Una solución insuficiente

La Asociación "Escuchar" continúa en su lucha por una mejor calidad de vida y una atención más integral para las personas con discapacidad auditiva, haciendo frente a un Gobierno que poco propone para el sector.

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Alberto Acuña es el referente de la asociación que congrega a más de medio centenar de familias que tienen hijos sordos, quienes no se resignan a rendirse ante un mal que tiene solución. Su hija Melisa, quien nació con la discapacidad, fue quien lo motivó a emprender una lucha para que el Estado adquiera el costoso implante coclear para devolverle la audición, valorado en unos US$ 30.000, y que costee los gastos de la operación, que es de alrededor de US$ 10.000.

“Mi lucha fue a raíz de por qué mi hija nomás, por qué Melisa Acuña nomás pudo acceder, por qué Salud Pública pudo comprar para ella y no puede para otras personas” se plantea. Sostiene que al empezar este camino se topó con un montón de puertas cerradas y falta de apoyo, donde aprendió tristemente que la sordera no estaba en la lista de prioridades del Ministerio de Salud.

“Ahora, en los servicios públicos te dicen: ‘A lo mejor es autista’, ‘a lo mejor es esto o aquello’, manejan opciones por descarte y después de un año y medio, cuando el niño o niña ya tuvo que desarrollar su lenguaje, te percatás de que ni balbucea” y luego agregó que lo que recomiendan simplemente es llevarle a una de las escuelas especiales para chicos con este mal.

Sostuvo que en Paraguay, la sordera es tratada como una discapacidad ya solucionada simplemente con enseñarle el lenguaje de señas y los relegan a siempre depender de los demás. Hoy, el país plantea que la única solución es enseñarles el lenguaje de señas. “Eso queremos romper, los están obligando a tener otra discapacidad, les obliga a ser mudos también, porque pero una persona sorda tiene voz, y con una detección temprana y rehabilitación podés escucharle a tu hijo o hija decir: ‘Te quiero’”.

Al respecto, dijo que si se invirtiera para la detección de instrumentos como el 'screening' auditivo, para detectar la sordera al nacer y proveer mayor información a los padres, se puede tratar el mal. “Estamos hablando de un aparato de US$ 7.000, que no es nada para el Estado paraguayo. Con eso se puede detectar y le da tiempo al papá y la mamá de informarse y saber dónde recurrir para tratar al nuevo integrante de la familia”.

Melisa fue la primera en recibir un implante coclear adquirido por el Gobierno, durante la presidencia de Federico Franco, operación que fue realizada en el Hospital de Clínicas, y hace pocos días una joven de 27 años fue la segunda en someterse a esta cirugía en el mismo hospital, luego de que su familia adquiriera el dispositivo.

“Yo planteé que se adquieran los implantes para otras personas a este Gobierno y me dijeron que no había presupuesto. Lo cierto es que se pudo comprar en el anterior, entonces si se puede en este también”, remarcó. El implante coclear sirve a cualquier edad –explica– pero depende de si el beneficiario posee o no lenguaje. “Todos los chicos que nacen sordos son candidatos para el implante. Si les ponés a los dos años, a los cinco ya son normales y hablan como unos loritos”, comentó.

Sin embargo, mencionó que no es preciso comprar este artefacto en grandes cantidades: “Que se inicie de forma gradual, que se adquieran cinco al año; basta y sobra para un comienzo”, acotó. No obstante, aclaró que para tratar este mal no solo es cuestión de implantes: “Es trabajar desde cero con Salud Pública, empecemos con la detección temprana. Hablamos de chicos que nacen hoy en un hospital público y no se puede saber si es o no sordo”, lamentó. También son necesarios rehabilitación y más profesionales, sobre todo en el sistema de salud pública, ya que los pocos servicios son prestados por sanatorios privados y cuestan demasiado para que las familias de clase media para abajo puedan costearlos.

Actualmente, Melisa, quien inspiró esta lucha, tiene 12 años y Alberto cuenta que ella es dependiente de su implante, escucha todos los sonidos, responde, se maneja como una niña normal adaptada a su entorno y hasta juega con los vecinos sin avergonzarse de su implante. “Para nosotros es un milagro, nos cambió la vida”, exclamó. Sostuvo que seguirá en su emprendimiento hasta que el Estado invierta más en este sector, mientras continúa asesorando a aquellas familias que tampoco se resignan a que sus hijos sean sordos toda la vida.

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