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El preconcepto existente hacia los chacariteños siempre afecta el nombre del barrio y las noticias negativas son las que siempre prevalecen. Sin embargo, en medio de las problemáticas sociales, se destaca un lugar lleno de arte, un espacio donde los pequeños del barrio se refugian y escapan de todas sus preocupaciones.
La Escuela de Música Sonidos de la Chacarita nació hace cuatro años y recibe a 135 estudiantes, entre niños y adultos. Muchos de ellos provienen de familias muy carenciadas, viven en situación de hacinamiento y trabajan en las calles, de donde salieron para encontrar allí una oportunidad de salir adelante a través del arte.
“Vienen sin comer. Me dicen: 'Vos sabés, profe, que hoy no comí, no desayuné o no almorcé'”, relata Óscar Escurra, quien lleva tres años enseñando en el lugar. Esas palabras son como un puñal en el corazón del docente, quien lamenta no poder hacer mucho más por “sus chicos”.
“A veces me toca hacer de psicólogo, escuchar sus problemas o asumir los problemas que tienen”, expresa el maestro, a la par que destaca el compromiso de los chicos, quienes asisten a la escuela puntualmente, siempre por amor a la música.
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“La música llena el corazón y llena el alma”, destaca en otro momento. Escurra relata que ya enseñó a estudiantes de conservatorios con mayor capacidad económica, pero sus alumnos de Sonidos de la Chacarita son quienes más compromiso e interés le han demostrado.
“Siempre se le tilda (a la Chacarita) como un barrio duro, difícil, de gente mala. No niego que hay gente mala, pero detrás de estos chicos hay personas muy buenas y trabajadoras”, afirma.
Por ejemplo, menciona, la abuela de una de las niñas es vendedora en el Mercado 4 y, cada vez que puede, reparte jugo para los estudiantes. “La gente que tiene menos ayuda con más. Eso aprendí en carne propia, acá”, resalta.
“Yo no enseño por dinero, lo hago por la satisfacción de ver que mis chicos salgan de ese mundo en el que siempre están tentados, porque acá tenemos cerca las drogas y muchos otros vicios vanos”, menciona el maestro.
Su intención es, sobre todo, que los estudiantes sean buenos ciudadanos, que aporten algo bueno a la sociedad. “Que sumen, no que resten”, resume.
En Sonidos de la Chacarita ofrecen cursos de canto, teclado, guitarra, viento, percusión y violín. Las clases se desarrollan en las aulas del Centro Comunitario de la Chacarita.
Todos los instrumentos que utilizan fueron donados o comprados gracias a los aportes y los niños tienen la posibilidad de llevarlos hasta sus casas para poder practicar las canciones.
Paula Cino tiene 19 años y empezó con Sonidos de la Chacarita en el 2017, asistiendo a las clases de violín. A la par, realizó varios talleres de liderazgo en el Centro Comunitario del barrio y, por ser una de las mayores del grupo y demostrar gran compromiso, la Asociación de Padres le encomendó la coordinación de la escuela.
Se está formando para ser profesora, por lo cual ayuda a los más pequeños que se inician en este instrumento. La joven destaca que ha visto cómo muchas vidas han cambiado desde que ingresó a la escuela; por ejemplo, vio a niños con comportamientos conflictivos volverse más responsables y sociables.
“Muchos (niños) que antes tenían realidades muy difíciles, ahora sueñan con la idea de ser músicos y luchan para alcanzar esos sueños; se esfuerzan, son puntuales. Muchos tienen el sueño de ser músicos algún día y poder darles una casa a sus papás”, menciona.
Además, al igual que el profesor, mencionó que Sonidos no solamente se enfoca en formar buenos músicos, sino también en personas de bien.
Una de las alumnas con más experiencia dentro de la escuela es la pequeña Iris Benítez Corrales (11 años), quien acude a clases prácticamente desde la apertura hace cuatro años.
La niña, quien expresa su total emoción por los viajes y presentaciones en los escenarios, afirma conocer al menos 30 canciones. “(La música) me emociona mucho; me saca las tristezas que tenga a veces”, agrega sonriente.
Desde este año la escuela se sostiene gracias a la Asociación de Padres, que organiza polladas, hamburgueseadas, rifas o diversas actividades para recaudar fondos. Solamente para cubrir salarios necesitan G. 7.500.000 mensuales; a eso se deben sumar los costos de movilidad para los conciertos, gastos de cuerdas, reparaciones de instrumentos y uniformes.
Jonhy Lugo, presidente de la Aso, estima que el presupuesto anual de la escuela de música es de alrededor de G. 105.000.000. “Hasta hoy en día estamos aguantando; estiramos mucho”, señala.
Hasta el año pasado el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) dispuso de fondos para costear los gastos del conservatorio, que Hábitat para la Humanidad administraba, pero desde este 2018 la escuela está totalmente a cargo de la Asociación de Padres.
“Llevamos nuestros papeles de aquí para allá, para conseguir padrinos o donaciones de algún tipo. Hasta hoy en día no contamos con ayuda alguna y por eso todo lo que conlleva los gastos los tratamos de sobrellevar organizando polladas y cosas así. Todo es autogestión”, afirma Lugo.
Quienes deseen contactar con Sonidos de la Chacarita, para donaciones o contratos, pueden hacerlo a través del presidente de la Asociación, al (0961) 380 915, o con Paula, al (0984) 149 587. Actualmente están vendiendo las rifas de Sonidos de mi Tierra, cuya ganancias, en un porcentaje, serán destinadas a esta escuela.
Dentro de sus carencias, la Aso intenta ofrecer al menos el desayuno para los niños una vez a la semana, a fin de brindarles alimentación necesaria para concentrarse en las clases. Sin embargo, desearían poder hacerlo con más frecuencia, considerando que algunos niños no tienen siquiera qué comer.
Lo que más desean, tanto padres como docentes y alumnos, es que se les ofrezca la posibilidad de actuar para distintos eventos. Aman subir a los escenarios o compartir con la gente las canciones que aprenden.
Aspiran a ser reconocidos por el talento que poseen y, con las ganancias obtenidas a través de las actuaciones, esperan poder solventar los gastos para que la escuela siga sosteniéndose para formar a más artistas.