Roa y el histórico Cervantes

Luego de años de exilio, Augusto Roa Bastos no solo celebraba la posibilidad de regresar al país tras la caída de la dictadura, sino también el mayor galardón de las letras castellanas, el Premio Cervantes.

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2074

Cargando...

Pasaban las 12:15 de aquel jueves 26 de abril de 1990 en España. Presidían el acto, en la Universidad Alcalá de Henares, los Reyes Juan Carlos y Sofía. La ceremonia inició con la interpretación del himno nacional español en una sala con más de doscientos asistentes. Entre los presentes se encontraba el ministro español de Cultura, Jorge Semprún, quien presidió el jurado que concedió a Roa Bastos el premio en solo dos vueltas de escrutinio.

Seguido del himno, el Rey Juan Carlos declaró abierta el evento y el director general del Libro y Bibliotecas de España tomó la palabra para informar la composición del jurado que escogió a Roa Premio Cervantes 1989. A continuación, el monarca procedió a entregar la placa y la insignia al célebre escritor nacional.

Augusto Roa Bastos destacó en su discurso la importancia de este galardón, no solo por tratarse del más alto honor de las letras castellanas, sino por su coincidencia con la reciente caída de la dictadura de Alfredo Stroessner. Resaltó el gran valor de este premio, para todos los paraguayos, puesto que llegaba también en un momento de cambio histórico, político y social.

Recordó también a los miles de compatriotas que, al igual que él, tuvieron que vivir exiliados y recién en ese momento empezarían a volver a su patria, luego de pasar años lejos de sus seres queridos. El discurso estuvo cargado de referencias a Paraguay, su pueblo y su cultura y el cambio generado con el derrocamiento de la dictadura

“Veo el Premio Cervantes como un doble galardón a mi obra y a la cultura de mi patria. Y como tal lo celebro en tanto paraguayo de origen y en cuanto español por adopción, ciudadano de nuestras patrias, hijo y defensor de su unidad en la vida cotidiana y en el tiempo de la historia. Hay un hecho que me enorgullece: el haber plasmado mi novela Yo El Supremo en el modelo del Quijote con esa apasionada fidelidad que pueda llevar a un autor a inspirarse en las claves internas y en el sentido profundo de las obras mayores que nos influyen y fascinan.

El núcleo generador de mi novela, en relación con el Quijote, fue la de imaginar un doble del Caballero de la Triste Figura cervantino y metamorfosearlo en el Caballero Andante de lo Absoluto; es decir, un Caballero de la Triste Figura que creyese, alucinadamente, en la Escritura del Poder y en el Poder de la Escritura, y que tratara de realizar este mito de lo absoluto en la realidad de la Insula Barataria que él acababa de inventar; en la simbiosis de la realidad real con la realidad simbólica, de la tradición oral y de la palabra escrita.

Imaginé que este vicediós del Poder hubiese leído la sentencia que se lee en el Persiles: "No desees, y serás el más rico hombre del mundo". Cervantes lo deseó todo y fue el hombre más pobre del mundo, al menos en lo material, pero volvió ricos a los hombres de todos los tiempos con su obra imperecedera.

El Supremo Dictador de la República solo deseó el poder absoluto y lo tuvo en sus manos sin dejar de ser también el hombre más pobre del mundo, puesto que su riqueza era de otra especie. Le bastó al déspota ilustrado que el país de cuya emancipación había sido el inspirador y ejecutor fuese el más independiente y autónomo en la América de su tiempo.

Aquí comenzó la contradicción de lo absoluto en el espacio de la historia, que es el reino por antonomasia de lo relativo: la libertad como producto del despotismo; la independencia de un país bajo el férreo aparato de una dictadura perpetua.

La literatura es capaz de ganar batallas contra la adversidad sin más armas que la letra y el espíritu, sin más poder que la imaginación y el lenguaje. Y es esta batalla el más alto homenaje que me es dado ofrendar al pueblo y a la cultura de mi país que han sabido resistir con denodada obstinación, dentro de las murallas del miedo, del silencio, del olvido, del aislamiento total, las vicisitudes del infortunio y que, en su lucha por la libertad, han logrado vencer a las fuerzas inhumanas del despotismo que los oprimía”.

 

Según publicaba el diario El País de España, el Rey definió en su discurso a Roa Bastos como: "hombre de letras e ideas, de palabras y de conciencia. Un escritor que nunca ha deslindado su obra, destinada como arte a todos los hombres, de su condición de demócrata y amante de la libertad destinado a su pueblo de Paraguay".

El Rey cerró el acto de premiación calificando al escritor como “un vínculo mediante el que la lengua de culturas amplias y distintas, como la española y la hispanoamericana, se encuentran, y de una literatura dirigida al sentir y al actuar de los hombres".

El Premio Cervantes es como el Premio Nobel de las letras hispánicas. Fue instituido en 1974 con el propósito de honrar una obra literaria completa. Los candidatos son presentados por el pleno de la Real Academia Española y por las Academias de los países hispanos y los premiados en años anteriores, según explica la Secretaría Nacional de Cultura.

El jurado se halla presidido por el ministro de Cultura y Educación de España y desde 1980, este premio solo puede ser concedido a uno de los candidatos. La ceremonia de entrega del galardón se realiza en abril de cada año.

“La concesión de este premio a Roa Bastos para nuestro país fue un hito, verdadero peldaño que abrió las puertas al conocimiento del Paraguay, de su literatura, de su compleja situación de la construcción de su democracia que aún continúa. Su obra ya había recorrido gran parte del mundo, había sido traducida a más de veinte idiomas, pero el Premio Cervantes reforzó esa trascendencia y le dio visibilidad al Paraguay”, señala la Secretaría sobre la importancia de este galardón otorgado al compatriota.

En 1990, Roa Bastos planteó hacer la donación de una parte del dinero ganado con el Premio Cervantes, que totalizaba unos 94.339 dólares, al Congreso Nacional, para que después fuera destinado al proyecto Fundalibro Cervantes, al que estuvo dedicado desde entonces. El proyecto comenzó a tomar forma y obtuvo el apoyo de las Naciones Unidas, cuando su representante en Paraguay, Hanz Kurs, lo incorporó al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Kurs relató que Fundalibro tenía como intención “introducir la lectura en todo el país como algo normal y que no sean solo 2.000 paraguayos que compren libros, sino todo el mundo tenga acceso”. En la misma entrevista, hecha ya en el 2005, el representante de la ONU contó que el proyecto no funcionó puesto que el Ministerio de Educación no aportó lo necesario para impulsarlo, decían que el Paraguay estaba empobrecido como para gastar en esas cuestiones.

Al principio, España iba a cooperar con el proyecto, pero también se retiraron por falta de fondos. “Con la excusa de los quinientos años, las Olimpiadas, Sevilla, todo les había costado demasiado. Fuimos con don Augusto y el viceministro de aquel entonces de Relaciones, fuimos a ver al ministro de Relaciones de Madrid, nos invitaron a los dos ser parte de la delegación paraguaya para la cumbre de presidentes en aquel entonces, pero al final no se pudo concretar. El iba a poner el dinero que había recibido en el Premio Cervantes y nosotros íbamos a poner una parte, pero evidentemente era una cuestión de envergadura sin el apoyo institucional y más recursos no era factible”, relató Kurs.

Así moría uno de los más grandes sueños de Roa: lograr que la literatura pueda llegar a todas las personas del país. 

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...