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La problemática de las drogas normalmente está enfocada en las ilícitas, como el crack o la cocaína; sin embargo, hay una lista de sustancias legales a las que acceden adolescentes, las cuales son adictivas y bastante nocivas para su desempeño social y escolar.
El estudio de Prevalencia de Consumo de Drogas, Factores de Riesgo y Prevención en Jóvenes Escolarizados de 12 años y más, publicado en el 2015 por la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) con el apoyo de otras instituciones, define a los tranquilizantes como “sustancias depresoras del sistema nervioso central (SNC) que, a dosis bajas, disminuyen los estados de excitabilidad nerviosa, y a dosis altas son capaces de inducir al sueño”.
Indica, además, que esta droga es capaz no solo de producir relajación, sensación de bienestar, disminución de la tensión y la angustia, sino también provoca apatía, confusión, somnolencia, alteración de la coordinación motora, inestabilidad emocional, violencia, agresividad y convulsiones, a lo cual se debe la preocupación principal de su consumo.
Estos medicamentos son recetados usualmente por los especialistas para tratar el insomnio, molestias musculares y la ansiedad. Pertenecen al mismo grupo de sustancias del alcohol, puesto que comparten efectos sedativos.
El inconveniente consiste en que estas sustancias son adictivas; por consiguiente, una vez que se inicia el consumo, a través del tiempo se precisa de dosis mayores para sentir los efectos, lo cual a su vez aumentan. Las drogas más comunes en nuestro país son clonazepam y alprazolam.
“Es un tema clave y que hay que tocar, principalmente porque afecta los adolescentes; entonces, no es un problema menor el uso de tranquilizantes sin receta médica”, enfatizó Graciela Barreto, titular de la dirección general de Reducción de la Demanda de Drogas de la Senad.
Barreto comentó que, lamentablemente, la mayoría de los adolescentes acceden a tranquilizantes sin receta médica en sus propios hogares, es decir, cuando son recetados a sus padres o abuelos, y así logran llegar a las pastillas. Otro caso frecuente es cuando los padres automedican a sus propios hijos.
Néstor Aguilar, director de control y fiscalización de fármacos de la misma entidad estatal, coincidió en este punto y recordó que existe una dificultad de los menores de edad para adquirirlos directamente de las farmacias, por lo que, a menudo, pueden conseguir estas sustancias por descuido de los mayores, quienes a veces ni llevan la cuenta de cuántas pastillas han ingerido.
En bajas dosis, explica el material de la Senad, estas producen poca perturbación de las funciones cognitivas y actividades cotidianas, pero con el aumento de la dosis la alteración de las mismas son superiores; entonces, si se realiza combina el alcohol con tranquilizantes se alteran todas las funciones que pueden derivar incluso en dependencia cruzada y derivaciones fatales.
Todas las farmacias deben registrarse en el Ministerio de Salud y la Senad para comercializar los medicamentos, más si son controlados, esta habilitación vence anualmente y cuenta con un plazo de inscripción, que justamente cierra este marzo. Actualmente, hay un total 356 firmas de farmacias, que comprenden 1.651 locales registrados en todo el país.
Tanto la cartera sanitaria como la dependencia antidrogas se encargan de controlar que la comercialización de estas pastillas controladas estén garantizadas por las recetas médicas, ya sean las simples –de una sola hoja blanca–, o las más delicadas cuadruplicadas, –con cuatro copias de varios colores–.
Aguilar manifestó que, normalmente, salen con agentes del Ministerio de Salud, que encabeza los procedimientos, a realizar rondas para controlar si las farmacias cuentan con las recetas requeridas en relación con los medicamentos ya vendidos.
Desde la Senad comentan que la mayor parte de las fugas se da cuando los farmacéuticos venden un blister y se quedan con la receta médica, luego comercializan los que quedan: otro inconveniente viene del contrabando, causante de que incluso se comercialicen medicamentos controlados en el supermercado o despensas.
Relató que en un recorrido que realizaron en Salto del Guairá el año pasado incautaron todo tipo de medicamentos de despensas, mercerías y supermercados, negocios que no están habilitados para estas ventas.
La receta médica es válida por ocho días, contados a partir de la fecha de su expedición, según la Ley 1340/88, “que modifica y actualiza la Ley 357/72, que reprime el tráfico ilícito de estupefacientes y drogas peligrosas y otros delitos afines y establece medidas de prevención y recuperación de farmacodependientes”.
Una dificultad para la salud, no menor, es la de profesionales médicos, cuyas especialidades no tienen la afinidad para indicar estas sustancias, que otorgan recetas a amigos o “conocidos” por una simple solicitud.
En ese sentido, la reglamentación puntualiza que “el profesional médico que recetare sustancias estupefacientes, drogas peligrosas o productos que las contengan, sin razón terapéutica que lo aconseje o autorice, será castigado con penitenciaría de dos a ocho años”, puntualiza.
Néstor Aguilar, del departamento de control de la Senad, manifestó que normalmente cuando encuentran alguna irregularidad se le aplica una sanción a la farmacia, si se tratan de descuidos, pero si se descubre malicia de comercialización de manera ilegal de estos sedantes, el caso reviste mayor gravedad y van a la denuncia penal, en la que por supuesto se involucra la Fiscalía y puede concluir entre cuatro a 10 años de prisión.
La Ley 1340 señala que “el establecimiento privado que careciere del Libro o incurriere en irregularidades en el modo de llevarlo, será castigado con multa de hasta doscientos salarios mínimos diarios para actividades diversas no especificadas de la Capital, y con el cierre definitivo en caso de reincidencia. Si el establecimiento fuese estatal o municipal, su responsable será castigado con pena de destitución e inhabilitación especial de hasta cinco años”.
El estudio llevado a cabo en el 2014 y publicado en el 2015 arrojó el resultado de que "el 6,1% de los jóvenes escolarizados encuestados declaró que tomó tranquilizantes sin prescripción médica alguna vez en la vida, y ese consumo es levemente mayor entre las mujeres (6,9% en mujeres y 5,1% en hombres). El 2% declaró consumo habitual, donde también se mantiene una mayor prevalencia entre las mujeres (2,5% de las mujeres y 1,4% de los hombres)".
Esto basado en una población de 127.264 alumnos escolarizados de todo el país, cuya muestra se basó en encuestar a 24.201 jóvenes.
Graciela Barreto, de la Senad, contó que los síntomas son aquellos que tienen que ver con un cuadro depresivo, cuando ya está pasando el efecto, viene la irritabilidad y la ansiedad, lo cual induce a excesivas peleas con las personas del entorno inmediato.
Graciela Barreto, de la Senad, dijo que es necesario conocer la sustancia que se está utilizando, saber por qué se está empleando, no dejar al alcance de los chicos, como dicen todos los recetarios. Seguidamente, añadió que si los mismos jóvenes solicitan, es importante consultar para que sea el médico el que lo recete solo si es necesario, pero jamás automedicar a los chicos
"Si se tiene ya una certeza de que un joven consume asiduamente este tipo de medicamentos, hay que llevarlo lo más rápido a una consulta para que se pueda comenzar a disminuir. Se ve como una pastilla más y no es una pastilla más en el botiquín de la casa, es una pastilla altamente adictiva", enfatizó.