Y el mito se hizo humano

El Indio Solari, una de las figuras más enigmáticas del rock sudamericano, reafirmó su estatus de mito viviente ante miles de fieles y a la vez mostró su lado humano reconociendo una enfermedad y su convicción de no regatear ante la adversidad.

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ABC Color fue testigo de uno de los fenómenos más fascinantes de la cultura rock del que se tenga registro en esta parte del continente. Desde su condición de portavoz no reconocido de Patricio Rey y Sus Redonditos hasta su levantamiento en armas como Fundamentalista del Aire Acondicionado, ya sea por las metáforas o por el enigma que rodea a su figura que roza la condición de mito, cada presencia del Indio arriba de un escenario es suficiente para arrastrar a cientos de miles de personas, sin importar el destino que elija para desatar la tormenta, un acontecimiento que pondría en aprietos a las teorías sobre el comportamiento humano.

Esta vez, el destino fue Tandil, provincia de Buenos Aires, ciudad que supo acoger a Solari en sus dos etapas y, como era de esperarse, el fervor se apoderó de las “bandas”, apenas conocido el anuncio oficial de que se rompía el silencio. En medio de ese silencio, las informaciones daban cuenta sobre su enfermedad, de la cual no reveló mayores detalles, por respeto a su bien guardada intimidad y como forma de reafirmar sus principios no compatibles con la mass media.

El sábado 12 de marzo fue la fecha escogida para la reafirmación de los votos de fidelidad entre El Indio y sus fieles, a pesar de que nunca estuvo en duda y prueba de ello fue que una marea humana que literalmente tomó la ciudad, provenientes de todos los rincones de la República Argentina, como también de países vecinos, entre los que estuvo incluido el nuestro, con alrededor de 500 compatriotas.

La mañana del día cumbre se mostraba por demás apacible bajo el cobijo de las sierras tandilenses; en cada punto de la ciudad, todo hablaba de lo que se venía en horas de la noche, amigos, familias, chicos, grandes, adultos, todos embanderados en una sentimiento que no comprende razones. A medida que pasaban las horas, la ansiedad fue en aumento y los pasos se volcaron hacia el hipódromo local para el esperado reencuentro que traería consigo momentos inolvidables.

Posiblemente, ni el más optimista de los ricoteros hubiese esperado que pasadas las 21:00 se apersone ante la multitud el motivo de tanta efervescencia, saltándose el protocolo previo del canto tribal que antecede a la apertura del show de los Fundamentalistas.

Era el Indio en soledad quien se tomó unos minutos para develarse como ser humano, con todas las complejidades que ello implica y comunicar que “Mr. Parkinson me anda pisando los talones, pero acá estamos”, luego subió la apuesta afirmando que no será fácil bajarle de los escenarios.

Unos minutos después, ya con la formación completa, se rompe el silencio y los acordes de “Nuestro Amo juega al Esclavo” desataron la locura de casi 200.000 almas, quienes dieron muestra que el acompañamiento estaba comprometido hasta el final, cual juramento de matrimonio “en la salud y en la enfermedad”.

Con la lección de experiencias anteriores en materia sonora y con una banda comprometida con la causa, Solari y sus Fundamentalistas dieron rienda suelta a una inapelable simbiosis Ricotera-Acondicionada en la lista de canciones, celebrada desde el principio hasta el final, con un intervalo de molestia a causa de ciertas reacciones desde el público.

Curado del enojo, Solari volvió a escena decidido a culminar la faena retribuyendo a quienes fueron mayoría con la fórmula ganadora, “Fligth 956”, como antesala al epílogo de una noche épica que no iba a ser completa sin “Jijiji”, canción que dio el génesis “al pogo más grande del mundo” que retumbó en la noche tandilense dejando a todos complacidos y expectantes al próximo destino.

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