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Los partidos de oposición impulsaban el juicio político en contra del presidente Raúl Cubas, por mal desempeño en sus funciones, desde que este conmutó la pena al general Lino César Oviedo mediante el polémico Decreto 117, tres días después de haber asumido el poder el 15 de agosto de 1998.
Durante los primeros días de marzo de 1999 los colorados argañistas junto a liberales y encuentristas comenzaron a mover el tablero para conseguir los votos necesarios en la Cámara de Diputados para impulsar el juicio político. El principal impulsor de la conspiración era el vicepresidente Luis María Argaña, quien ocuparía la presidencia de la República si es que se lograba destituir a Cubas.
El clima en Asunción en esos días se percibía enrarecido, pesado, con rumores de conspiraciones y golpes militares. Un presidente que no mostraba mucho la cara, que se pasaba más de 12 horas encerrado en su oficina del Palacio de Gobierno, un general (Lino Oviedo) manejando los hilos del poder desde fuera y un vicepresidente (Argaña) conspirando.
Un comando, aparentemente paramilitar, terminó con la vida de Argaña y de su guardaespaldas en cuestión de minutos. El hecho fue motivo de todo tipo de conjeturas.
La Junta de Gobierno de la ANR responsabilizó directamente al presidente Raúl Cubas y al movimiento oviedista del magnicidio.
El día 24 de marzo, en una convocatoria de urgencia y con muchos incidentes, la Cámara de Diputados aprobó la resolución por la cual se acusaba formalmente a Cubas ante la Cámara de Senadores a los efectos de la instauración del juicio político.
Esa misma tarde Argaña fue trasladado hasta el cementerio de la Recoleta acompañado por una impresionante multitud.
El mismo día del asesinato de Argaña, miles de campesinos llegaron a la capital para reclamar sus derechos. Los mismos se instalaron frente al Parlamento Nacional, en medio de la crisis política generada tras el magnicidio. Los campesinos pedían la condonación de sus deudas.
A los mismos se les habían unido militantes del movimiento argañista, así como activistas gremiales y jóvenes de distintas corrientes políticas y sociales.
Todos pedían la renuncia del presidente Raúl Cubas.
Como una movida desesperada, el Gobierno dispone el arresto de Lino Oviedo en el Regimiento Guardia Presidencial, en cumplimiento de la sentencia 415 de la Corte Suprema de Justicia del 2 de diciembre de 1998, que ratificaba la sentencia 84 del mismo organismo, por la que se reiteraba la orden de prisión de 10 años para el militar.
Los oviedistas denunciaban una conjura "parlamentario-judicial" para destituir al Presidente de la República.
Entre la noche del viernes 26 y la madrugada del sábado 27 se produjeron los mayores enfrentamientos entre los jóvenes de la plaza y simpatizantes oviedistas. En un momento de la refriega la Policía se retiró del lugar y dejó que los dos bandos de enfrentaran entre sí. El resultado, 7 muertos y centenares de heridos.
El día 27 la Cámara de Senadores escuchó los alegatos de los abogados defensores de Cubas. Los mismos afirmaron que una "conjura" de parlamentarios, miembros de la Corte, periodistas, grupos mafiosos y el ex presidente Juan Carlos Wasmosy buscan derrocar al Gobierno y precipitó la muerte de Argaña. La próxima sesión fue convocada para las 7:30 del lunes 29.
El domingo 28 amaneció con una tensa calma. Mientras los jóvenes y campesinos seguían en la plaza, los políticos se reunían en la Nunciatura y en Mburuvicha Róga.
Oviedo fue liberado e inmediatamente subió a una avioneta que lo trasladó hasta Buenos Aires.
"Una ciudadanía bulliciosa festejó en las calles", señalaba el titular de un diario al día siguiente. "Nuevo Presidente anunció el fin de la impunidad y la persecución", decía otro.
El presidente del Congreso, Luis González Macchi, juró como nuevo Presidente y conformó un gabinete integrado por colorados, liberales y encuentristas. Luego fue confirmado como Presidente por orden de la Corte hasta completar el período 98/03, eludiéndose de esa manera la elección inmediata de un vicepresidente que luego ocupe el lugar dejado por Cubas Grau.
Tan solo unos días después la prensa extranjera ya se hacía eco de la prisión de políticos y de la "caza de brujas" que se había desatado.
En lo que casi todos coinciden es en la desastrosa administración de González Macchi y sus secuaces. El mismo quizá pase a ser recordado como el peor presidente en la historia reciente del país. Como él mismo dijo alguna vez, nunca estuvo preparado para el cargo, no lo pidió y todos los paraguayos tuvimos que sufrirlo.