de comentarios.
Las cuatro compañías fueron registradas poco antes de las transacciones y cerradas poco después, sin dejar rastros públicos sobre quién estaba detrás de ellas. Los documentos ahora revelan que las cuatro tenían una misteriosa dueña en común: Marie Voridis.
Una de las transacciones provee una pista de la identidad de Marie Voridis. El 22 de octubre de 2004, Voridis transfirió todos los derechos de una pintura de Pierre-Auguste Renoir conocida en inglés como “La Tejedora” a Talara Holdings. Pocas semanas después, Talara transfirió la pintura de vuelta a Voridis.
En setiembre de 2005, una revista griega de moda presentó el opulento apartamento neoyorquino de una dama de sociedad griega, Doda Voridis, la hermana de Basil Goulandris. Obras maestras de conocidos artistas adornaban el apartamento del East Side de Voridis, quien murió en diciembre de 2015. En las columnas de chismes se le conocía como Doda pero su nombre real era Marie. Colgando sobre un bello armario en una foto se veía a “La Tejedora” de Renoir.
Guerra y tesoro
La controversia sobre el “Hombre Sentado con Bastón” de Modigliani comenzó cuando la neblina de la guerra proveía el tipo de camuflaje que el mundo offshore ofrece hoy. Oscar Stettiner, el comerciante judío que se dice era el dueño original de la pintura, huyó de París en 1939, ante la llegada de los nazis, abandonando su colección de arte.
Cuando la ciudad cayó, los alemanes incautaron la colección y designaron a un “administrador temporal” francés quien subastó la pintura a beneficio de los nazis, de acuerdo a registros legales. “Hombre Sentado con Bastón” cambió de manos varias veces después de eso. En octubre de 1944, un oficial militar de EE.UU. compró el Modigliani en un café por 25.000 francos, de acuerdo a documentos de la corte.
En 1946, Stettiner hizo un reclamo en Francia para comenzar el proceso de recuperar la pintura, indicant documentos presentados en nombre de su nieto. Murió dos años después, con su pedido aún pendiente.
El abogado de los Nahmad, Richard Golub, disputa esta historia. Cuestiona que Stettiner haya sido dueño de la pintura.
En 1958, el Modigliani entró en una colección privada en la que permaneció hasta 1996, cuando International Art Center lo compró a Christie’s en Londres por 3,2 millones, según documentos de las cortes de Nueva York. La Helly Nahmad Gallery exhibió la pintura en Londres en 1998 y en el Musee d’Art Moderne en París en 1999. Seis años después era parte de una exhibición sobre Modigliani en la Helly Nahmad Gallery en Nueva York.
Mondex Corp, una firma basada en Toronto que se especializa en recuperar arte robado por los nazis, descubrió el supuesto origen de la pintura por accidente, cuando indagaba en archivos en un ministerio francés. La compañía ayudo a iniciar la batalla legal para devolverla a Philippe Maestracci, nieto de Oscar Stettiner. Mondex no revela sus honorarios por este servicio.
El 11 de febrero de 201, el abogado de Nahmad que defendió el caso Maestracci en Nueva York, Nehemiah Glanc, escribió un email al apoderado de International Art Center en Ginebra. Glanc estaba registrado como abogado de IAC, pero necesitaba información clave sobre la compañía antes de poder proceder, muestran los archivos filtrados obtenidos por ICIJ.
“Por favor informe lo antes posible quién está autorizado a firmar en nombre de IAC”, escribió en un email.
Si los Nahmad hubieran firmado los documentos como dueños de IAC, probablemente hubieran perdido la protección legal que brindaba la compañía.
El apoderado en Ginebra puso a Glanc en contacto con Anaïs Di Nardo Di Maio, en la oficina de Mossack Fonseca en Ginebra. Di nardo podría obtener las firmas de los directores nominados de Mossack Fonseca en Panamá siempre que los clientes de Glanc pague por ello. Este accedió.
Un documento firmado por los directores nominados de Mossack Fonseca costó $32,10 millones.
A medida que el caso progresaba, emails fueron y vinieron entre Glanc y Mossack Fonseca, indican los documentos filtrados. Cada vez que una moción venía de IAC, los directores nominados tenían que firmar.
En setiembre de 2015, un una austera sala de corte en Nueva York, la jueza de la Suprema Corte Estatal Eileen Bransten rechazó el caso Maestracci. Según descubrió, los denunciantes no habían entregado debidamente su queja a IAC porque entregaron los papeles en la Nahmad Gallery en Nueva York en vez de ir a Panamá. También dictaminó que un administrador designado por la corte, no Maestracci, era el denunciante apropiado. Dos meses después, el administrador re-elevó el caso en la Suprema Corte estatal en Nueva York como denunciante.
La nueva queja contra los Nahmad hizo otro esfuerzo en vincular a la familia con la propiedad del IAC, a la que describió como un alter ego del negocio de la familia “de manera que confunda y oculte sus identidades, y esconda las ganancias generadas” por el negocio de comercio de arte de la familia.
A medida que el caso continúa, el retrato de 1918 de Modigliani, “Hombre Sentado con Bastón”, está guardado en el puerto libre de Ginebra, Suiza. Otro tesoro escondido.
*Por Jake Bernstein
Additional reporting by Alexandre Haederli, Juliette Garside, Frederik Obermaier and Bastian Obermayer