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El pasado jueves 11 de mayo, la Justicia autorizó que Nery Rotela Ramírez, de 38 años, pase a llamarse legalmente Yrén Rotela, como de hecho ya se identificaba esta persona desde hace más de 10 años.
El camino para lograr esta decisión judicial que marcó un precedente histórico para nuestro país no fue fácil para esta mujer trans, activista por los derechos de la comunidad LGTB (Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales).
Fueron años de lucha por su reconocimiento primero en su entorno afectivo, luego en el social, pero hoy asegura que se siente ganadora.
Si bien su victoria significó para ella un gran empujón hacia adelante para tanto trabajo, la posterior apelación de la fiscalía contra la decisión judicial le demostró “que todavía hay demasiados prejuicios en nuestra soberbia sociedad”, expresó Yrén en entrevista con ABC Color.
Más allá de los altibajos, hoy Yrén se siente optimista, y cree más que nunca que “es posible soñar con el acceso a la Justicia, y una ley de identidad de género”.
¿Cuánto tiempo duró tu proceso judicial?
El pedido de cambio de nombre lo presenté en diciembre del año pasado y realmente salió muy rápido, pero la Cámara de Apelaciones puede demorar hasta tres años ahora, con el pedido de apelación de la Fiscalía.
¿Por qué situaciones pasaste durante todo este proceso?
Tuve que someterme a evaluaciones con siquiatras, presentar pruebas. Me adelantaba a lo que ellos me pedían.
No es fácil meterse en un proceso jurídico desconociendo las leyes. ¿Quién te asesoró?
Estoy estudiando derecho, pero todo mi empoderamiento viene de años. Soy activista de la comunidad trans desde hace más de 17 años.
He participado en varios procesos de fortalecimiento a nivel nacional e internacional. Soy parte de una red latinoamericana de personas trans, donde aprendo estas herramientas de protección legal en cuanto a derechos humanos.
Además, firmamos un convenio con el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (Inecip) y tuve todo el apoyo de la Asociación Panambi, de la que formo parte.
¿En qué argumentos te apoyaste para pedir tu cambio de nombre?
Yo sabía que en Paraguay cualquier ciudadano podía hacer el cambio de nombre. En mi caso era un desafío porque estaba optando por un nombre femenino y era trans. Me amparé en el artículo 25 de la Constitución Nacional, que habla de que cualquier persona es libre de construir su identidad, y en la convención Americana de Derechos Humanos.
¿Desde qué edad te sentiste mujer?
Yo construí mi identidad desde chica. Desde los 7 años me di cuenta de lo que era, pero no podía asumirla porque mis padres me querían corregir. A los 13 años asumí mi identidad, y desde entonces soy Yrén Rotela. Ha pasado mucho tiempo y nadie me llama Nery, todos a nivel nacional e internacional me dicen Yrén Rotela.
¿Considerás que alguna persona influyó en vos para que decidas este camino?
Nunca tuve una influencia. Esto estaba en mí. Tampoco sufrí ningún abuso. El recuerdo que me marcó fue cuando estaba en primer grado, y compartía con un compañerito. No me gustaba jugar pelota, quería jugar a la goma. La gente me trataba de mariquita. Un día, le di un piquito a un compañero y toda la escuela se alarmó. También me gustaba la ropa de las nenas, y no me gustaba que me corten el pelo, soñaba con una fiesta de 15 años.
Yrén es militante independiente y defensora de Derechos Humanos. Es cofundadora de la organización Panambí, y está dentro de la organización desde hace 10 años. Además, forma parte de la Red de la diversidad sexual paraguaya.
¿Cómo fue que te decidiste a seguir este proceso ahora, después de tantos años?
No es una decisión fácil, son muchos los prejuicios que hay que vencer. Fue primero lograr la aceptación de mi familia. También hay que pensar en los padres, ellos también son discriminados detrás de sus hijos.
¿Qué pensás del sector conservador, que habla de que la influencia de la comunidad LGTB es peligrosa para los niños?
Yo les puedo contar que crié a mis hermanos menores, y hoy no son gays, lesbianas ni trans. Son personas heterosexuales que están casadas y viven felices. Convivo con mi familia, mis sobrinos, y los chiquitos me dicen tía Yrén. No veo que haya un trauma.
¿Y qué pensás sobre los casos de abuso sexual infantil que muchas veces se atribuyen a miembros de la comunidad LGTB?
No vamos a negar que hay personas que hacen cosas malas y necesitan ayuda, pero no por eso diremos que la comunidad LGBT es una mala influencia para los niños.
Desde hace años, nadie la llama Nery. Todos a nivel nacional e internacional le dicen Yrén Rotela. Cuenta que sus sobrinos la respetan. “Nunca hablamos del tema porque no necesito salir a decir que soy una trans. Yo soy Yren Rotela, una persona, y punto”, se define.
¿Cuál es tu opinión sobre actividades como el Besatón?
El que se quiera besar que se bese. Lo que hay que entender es que no es que toda la comunidad quiere besarse, casarse. Personalmente no me parece agradable ver que una pareja, ya sea homosexual o heterosexual esté expresando su afecto íntimo de esa manera. También hay otras formas de expresar amor, con un abrazo, con la palabra.
¿Cuál es tu concepción sobre el matrimonio igualitario?
El matrimonio igualitario para mí es volver a encajar en el patriarcado. Yo hablo de la unión civil, no del matrimonio. Hay experiencias de personas que han vivido juntas y acumulado algunos beneficios económicos, y al momento de fallecer uno de los dos, viene el problema, porque esa persona no tiene las herramientas jurídicas que le amparen, cuando también tiene los mismos derechos que cualquiera de recibir los bienes que obtuvo con su pareja.