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Tras 32 años de trabajar como empleada doméstica, de los cuales al menos 27 fueron prácticamente sin descanso, domingos ni feriados, Marciana Santander celebra que desde el 13 de octubre pasado, por ley -la del trabajo doméstico- tiene ahora derecho a trabajar ocho horas diarias y si trabaja más deberá percibir el pago por esas horas, así como el derecho al descanso semanal de 24 horas y los días feriados.
Marciana, presidenta de la Asociación de Empleadas Domésticas del Paraguay (ADESP), empezó el trabajo doméstico a los 15 años en la casa de unos tíos suyos en Ciudad del Este, lejos de su ciudad natal, La Colmena. Ella recuerda que le pagaban, pero su condición en ese entonces era básicamente lo que hoy se conoce como “criadita”, y es justamente para evitar el fomento del criadazgo que la normativa prohíbe que menores de 18 años puedan trabajar en el ámbito doméstico.
Como la historia de Marciana probablemente existen cientos, miles, porque según las estimaciones de las organizaciones de trabajadoras domésticas, en Paraguay hay más de 200.000 personas trabajando en el rubro, prácticamente en su totalidad mujeres, que antes no tenían derecho a jubilación ni a vacaciones y cuyo acceso al seguro social era limitado en el área de la salud. Eso y otras discriminaciones “legales”, como el no poder ganar el salario mínimo vigente en el país, las llevó a armarse de valor y comenzar una lucha.
“Nuestro trabajo tiene el mismo valor, es digno como cualquier otro, los parlamentarios nos discriminaban diciendo que nosotros no tenemos ningún título como para ganar salario mínimo”, dijo Librada Maciel, del Sindicato de Trabajadoras Domésticas y Afines de Itapúa (Sintradi).
Ahora, la ley establece las vacaciones, la jubilación y el acceso total a los servicios del seguro social de IPS. Sin embargo, no todo fue una victoria contundente. El Código del Trabajo establecía que las trabajadoras domésticas debían percibir solamente el 40% del salario mínimo vigente, lo que ahora se elevó al 60%, con lo que las trabajadoras domésticas no podrán percibir menos de G. 1.094.433.
En este punto son claras: no están contentas. No es lo que quieren y por eso seguirán luchando de forma organizada. “Es un aumento, ya avanzamos un escaloncito, pero tampoco vamos a quedarnos con eso”, afirmó la mujer de 41 años cuyos deseos de superación la tienen estudiando el bachillerato que no pudo terminar antes.
Oriunda de Itapúa, también probó el sinsabor de abandonar su terruño en busca de mejores oportunidades y así fue a parar a Buenos Aires, lo que la alejó de su hijo pequeño, mientras paradójicamente las empleadas domésticas fungen también de niñeras de hijos e hijas ajenos. Pero ahora, comentó, la ley clasifica que el trabajo y el cuidado de niños y personas adultas mayores o enfermas es aparte. “Lavar el auto o bañarle al perro ya no es más nuestro trabajo”, dijo refiriéndose a la ley.
Ambas mujeres, orgullosas de su trabajo, ya miran hacia nuevos horizontes. Por un lado, la Asociación de Empleadas Domésticas del Paraguay (ADESP) planea transformarse en Sindicato, porque ahora “ya están preparadas” para ese paso, dijo Marciana, pero también resaltó el temor a organizarse que aún existe en sus compañeras.
“Ahora pensamos cambiarnos a sindicato, antes pensábamos que no estábamos preparadas para convertirnos en sindicato, empezamos luego de cero porque no entendíamos nada de organización, pero participando en talleres entendimos qué es nuestro derecho, cómo tenemos que pedir, cómo exigir. Ahora llegamos a esto y no tenemos más miedo para hablar, para salir en la tele, en los diarios; yo por ejemplo cuando comencé ni quería levantar mi cabeza para hablar y ahora ya no tengo más miedo”, explicó.
Mientras tanto, en un plano más global de las organizaciones, Librada anunció que ya están calendarizando eventos para el 24 de febrero, Día de la Mujer Paraguaya, y para el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.