A 40 años de una tragedia en plena selva de Guyana

Antes del ataque del 11 de setiembre de 2001 en EE.UU., la mayor tragedia provocada intencionalmente había sido el suicidio colectivo de estadounidenses de la secta El Templo del Pueblo, ocurrido en plena selva de Guyana el 19 de noviembre de 1978. 

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Tim Carter (30), encargado de la estación de radio de una colonia agrícola en la selva de Guyana, donde vivían poco más de mil ciudadanos estadounidenses adeptos a una secta evangélica cristiana, cargaba junto a su hermano Mike, un cofre con tres millones de dólares en efectivo, oro y piedras preciosas, con destino a la casa del pastor Jim Jones (47), cuando vio a una mujer tendida e inmóvil en el suelo, justo en la entrada del campamento.

Carter se acercó a la mujer y para su sorpresa, era su propia esposa, quien yacía muerta con su bebé de pocos meses de vida abajo de ella. 

Ambos habían fallecidos envenenados con cianuro, iniciando el apocalipsis del que serían víctimas 914 personas quienes residían en Jonestown, la secta religiosa denominada Templo del Pueblo, liderada por el pastor Jim Jones. 

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A mediados de la década del 50, Jones, un joven de 26 años, hijo de inmigrantes escoceses y quien desde pequeño se sintió atraído profundamente por la religión, fundaba la secta evangélica Templo del Pueblo en su natal Indiana al tiempo que ingresaba a las filas del Partido Comunista de los EE.UU. 

A comienzos de los años 70, muda la sede del Templo del Pueblo a San Francisco, California, donde comienza a ganar popularidad y a sumar adeptos. 

Para 1974 ya son más de 3.000 sus seguidores y no tardan en aparecer las denuncias de abuso sexual, maltratos y hasta casos de esclavitud. 

Presionado por las denuncias y anticipando una intervención del gobierno de los EE.UU., a su secta, Jones decide adquirir 1.500 ha en la selva de Guyana para luego, en 1976, mudar la sede central de su culto a dicho país sudamericano, favorecido por el idioma inglés y por el sistema de gobierno cooperativo socialista que comenzaba a imponerse en Guyana. 

Alrededor de 500 de sus adeptos lo acompañaron al corazón de la selva y comenzaron una aventura impulsada por el sueño de la creación de una comunidad agrícola autosustentable. 

La dureza de la vida en la selva fue natural para los primeros meses pero pasado algún tiempo, la situación no mejoraba y las condiciones paulatinamente se deterioraban para la población que para ese entonces ya contaba con algo más de mil personas, entre ellos 300 niños. 

El lugar fue bautizado como Jonestown y contaba con una oficina administrativa en Georgetown, la capital de Guyana. 

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Con el correr de los meses, las mismas denuncias que aparecieron en California se replicaban ahora en Jonestown y condimentaban las noticias de varios medios estadounidenses, lo que despertó la curiosidad del congresista demócrata, Leo Ryan, quien junto a varios periodistas y fotográfos, organizó un viaje para cerciorarse en el lugar mismo de la veracidad de estas denuncias. 

Jones, quien se jactaba de su cercanía con el presidente Jimmy Carter y su entorno, se entera del viaje del congresista Ryan y decide enviar a la capital de Guyana por un tiempo prudencial a quienes consideraba que vivían descontentos con el sistema en la secta.

Los más dóciles y manejables se quedaron a organizar la comunidad y no fueron para nada sorprendidos por la llegada de los reporteros acompañando al congresista. 

Tras una breve estadía, Leo Ryan y el grupo de periodistas se marcharon conformes con lo observado y con lo conversado con los residentes de Jonestown pero cuando estaban por abordar el avión que los llevaría de regreso, un grupo de catorce adeptos a Jones, quienes no estaban del todo conformes con la forma de vida y el liderazgo de Jones, pidieron ayuda al congresista.

Jim Jones se dio cuenta de lo que sucedía y envió tras sus “ovejas descarriadas” a un grupo de guardias armados, quienes al llegar al aeropuerto local abrieron fuego contra todos, matando al congresista demócrata Leo Ryan, a dos periodistas de la NBC, a un fotógrafo y uno de los que pretendían huir de Jonestown. 

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Al mismo tiempo, a pocos kilómetros del lugar, Jim Jones daba la orden de iniciar lo que llamaba “la noche blanca”. Ésta era una prueba de fidelidad que se realizaba con mucha frecuencia y consistía en beber un preparado que contenía cianuro. Por supuesto que esto nunca era real y era más una prueba de fidelidad que de sacrificio. 

Pero esa noche, la “noche blanca” se convirtió en realidad. Las enfermeras y médicos de la secta comenzaron a aplicar el cianuro con jeringas a los niños muy pequeños y con sorbos de cucharitas a los niños más grandes. 

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Los adultos comenzaron a beber en vasos de papel de un enorme recipiente, “aids-cool”, una bebida muy popular en los EE.UU en aquellos años mezclado con cianuro y cuyo efecto no tardaba en aparecer. 

Los hermanos Tim y Mike, al observar que la tragedia comenzaba a tomar forma, huyeron del lugar, perseguidos por mujeres vestidas de enfermeras y doctores que portaban jeringas.

Amparados por la noche, Tim logra saltar la cerca y se interna en la selva, donde permaneció por horas inmóvil sin importarle que todo tipo de alimañas se pegaran a él. 

En ese lapso, afirma haber escuchado varios disparos, lo que luego fue confirmado tras encontrarse a Jim Jones muerto a balazos, eliminado por uno de sus centinelas como parte del rito final.

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Quienes fueron trasladados a la oficina central administrativa de la secta en Georgetown para ser escondidos de Ryan, sobrevivieron, así como varios adeptos que lograron huir apenas comenzó el demencial sacrificio colectivo inducido por Jim Jones. 

Oficialmente un total de 914 personas perdieron la vida, entre ellos el propio Jones y con ellos, los 300 niños de la secta . 

Con la llegada de la policía guyanesa y pocas horas después, la presencia de agentes federales y militares norteamericanos, el mundo fue conociendo de a poco la magnitud de esta tragedia.

Primero fueron 250 los muertos, luego sumaron 400, más tarde 500 y 750. Cada día eran actualizados estos números a medida que iban siendo encontrados los cadáveres en la espesura de la selva  o dentro de las propiedades de la comunidad religiosa. Tuvo que transcurrir una semana después del hecho, para que las cifras de muertos dejaran de crecer y se estancaran en 914.

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La total sumisión al pensamiento e ideas de Jim Jones llevaron a la muerte a sus seguidores, quienes casi sin chistar asesinaron a sus hijos y luego se mataron, siguiendo las instrucciones del líder religioso en quien confiaban y en nombre de quien finalmente perdieron sus vidas. 

Jones, un fanático pero inteligente religioso de 47 años, se hacía llamar "padre", creía y decía ser el Mesías y pretendía que lo vieran como la reencarnación de Jesús. Era muy apreciado por los políticos de California, donde representaba una fuerza electoral interesante.

De allí su vínculo con las autoridades norteamericanas de ese entonces y la facilidad para mover la enorme estructura de su secta de California a Guyana.

Lo increíble es que varios sobrevivientes regresaran luego a California a continuar su vida dentro de la secta Templo del Pueblo, con los adeptos que habían decidido no seguir a Jim Jones, el líder y fundador, a su carrera hacia la muerte en Guyana.

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