Desde que Estados Unidos jugó el primer Mundial de toda la historia, el de Uruguay de 1930, donde alcanzó su mejor clasificación al llegar a las semifinales y quedar tercero, su fútbol de selección vive el mejor momento y cada vez está más cerca de las grandes potencias.
Es cierto que todavía no ha conseguido un gran triunfo, pero el hecho de clasificarse desde Italia 1990 hasta Brasil 2014 de forma consecutiva, hace que el fútbol de selección de Estados Unidos se haya ganado el respeto general.
Además, las clasificaciones para los cuartos de final en el Mundial de Corea del Sur y Japón 2002 y para los octavos como anfitrión en 1994 y en Sudáfrica 2010 es toda una garantía y confirmación de los progresos futbolísticos que han hecho.
La política de los directivos de la Federación de Fútbol de Estados Unidos es muy pragmática y aunque son conscientes que todavía no entran dentro del grupo de los países con selecciones de elite, sí exigen que los proyectos que desarrollan para cada Mundial tengan los objetivos muy claros de no sólo clasificar sino también lograr avances futbolísticos como equipo.
Eso es precisamente lo que hasta el momento ya ha conseguido el entrenador alemán Jurgen Klinsmann, que pasó de ser cuestionado y señalado como el “recomendado” del presidente de la federación, Sunil Gulati, al verdadero artífice del triunfo, clasificación y crecimiento de Estados Unidos hacia Brasil 2014.
Su trayectoria a través del proceso de clasificación fue impecable y arrollador, especialmente en los ocho partidos que disputó la selección en territorio nacional y que ganó todos para ser el único equipo que lo logró en la CONCACAF.
Además también se permitió el lujo, al margen de quedar primero en la clasificación del torneo hexagonal y quitarle la hegemonía a México, de ser también el que hizo posible que sus vecinos del sur tuviesen la oportunidad de clasificarse a través de la repesca que ganaron a Nueva Zelanda.
Klinsmann, de 49 años, de gran experiencia mundialista tanto como jugador y de entrenador con su país, tuvo siempre muy claras las ideas del fútbol que quería implantar dentro de la selección de Estados Unidos: antes que nada tener un compromiso completo con el equipo, ser disciplinado, trabajador y sin que nadie tuviese ningún tipo de privilegio adquirido.
De ahí que desde el inicio chocó con algunos de los jugadores que habían sido claves e intocables con el anterior seleccionador, Bob Bradley, incluido el hijo de este, Michael Bradley, que ahora juega en el Roma, y el máximo goleador de todos los tiempos, el delantero Landon Donovan.
De esta manera, Estados Unidos, con un fútbol de gran poder físico, excelente defensa y sobre todo gran disciplina, fue siempre muy superior a todos los rivales de la CONCACAF, donde sólo Costa Rica y Jamaica pudieron vencerlos, pero nadie consiguió quitarle el invicto en territorio nacional (8-0-0).
Los triunfos de Estados Unidos, que concluyó el hexagonal con 22 puntos (7-1-2), fueron logrados gracias a una gran labor de equipo en la que el delantero Jozy Altidore, al que Klinsmann le hizo renacer como goleador, fue la figura.
También Bradley, cuando se convenció que Klinsmann no tuvo nada que ver con la salida del equipo de su padre, fue clave, lo mismo que Clint Dempsey; luego la vuelta del propio Donovan; y una vez más la seguridad bajo los palos del arquero Tim Howard.
Pero Klinsmann, que utilizó hasta 28 jugadores diferentes en la fase de clasificación, también confió en los nuevos valores, y de una manera especial en jugadores de origen latino, como Alejandro Bedoya (colombiano), Joe Corona, Edgar Castillo, Michael Orozco, Omar González y Hérculez Gómez, todos de ascendencia mexicana.
Al margen de quienes son los seleccionados, Klinsmann ya tiene perfectamente establecido el tipo de fútbol que desea desarrollar cuando lleguen a Brasil el próximo año. No es otro que mucha disciplina, lucha permanente, concentración y no dar por perdido ningún balón.
Es cierto que todavía Estados Unidos no posee la técnica de las grandes potencias del fútbol mundial, pero es un equipo que cada vez cuenta más con jugadores que están formados en la competición internacional y eso les da una proyección de respeto y experiencia.
Por si lo anterior no fuese suficiente, Klinsmann ya ha advertido que el tener la supremacía en la CONCACAF les compromete a llegar a Brasil con el único objetivo de demostrar en el campo que se lo merecen y que además el fútbol que representan ya puede competir de tú a tú con los mejores del mundo.