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Mar, sol y arena son comúnmente sinónimos de Brasil, pues cada año miles de turistas de todo el mundo llegan hasta sus costas, ávidos de disfrutar de sus exuberantes playas y la calidez de sus aguas. Sin embargo, están aquellos que anhelan descubrir sitios con ofertas culturales para invertir sus días libres en observar y aprender.
El Museo Oceanográfico Univali es con certeza uno de esos sitios que tienen gratas sorpresas para los visitantes que están deseosos de conocer una cara diferente del país. La muestra natural es la más grande de Latinoamérica; tiene algo de historia y muestra la evolución de las criaturas desde que son unos huevos. La experiencia incluye además encontrarse con extraños animales marinos muy bien conservados.
El amor hacia lo que habita en nuestro planeta se materializa en la búsqueda de conciencia que intenta generar en sus visitantes el sitio: “La naturaleza no necesita de las personas, pero las personas necesitan de la naturaleza”, reza una frase emitida en los monitores.
Gabriela Philippson es una joven bióloga que trabaja en el museo con niños y estudiantes, a cargo de quien estuvo la explicación del recorrido, durante el cual puede apreciarse una imagen del hombre pisando la Luna, mientras en el fondo luce el planeta Tierra, a mitad de su esplendor. Ella señala que esta reproducción es una llamada de atención para recordar que hemos conseguido llegar tan lejos, pero sin explorar siquiera la mitad de nuestros océanos.
Este sitio ya tiene 30 años de existencia, pero la muestra del mundo marino abrió sus puertas al público recién en el 2015. Se encuentra ubicado en la Avenida Sambaqui 318, Santo Antônio, de la ciudad Balneario Piçarras, Brasil, a unos 115 km de Florianópolis y solo 34 de Balneario Camboriú, también a escasos kilómetros del parque Beto Carrero.
En un primer momento, cuando uno se encuentra frente a diminutos objetos antiguos parece interesante descubrir qué son y de qué época, pero lo más atractivo está desde la mitad del camino hasta el final, recorrido en el cual puede verse tres réplicas de esqueletos.
Al inicio del itinerario, marcado por los pasillos y las luces que se van prendiendo por el movimiento, hay fotografías de Hans Hass, el primer fotógrafo marino, además de algunos de los equipos que usó para tomar las inexistentes imágenes hasta ese entonces.
Con sus capturas, el planeta conoció un nuevo ecosistema que se mueve por lo bajo y sigue alucinando a los investigadores hasta nuestros días. También hay fotografías de él junto con su esposa, quien con frecuencia era su mejor musa.
En una de las peceras está un tanto escondido un pequeño animalito muy similar al personaje de la película "Buscando a Nemo", conocido como pez payaso. La guía cuenta que los niños al verlo se ponen felices porque creen "haberlo encontrado". En las demás, también se puede observar una gran variedad de peces extraños y coloridos vegetales marinos.
Más adelante, hay un meteorito traído de la Luna, además de una colección de conchas -que alcanza un total de 90.000 unidades- y medusas, según la bióloga. El universo de animales marinos es tal que muchos de ellos aún no pueden exhibirse por falta de infraestructura.
“No hay curso de especialización que me enseñe tanto como estar aquí trabajando con los niños y mostrando a la gente lo que hay; es un mundo que se me abrió”, confiesa Gabriela con una sonrisa de oreja a oreja, expresando así el amor hacia su labor diaria.
La Univali (Universidade do Vale do Itajaí) cuenta con un programa de voluntariado que se lleva a cabo con alumnos de escuelas y colegios de la zona, cuya edad oscila entre los 12 y 15 años. La bióloga comenta con satisfacción que los adolescentes desde tempranas edades empiezan a interesarse en la naturaleza y van despertando una vocación para trabajar a favor de la misma.
En cuanto a la conservación de los cuerpos, indicó que estos se mantienen con mucho formol y que el trabajo de conservarlos requiere de bastante delicadeza. El museo está cerrado los lunes; así quienes trabajan allí pueden dedicarse enteramente a esta finalidad.
Este cuadro preparado para dar a conocer alguna criaturita acuática fue en algún momento albergue de pulpos. Sin embargo, luego de la muerte del segundo, la organización ha decidido buscar otra criatura marina para la muestra. Gabriela lamenta que ya no puedan seguir teniendo estos animalitos que gustan mucho a los niños, pero explica que al parecer se estresan, ya que son de moverse bastante, tanto así que uno quedó trabado en la cañería.
Siempre buscan que estos seres vivos –aclara– estén conformes con su espacio y el estilo de vida, a lo que añade que no le agradan esos parques donde hacen bailar a los delfines o los niños están muy cerca de ellos, puesto que esa cercanía y el ruido acaban dándole gastritis, debido a su extrema sensibilidad.
Los insectos que dan asco a la mayoría de las personas y son prácticamente invencibles a los venenos empleados para eliminarlos de su hogar no solo se hallan en la tierra, también existen bajo el mar. Se trata de animales bastante similares a las cucarachas pero con una corteza más resistente y de un tamaño superior. Bathynomus giganteus es su nombre real.
El museo igualmente alberga a varias especies de tiburones que fueron cambiando de características durante su evolución y el curioso tiburón duende, al que llaman así por la forma de su rostro. Gabriela relata que cuando atacan de alguna manera su mandíbula supera a la frente puntiaguda que tienen.
Y aquí se puede observar a un tiburón espinoso que –según la guía– solo fueron encontrados seis en todo el mundo, de los cuales cuatro están en el museo.
La especialista manifestó con tristeza que la mayoría de los cuerpos de tortugas recibidos allí tienen en su interior colillas de cigarrillo, bolsas de hule y otros plásticos, pues los confunden con su comida debido a la gran similitud existente y ellas no pueden distinguirlas. Además, los faroles de luz cercanos a las playas hacen que las tortugas las sigan al confundirlos con la luminosidad de la Luna, produciendo que al llegar a las avenidas mueran arrolladas por conductores.
Esta enorme tortuga fue encontrada en el ‘98 en Itapema, tiene cerca de 2 metros y pesa 750 kilos. Tuvieron que restaurarla bastante para poder conservarla entera.
En cuanto a las estrellas de mar, hay más de una veintena de especies extrañas, una de ellas –indica– ya en peligro de extinción porque los bañistas tienen la costumbre de tomarlas como recuerdo. “¿Qué necesidad hay de llevarlas para la casa? ¿Por qué no mirarlas y dejarlas volver?”, lamenta Gabriela.
El manatí (trichechus manatus) sería el animal que originó la leyenda de las sirenas. Nos cuenta Gabriela que tienen una enorme cola y mamas. Dice que llevan a sus crías en sus brazos como las mujeres; entonces los marineros alucinando un poco de tantos días de navegar, al ver a estos animales de espalda, sus mamas y cargando a sus crías han imaginado que vieron una sirena.
Solo los lunes el museo no está habilitado, debido a las tareas de mantenimiento de las piezas. Los otros días, los turistas van a visitarlo. Lo normal es solicitar un mediador con anticipación pero solo se admiten hasta 20 personas por grupo. Aunque, según comentaron, en temporada alta acostumbran a poner a un guía en cada sección, de manera a que este vaya dando explicaciones a los visitantes a medida realizan el recorrido.
Para los estudiantes y jóvenes hasta 14 años la entrada es de 15 reales (poco más de G. 25.000) y para los adultos el costo es de 30 reales (poco más de G. 50.000). También es posible ingresar sin la necesidad de un mediador.
En caso de que los especialistas de Univali sean alertados de la existencia de un animal marino en peligro, lo primero que hacen es tratar de recuperarlo y si no se puede, buscan conservarlo lo mejor posible. Los que llegan ya en mal estado, por lo menos se utilizan para la reconstrucción del esqueleto, alega la bióloga.
En el 2013 encontraron en una playa cercana un tiburón ballena de nueve metros, que sería el animal más grande de la exposición. El proyecto consiste en realizar una infraestructura gigante que se encuentre al aire libre específicamente para este animal.
Además de disfrutar las playas en Brasil, este museo permite adentrarse en un mundo que difícilmente conozcamos en nuestro día a día y a la par brinda la posibilidad de ver en detalle animales sumamente extraños y entender lo compleja que puede llegar a ser la naturaleza.
La guía reflexiona que es muy triste a veces ver la realidad, donde muchas personas difícilmente toman conciencia sobre el daño que causan a otros seres vivos. Señala, sin embargo, que el museo representa la esperanza de generar ese interés y por consiguiente, más amor a lo que nos rodea; solo así, los turistas y habitantes de las zonas cercanas al mar podrán disfrutar de la naturaleza pero con conciencia.