Yo era el rey de la selva

Dieciséis felinos de circo están enjaulados en el predio del zoológico de Asunción sin pisar tierra hace cinco meses. Mientras tanto, la informalidad jurídica impide su bienestar y personas solidarias mantienen su cuidado y alimentación.

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Hay una parte de Asunción donde el mundo cambia y se convierte en verde. En uno de los extremos de la calle Artigas está la entrada principal del zoológico de Asunción y un poco más allá, a la derecha, pasando la que fue alguna vez residencia del expresidente Carlos Antonio López están tres jaulas. Tres jaulas con el metal derruido, en medio de la arena y el polvo, con dos inscripciones en general: Circo Osvaldo Terry y ¡Véalos ya!

Dentro de las tres jaulas viven, divididos, nueve tigres de bengala y siete leones. Están encerrados hace cinco meses porque uno de los animales, en agosto pasado, no tenía los documentos en regla y no pudo cruzar la frontera con Argentina. Todos los animales pertenecen al circo argentino “Osvaldo Terry”, que en el invierno pasado hizo una parada en Paraguay. Hoy, los animales están en una suerte de limbo jurídico. Los actores son la Fiscalía, el Zoológico de Asunción, el circo propietario, y la Secretaría del Ambiente.

Los tigres y leones no entienden lo que pasa en el mundo humano pero tienen calor y respiran pesado. En el techo de sus jaulas se puso un poco de paja, para mitigar el calor inmisericorde del verano paraguayo. Los tigres y leones no saben dónde están, no comprenden por qué tienen que sufrir la firma de papeles, las demoras jurídicas, y seguramente no entienden por qué tienen que estar a más de un metro sobre el nivel del suelo. A pesar de pertenecer a una quinta generación de animales en cautiverio, saben que no es normal estar encerrados por tanto tiempo. Hoy no hay público, hoy no hay circo.

“Los fines de semana esto es una locura. No te imaginás la gente que viene a ver a los tigres. Y algunos son imprudentes porque meten nomás la mano en las jaulas. Ellos le pueden dejar mucho a este zoológico, mucho interés. La gente les quiere ver, y ojalá se queden”, dice Leo Ríos, encargado de Mantenimiento del zoológico de Asunción y uno de los responsables de hacer que al menos cuatro tigres cuenten con un hábitat provisorio que al momento de nuestra visita estaba en plena construcción.

Otra de las personas que asiste a los animales es Brigitte Fuzellier, una alemana que reside en Paraguay desde hace 25 años y que siente nuestra tierra como la suya. Ella se encarga de conseguir la carne para alimentar a los felinos, unos 500 kilos por semana. La empresaria y ganadera Marys Llorens, por su parte, colabora con asistencia de sus veterinarios. Y los funcionarios del zoológico, encabezados por Ríos, se encargan de cuidar con lo que permitan los recursos que tienen.

En los ojos de los tigres se puede ver el tedio, el hartazgo y el cansancio. Mientras tanto, nadie se pone de acuerdo.

El ‘Wild Animal Sanctuary’, o santuario del animal salvaje es un lugar de 292 hectáreas en el estado estadounidense de Colorado. Su dueño, Pat Craig, manifestó su interés por contar con los animales con el argumento de que podrían vivir mejor libres, en una simulación de hábitat natural.

Pero existen reportes de prensa, específicamente del año 2006, que Craig no es un hombre de fiar. Supuestamente, el dueño del santuario recibe a los animales pero a cambio exige donaciones a tal punto de que chantajea con matarlos porque no le queda otra salida, al ser de financiación privada. Esta es una de las salidas que se plantean para la situación de los felinos.

La otra posible solución y la más reciente es que los animales se queden en Paraguay. La Fundación Turner, establecida en los ’90 por el multimillonario y filántropo Ted Turner, se ofreció a ayudar. Esta organización donó en los últimos tres años, de acuerdo a su página web, un promedio de 10 a 11 millones de dólares. Trabajan con las Naciones Unidas y la asistencia financiera es factible siempre que los felinos sean propiedad del zoológico (recordemos que al momento de esta publicación siguen siendo propiedad del circo).

De darse todos estos pasos, el hábitat de los ahora encarcelados leones y tigres se puede construir dentro del mismo zoológico, en un gran predio y por sobre todo, relativamente libres.

LA LUCHA LEGAL

Es una explicación compleja, pero aquí va el intento de hacerla fácil: La Fiscalía inició una causa sobre el caso de los animales en diciembre pasado, con el Dr. José Luis Casaccia al frente, que había dispuesto que los animales vayan al hábitat del fallecido león ‘Rubio’. Luego, en enero, la fiscala Bernarda Álvarez abrió otra carpeta e incautó los animales. Pero también hay que recordar que el circo pide 25.000 dólares en “compensación” por los animales, a pesar de que ya no los cuidan y ni se interesan por ellos. Pero la que tiene la palabra final es la Secretaría del Ambiente, que hasta ahora no hizo más que emplazar a los dueños de los animales para que los recojan y lleven a Argentina, ya que se les otorgó todos los permisos.

“El dueño del circo, el señor Osvaldo Guasconi, está muy enfermo y ya no los puede cuidar. Su mujer también está enferma en el Brasil”, cuenta Fuzzelier. Los animales no pueden ser transportados al país vecino porque las carrozas en las que habitan ni siquiera tienen ruedas.

Los tigres y leones están bien alimentados y cuidados. Una tigresa que tiene 20 años y está flaca porque está enferma, cuentan los cuidadores. Otro de los tigres tiene pequeñas llagas y las moscas se posan sobre ellas. El león está en la jaula con seis leonas. Al percatarse de nuestra presencia se levanta de su descanso y verifica, como rey de la selva que es, qué es lo que está pasando. Las conservadoras de isopor al lado de las jaulas conservan la carne de la comida. Los tarrones de agua están vacíos pero el cuidador explica el porqué: “cuando no quieren tomar agua, derraman”. Debajo, se ve el charco. Pero los tigres, acostumbrados al espectáculo, posan para el reportero gráfico y se aferran a su aguatero de hierro. El rostro felino dice: “queremos agua”. Y el cuidador recarga.

“Después de la elefanta Maia, son las principales atracciones del zoológico”, dice Ríos, que quiere que los tigres y los leones se queden porque tiene miedo que a los animales se los comercialice en el mercado negro, donde pueden perderse fácilmente.

Y Ríos recuerda el caso de la Hacienda Nápoles, donde estaba el zoológico del narcotraficante colombiano Pablo Escobar.

Mientras tanto, detrás de los barrotes, los tigres y leones piensan, mientras el calor se los permita, que alguna vez eran reyes de la selva.

 

[Ver fotogalería] Leones y tigres del Osvaldo Terry 

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