X-Men y nuevo cine de superhéroes

La saga "X-Men", cuya nueva entrega se estrenó esta semana en Paraguay, fue un factor clave en la llamada "nueva era" del cine de superhéroes.

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A finales de los '90, el cine basado en superhéroes de cómics estaba muerto.

Las aventuras de héroes con capas y superpoderes en las páginas de los cómics que desde principios del Siglo XX habían capturado la imaginación de millones de personas siempre iban a ser terreno fértil para que el cine lo explote, y desde la primera Superman de Richard Donner se demostró el poder taquillero que los personajes de ese arte solo unos años más joven que el propio cine podían tener.

Durante la mayor parte del par de décadas que siguió al estreno en 1978 de Superman, el cine de superhéroes fue prácticamente un monopolio, al menos en lo que a relevancia en la cultura popular se refiere, de Warner Bros., cuya matriz también era – y sigue siendo – dueña de DC Comics, casa editorial de algunos de los superhéroes más emblemáticos del mundo como Batman y la Mujer Maravilla, además del propio Hombre de Acero.

Warner lanzaría en los siguientes años Superman II, aclamada en forma similar a su predecesora, y dos secuelas más con Christopher Reeve como el último hijo de Krypton, aunque descendientes en calidad e impacto taquillero. Luego, en 1989, llegaría el Batman de Tim Burton, otro masivo éxito que extendería el reinado de los superhéroes en la cima de la cultura popular, más allá de las páginas de historietas.

Sin embargo, también Batman fue en declive. Ante la recaudación menor de Batman Regresa comparada con su predecesora, la saga cambió radicalmente de dirección, trayendo al director Joel Schumacher, quien estrenó Batman por Siempre y Batman y Robin, la última de las cuales fue particularmente vapuleada por la crítica y el público en general, y cuya recaudación fue tal depeción que Warner - que además había sufrido otro fracaso reciente en el género con Steel, una adaptación al cine de un personaje derivado de Superman – simplemente se salió del juego, cancelando los planes para una eventual tercera película del Batman de Schumacher.

Pero si Warner y DC habían disfrutado del éxito y sufrido el ocaso en el cine, la otra gran editorial de cómics, Marvel, estaba en serios problemas no solo en sus esfuerzos cinematográficos, sino en la propia industria de los cómics.

Personajes de Marvel Comics hicieron su salto al cine en filmes como Howard the Duck (1986), The Punisher (1989), y una primera versión de Capitán América (1990), pero esos filmes o cayeron en el olvido, como el caso de los dos últimos, o son frecuentemente recordados en listas de los peores filmes basados en cómics, como es el caso con Howard. Una adaptación de Los 4 Fantásticos hecha por Roger Corman en 1994, de bajísimo presupuesto, ni siquera llegó a estrenarse oficialmente.

No, la verdadera competencia de Warner en el campo de los cómics durante mucho tiempo fueron las adaptaciones de cómics de menor perfil de empresas menores, como El Cuervo (1994) de Alex ProyasEl Fantasma (1996) o Spawn (1997), el pobre salto al cine del personaje insignia de Image Comics, o filmes no precisamente basados en personajes de cómics, pero que prestaban la estética o el estilo del cómic, como el Darkman (1991) de Sam Raimi o The Rocketeer (1991), de Joe Johnston.

Marvel, mientras tanto, estaba hundida en una crisis económica que la llevó a declararse en bancarrota en 1996. Un factor que eventualmente ayudó a la editorial a salir de esa bancarrota fue el licenciamiento de sus propiedades intelectuales a estudios de cine, y uno de los primeros acuerdos alcanzados por Marvel, ya en 1993, fue con el estudio 20th Century Fox, al que cedió los derechos de los personajes de su línea de cómics X-Men.

Técnicamente, el inicio del resurgimiento de los cómics como fuente de taquillazos fue precisamente el año en que Batman y Robin fracasó, cuando Amblin, la productora de Steven Spielberg, estrenó Hombres de Negro, basada en un cómic de una editorial que poco antes había sido comprada por Marvel, y en 1998 Blade, basada en el cazador de vampiros de Marvel y realizada por el estudio New Line Cinema, se volvió un considerable éxito.

Sin embargo, la llamada “nueva era” del cine de superhéroes no comenzaría realmente hasta dos años después de Blade.

Luego de estrenar su galardonado filme Los Sospechosos de Siempre, el joven cineasta Bryan Singer quería hacer una película de ciencia ficción, y luego de considerarlo para la cuarta entrega de Alien, Fox decidió ponerlo a cargo de X-Men, que el estudio había tratado de convertir en una película desde 1993, cuando adquirió los derechos.

El filme resultante sería una producción mucho más temáticamente ambiciosa, emulando la forma en que los cómics originales décadas atrás era un paralelismo del movimiento de derechos civiles y la lucha contra la discriminación en los Estados Unidos. Singer, quien durante su vida lidió con cuestiones de alienamiento y discriminación debido a su homosexualidad, incorporó este subtexto en el filme destacando el aislamiento obligado del personaje de Rogue (Anna Paquin), el extremismo al estilo Malcolm X de su versión de Magneto (Ian McKellen) y otros elementos que bullían debajo de la acción y los efectos especiales.

X-Men sería bien recibida por la crítica e iría a convertirse en un considerable éxito de taquilla, y el mucho más alto perfil de los personajes – más claramente identificables como “superhéroes” que el menos conocido y más ambiguo Blade – fue un indicador claro de la viabilidad de los superhéroes en el cine. Esa viabilidad quedaría indiscutiblemente confirmada un par de años después cuando el Spider-Man de Sam Raimi arrasó con récords de taquilla mundiales.

Singer iría a dirigir la secuela de X-Men en 2004, un filme considerado por la crítica una mejoría considerable sobre su predecesora, pero la posibilidad de dirigir nada menos que la siguiente película de Superman con Warner Bros. hizo que Singer declinara encargarse de la tercera entrega de X-Men.

En 2006, el mismo año en que Singer estrenaría su Superman Regresa, se estrenaba también X-Men: La Batalla Final, bajo la dirección de Brett Ratner, uno de los directores que Fox tenía en mente para la primera X-Men antes de dar el trabajo a Singer. El filme fue severamente criticado por un argumento pobre y sobrecargado de personajes, aunque la acción de la película, de una escala mucho mayor a la vista en los filmes anteriores, fue bien recibida, y el filme se convirtió en otro gran éxito de taquilla, superando ampliamente a X-Men 2.

Pero el descenso en calidad de la saga continuaría tres años después con el primero de lo que se esperaba fueran varios “spin-offs” centrados en personajes individuales de la saga. X-Men Orígenes: Wolverine, una precuela que contaba los orígenes del indestructible mutante popularizado en el cine por Hugh Jackman, fue vapuleada por crítica y público debido a un muy pobre guión y aún más pobres efectos especiales, y alteraciones particularmente insólitas a personajes como Deadpool, interpretado por Ryan Reynolds en el filme en una versión irreconocible que despertó críticas particularmente agrias entre los fans.

El fracaso de X-Men Orígenes llevó a que una eventual película similar sobre Magneto nunca llegara a realizarse. En vez de eso, el siguiente paso fue una precuela a toda la saga en X-Men: Primera Generación, dirigida por Matthew Vaughn y ambientada en los años '60, cuando unos jóvenes Charles Xavier (James McAvoy) y Erik Lensherr (Michael Fassbender), el futuro Magneto, se alían con el Gobierno de los Estados Unidos para formar un equipo de mutantes para detener a un peligroso ser superpoderoso que planeaba iniciar un holocausto nuclear.

El filme de Vaughn, valiéndose de un elenco muy aclamado – que incluyó también a la entonces actriz revelación Jennifer Lawrence – y un tono mucho más relajado que sus antecesoras, aunque sin dejar de hacer referencias claras al comentario social detrás de los X-Men, fue considerada un regreso a la calidad para la saga, y el joven nuevo elenco parecía garantía de un futuro longevo para la saga.

Wolverine tendría su revancha individual en 2013 con Wolverine: Inmortal, que llevaba al mutante a Japón, tomando inspiración de una clásica aventura del personaje concebida por el emblemático autor Frank Miller, y lo ponía a enfrentar su propia vulnerabilidad. El filme dirigido por James Mangold tuvo un recibimiento positivo en taquilla y en crítica.

Y hablando de regresos, Bryan Singer regresaría tres años después con su tercera película de X-Men, tomando como inspiración una de las historias más emblemáticas de los cómics de Marvel, Días del Futuro Pasado, en que la mutante Kitty Pryde volvía al pasado desde un futuro apocalíptico para impedir la destrucción masiva de los mutantes.

Poniendo a Wolverine en el rol del viajero temporal en vez de Kitty, Singer creó un filme que unía a los dos elencos de la saga, el original y la nueva generación, y por medio de unas complicadas vueltas argumentales creaba una nueva línea temporal para los X-Men en el cine, efectivamente borrando de la continuidad a La Última Batalla y X-Men Orígenes.

Aunque el filme fue notablemente bien recibido por la crítica en general, y la taquilla le fue grandemente favorable, una queja en común parecía unir a la mayoría de los expertos; si bien el cine de superhéroes había sufrido notables metamorfosis durante los 14 años que habían pasado desde el estreno de la primera X-Men - notablemente las exploraciones de mayor profundidad iniciadas con el Batman Inicia de Christopher Nolan y la llegada y establecimiento del concepto de los universos compartidos con el experimento de Marvel Studios, que desde 2008 había lanzado numerosas películas interconectadas que llevaban a grandes filmes "de equipo" como Los Vengadores -, la saga X-Men de Singer seguía en el mismo lugar estético y temático en que el propio Singer la había dejado en 2003, a pesar de un intento de Matthew Vaughn por refrescar las cosas con Primera Generación.

Ese universo tuvo otra considerable novedad este mismo año con el estreno de Deadpool, una redención del personaje a cargo del propio Ryan Reynolds y el director Tim Miller, quienes crean una versión mucho más icónica del mercenario bocón al mismo tiempo que se burlan abiertamente del personaje de X-Men Orígenes y juegan con la continuidad al presentar lo que parece una versión alternativa del universo que los filmes de Singer establecen; en Deadpool, los X-Men existen, pero solo vemos a dos de ellos, y las conexiones directas con los filmes de Singer no quedan claras, más aún con la particularidad de que Deadpool frecuentemente señala y se burla del hecho de habitar una película.

Ahora, Singer regresa por cuarta vez al universo mutante con X-Men: Apocalípsis, en la que lleva la acción a la década de los '80, con los acontecimientos alterados por lo ocurrido en Días del Futuro Pasado, y pone a los X-Men a enfrentarse al legendario Apocalípsis, uno de los más icónicos villanos de los mutantes en los cómics y la serie animada de los '90 que tan importante fue para mantener populares a los personajes e influenciar la decisión de Fox de apostar por ellos en el cine.

X-Men es, a pesar de lo que uno pueda o no considerar fallos o impefecciones, la saga de superhéroes más larga en una sola continuidad hasta ahora. Desde el año 2000 hemos tenido dos reinicios de Batman, dos de Superman, dos de los 4 Fantásticos y ya vamos por nuestro tercer Spider-Man, pero el ADN de los X-Men en el cine sigue siendo, a pesar de cambios y renovaciones justificadas por viajes en el tiempo, básicamente el mismo que hace 16 años.

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