Tras las 'Viudas e Hijos del Rock & Roll'

El rock y la ficción nunca estuvieron tan emparejados en la Argentina. Con “Viudas e Hijos del Rock & Roll”, la audiencia se emociona y recuerda a las leyendas del género.

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En su momento fue Graduados (2012); antes, Costumbres argentinas (2003). Esta vez, Viudas e Hijos del Rock & Roll es el programa que vuelve a escudriñar –con afinidad popular– en la nostalgia y los recuerdos de una generación.

Emitida en la Argentina a través de la señal de Telefé, la tira desarrolla la historia de un referente en el mundo del rock nacional (el locutor Roby, interpretado por Lalo Mir), quien muere y abandona un mundo bañado de amores, traiciones, alegrías y dolores, hijos no reconocidos, amores desenfrenados, amistades heridas y muchas noches de rock.

Estrenada en agosto de 2014, el programa está fuertemente marcado por la banda sonora, que evoca a compositores y bandas legendarias del rock en ese país: desde Luis Alberto Spinetta, Charly García y Sumo, pasando por Gustavo Cerati, Andrés Calamaro, Fito Páez y Divididos.

El productor de éxitos de la televisión argentina, Pablo Culell –responsable, junto a Sebastián Ortega, por Underground Producciones–nos revela desde sus oficinas de Palermo, Buenos Aires, los secretos de un éxito que rinde tributo al rock de los ’80.

Viudas e hijos del Rock & Roll es un programa, ante todo, muy nostálgico y emotivo”, arranca Culell. “Desde su premisa, relacionada –no solamente con lo que a la generación de los 40 años le sucede recordando su adolescencia o cómo éramos cuando teníamos alrededor de 20, qué proyección teníamos para el devenir de nuestra vida–, sino también de aquellos momentos en donde la cultura o el contexto cultural nos marcó de manera muy determinante”.

En ese contexto, la música es fundamental, subraya. “La música siempre te marca en la vida y más cuando sos una persona muy joven. Yo creo que el rock argentino, las mejores letras, melodías, los grandes artistas –obviamente que estuvieron a lo largo de la historia–, pero a fines de los ’80, principios de los ’90, hubo una movida de músicos, cantantes, que fue muy notable y está en el imaginario popular. Y toda la generación que tiene de 40 en adelante, a esos artistas los tiene muy impregnados… y los más chicos siguieron escuchando toda esa música, porque nunca pasó de moda. Entonces, la añoranza de aquella época, la nostalgia, esta cosa que tenemos al menos los argentinos –pero creo que es bastante latinoamericana, ante todo– de refugiarnos o tener nostalgia por aquellos momentos de nuestras vidas relacionados con los amigos, con la familia, con lo que nos divertía, lo que nos gustaba, lo que nos enamoraba… Ese es el espíritu que tiene Viudas e hijos del Rock & Roll, como lo tuvo, en su momento, otro gran éxito que fue Graduados”.

-La nostalgia es una temática importante en los últimos éxitos que produjo Underground…

-Creo que, desde el principio, hay algo que nos pasa a los productores, a Sebastián Ortega y a mí –que también somos los creadores de estos programas, junto al equipo autoral desde ya– que nos identifican este tipo de temas y sentimos que eso también está en la calle: uno tiene, como productor artístico, una intuición especial para sentir lo que a la gente le está pasando o lo que le puede llegar a pasar. Y esto uno lo ve en el ADN, al menos de los argentinos.

Y creo que, principalmente en estos últimos años, con todo lo que fue la explosión del Facebook y los reencuentros de los compañeros de colegio y demás, en donde todos nos volvimos a poner un poco más adolescentes y buscamos ese tipo de afectos primarios, que tal vez son los más genuinos… porque son los que nos marcaron; es en donde nosotros nos sentimos cómodos, contando historias.

Yo creo que, igualmente, el primer amor, los grandes amigos de la adolescencia, la familia, nos remonta más allá de diferentes momentos políticos, sociales y económicos, a aquellos momentos de muchas cosas en nuestras vidas que nos hicieron bien, que nos dieron felicidad, que nos dieron alegría, y uno creo que se refugia en esas cosas.

Es muy de nosotros todo eso, por eso Costumbres…, Graduados y Viudas… tienen esa base. En el espíritu, al menos, que evidentemente tiene que ver con que nos gusta contar a nosotros, y que la gente lo recibe tan bien, porque fueron grandes éxitos.

-¿Cómo trabajan, en conjunto con los autores, en los libros de Viudas…?

-Los autores, ante todo, lo que siguen es una línea dramática, un cuento, como en todo, donde tiene que haber un conflicto en particular y fuerte, en las historias de amor, en las historias de amistad, en las historias vinculares y en el ámbito. La libertad, obviamente es absoluta, pero se conversa, todo en función de lo que uno quiere contar y cómo quiere contarlo.

No solamente hay que contar, sino que hay que darle forma. Pero, después, todo lo que remite a la parte musical, que es otra protagonista de la historia, más allá de la radio –una radio que atravesó tres décadas en la trama y que se cuenta desde el presente–, ahí sí interviene el musicalizador, el gusto musical que tiene Sebastián Ortega y los autores desde ya, porque somos todos de la misma generación y seguimos los mismos gustos musicales… pero se trabaja en conjunto, en equipo.

-En la banda sonora no falta música de Spinetta, Sumo, Calamaro… la escuela clásica del rock argentino.

-Sí, sí. Obviamente que hay músicas y bandas que no pueden no estar. Spinetta, Soda Stéreo, Gustavo Cerati, Charly García, Virus, Sumo, Divididos, Redonditos de Ricota y así siguen las firmas. ¡Y seguirán!

De hecho, contamos con la participación de Fito Páez como invitado. Los músicos interactúan haciendo de sí mismos. Así que ese es como un atractivo extra, más allá de la historia, pero que entra de manera orgánica en el cuento porque se trata de una radio.

-Muchas de las figuras del rock, vivas, que nombraste se rehúsan a participar de proyectos como éste. ¿Les resulta difícil convocarles?

-Los músicos se sienten muy bien tratados porque el programa es un homenaje a la música nacional. Además, es una vidriera de exposición en un momento en el que, tal vez, la televisión no le da lugar a los artistas, como en otros tiempos.

La tele se transformó más en un circo un poco mediático y de personajes mediáticos que están de moda un ratito, divierten y punto, y estos artistas a veces no tienen su lugar. Y un programa con estas características, con tanta audiencia, y donde realmente se los deja ser ellos mismos, se lucen y pueden mostrar sus nuevos éxitos o recordar los anteriores, y obviamente les gusta participar.

-¿El rating influye en los contenidos de la tira? ¿Cómo manejan las cifras con relación a las tramas y subtramas a nivel autoral?

-El rating es una herramienta de trabajo. No vamos a ser tontos: somos productores, el rating lo necesitamos. Uno tiene que ver no solamente cuántos te miran, sino quiénes te miran, quiénes son dentro de ese numerito global y, en función de eso, no te digo que vas variando, sino tal vez vas apuntalando determinadas zonas de la historia: las que funcionan y las que no funcionan tanto.

Es una herramienta de trabajo más, fundamental para lo que es obviamente el movimiento de la industria. Pero desde el punto de vista del trabajo concreto, uno ve eso, pero también indaga un poco más. Hoy están las redes sociales, en el mismo momento que el minuto a minuto: tiene que saber leer y escuchar todo tipo de opiniones para después tomar decisiones, antes que quedarse con lo que te dice cierto grupo de gente, porque también son targets muy específicos. Uno le da importancia a todo, pero no te podés quedar solamente con los que son muy fanáticos ni los que son muy detractores. Siempre hay algo detrás que no es del todo muy objetivo.

-Y en caso de urgir esos cambios, ¿cómo se adaptan a la historia?

-Hay que hacer un promedio de opinión, como digo yo, entre todo lo que te dicen, lo que escuchás, los trabajos de investigación de campo, y con eso tomás algunas decisiones pero siempre tratando de respetar la historia con la que empezaste a contar y con la que vos apostaste; porque, en definitiva, a veces hay que darle tiempo a las tiras para que se asienten.

Hacer cambios sobre el momento en función de un día –que puede haber un montón de cuestiones coyunturales que pueden hacer que el programa pueda tener más o menos rating que el programa en sí mismo– puede ser un gran error en la ficción, concretamente. Entonces vos tenés que darle tiempo para que el programa se asiente y para poder realmente analizar qué puede estar gustando o no dentro de una propuesta.

-¿Cuál es el mayor desafío de hacer ficción hoy en Argentina? ¿Lo financiero?

-Siempre pasa por lo financiero y lo económico, eso sin dudas, porque en todo el mundo la parte económica pesa, y fuerte, y más cuando uno no cuenta con los presupuestos, como en los países más desarrollados en materia de ficción. Pero, así y todo, se hace una muy buena televisión, justamente porque estamos muy limitados en recursos y muchas veces vos mirás los programas y no se nota. Hay mucho esfuerzo puesto, pero creo que eso es fundamental. Sabés que contás con un dinero determinado y que, comparado con otras cosas, que realmente son cifras muy importantes, pero que las sabés usar, que están bien puestas. Y después decis: bueno, hay un factor mágico que hace que los programas, que por más que vos achiques todo tipo de riesgo y creas que estás cumpliendo con todos los preceptos que se deben tener para ser una ficción exitosa; se produce la magia o no se produce una magia cuando el programa se estrena. Y la agente lo acepta o no lo acepta. Siempre el público es soberano y es el que toma la decisión, desde ya. Y eso nunca lo podés saber. Vos podés creer, lo podés intuir, pero la última palabra la tiene la audiencia.

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