Una muerte que nadie vio

El fallecimiento de un joven recluido en la cárcel de Tacumbú deja serias dudas sobre la actuación de los responsables del penal capitalino en el manejo de la situación que trascendió recién una semana después de confirmarse el deceso.

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Una situación de reclusión trae consigo el alejamiento de la familia, por ello los días de visitas son aguardados con ansias por aquellos reos que aún cuentan con el acompañamiento de sus seres queridos, sin importar las circunstancias que los llevaron hasta la cárcel.

El pasado domingo 6 de marzo, doña Victoria fue desde San Antonio hasta el penal de Tacumbú para visitar a su hijo Pedro Javier Lézcano, de apenas 18 años quien fue privado de su libertad por presunto robo de objetos, fue en el portón del penal donde recibió la peor noticia que puede recibir una madre, como lo es el fallecimiento de un hijo.

Entre la angustia y la desesperación de madre intentó conocer más detalles sobre lo ocurrido, pero se encontró con un cerrojo incluso más fuerte del que aprisionaba a su hijo, como era la falta de respuestas concretas de los responsables del penal. Según el relato de la mujer los guardiacárceles solo se limitaron a informarle sobre los procedimientos de rigor para el retiro del cuerpo.

Lezcano guardaba reclusión en el pabellón perteneciente a la Fundación Remar Paraguay, a cargo de pastores evangélicos. Fue en este lugar donde en la madrugada del 27 de febrero el joven falleció. De acuerdo a un pronunciamiento de la organización, desde ese momento iniciaron los intentos por comunicar la situación a los familiares desde la organización.

Al no obtener resultado se dejó constancia en la Dirección del Penal, tanto del fallecimiento como las sucesivas comunicaciones con la familia para notificar de lo ocurrido, sin embargo tuvo que pasar una semana para que detrás de unas frías rejas de metal, le comuniquen a doña Victoria que su hijo había dejado de existir y que estaba envuelto en una sábana en la fría soledad de la morgue.

Luego de que el caso tomó estado público, el director del penal de Tacumbú, Luis Barreto reconoció una “grave omisión” al no intervenir de forma inmediata cuando se produjo el deceso, mas no supo explicar por qué no se comunicó el hecho, cuando existe un protocolo de acción ante situaciones de este tipo.

El silencio de los responsables del penal despertó todo tipo de conjeturas en los familiares, especialmente relacionadas a una muerte violenta como muchas que han ocurrido en el interior del penal, donde el hacinamiento y la precariedad gobiernan.

No obstante la revisión preliminar del cuerpo no mostraba signos de violencia, aún así la madre solicitó una autopsia, por la desconfianza de la versión oficial que aumentó tras la respuesta del funcionario. Ahora se aguarda el resultado para confirmar o desestimar la hipótesis de una muerte no violenta. 

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