Paraguayos en la pantalla grande

El cine paraguayo afianza su camino hacia una industria con actores y actrices formados para el cine. Un repaso en la filmografía nacional, y la opinión de intérpretes y cineastas.

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¿Qué sería de una película sin buenas actuaciones? El sosegado inicio de la producción cinematográfica en Paraguay ha hecho que los recursos –la mayoría de las veces, precarios–hayan mejorado a medida que el oficio de contar historias se fue consolidando.

Del teatro, principalmente, a la televisión; y, más tarde, el cine (a través de cortometrajes, primero, y largometrajes después), el actor se ha ido profesionalizando en el arte de interpretar personajes frente a las cámaras.

Entre los primeros actores del cine paraguayo, se menciona a Jacinto Herrera, aquel hombre de teatro, cine y radio que en 1954 protagonizó “Codicia”, la primera coproducción argentino-paraguaya dirigida por Catrano Catrani. En el filme lo acompañaron Sarita Antúnez, Roque Centurión Miranda y Leandro Cacavellos.

La mayoría de las coproducciones que datan de esa etapa de la filmografía paraguaya –con actuaciones excelsas y una tonalidad neutra–, poco y nada reflejan la idiosincrasia y realidad social del país. Así, resaltan los filmes del productor y director argentino Armando Bo, quien –junto a la emblemática Isabel Sarli– llevó varios paisajes naturales del Paraguay a la pantalla grande.

Algunos guiones del eminente escritor y guionista Augusto Roa Bastos sí incluyeron a compatriotas en la selección final de actores en las distintas coproducciones. “El trueno entre las hojas” (1957), de Armando Bo, contó con la actuación de los paraguayos Rafael Rojas Doria, Ernesto Báez, Alejo Vargas, Aníbal Romero y Victorino Báez Irala.

Los aires de libertad que implicaron la caída de la dictadura de Stroessner sirvieron para renovar los deseos de consolidar una industria cinematográfica opaca e inexistente, hasta ese momento. El auge del video redobló las esperanzas e inspiración de las primeras producciones de la década del ’90: “El secreto de la señora” (una adaptación de Hugo Gamarra, estrenada en 1990), que contó con la actuación de Blas Alcaraz, Edda de los Ríos, Techi Pereira, Mario Prono y Florencia Saguier.

La televisión también sirvió para perfeccionar las técnicas de actuación a un lenguaje audiovisual, que distan del lenguaje estrictamente teatral. Entre ellas, “La disputa” (1990), bajo la dirección de Agustín Núñez.

La coproducción paraguayo-sueco-chilena “Miss Ameriguá” (1993), del chileno Luis R. Vera, reunió en pantalla a Raquel Baeza, Ayesa Frutos, Sonia Marchewka, Jesús Pérez, Héctor Silva, Jorge Báez y Carlos Cristaldo.

Otra coproducción, esta vez paraguayo-brasileña, fue “El toque del Oboe” (1996), del brasileño Claudio Mc Dowell. El filme reunió a compatriotas como Arturo Fleitas, Miriam Sienra, José Luis Ardissone y Humberto Gulino.

Los nombres de Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori, por entonces promesas del cine nacional, estrenaron cortometrajes como “La clase de órgano”, “Artefacto de primera necesidad” y “Amor basura”, con la destacada actuación de Alejandra Siquot.

Pero ese fue solo el inicio de una serie de producciones –cortometrajes y largometrajes– de una nueva generación de realizadores que dieron continuidad a un cine paraguayo que tomaba vida e identidad propia.

Es así como, en la década del 2000, una nueva camada de cineastas estrena sus primeros cortos y largometrajes. Entre ellos, Paz Encina, que con Ramón del Río y Georgina Genes traduce el silencio y la espera en “Hamaca paraguaya” (2006).

En 2009, Lidia Vda. de Cuevas y Arturo Fleitas protagonizan el cortometraje “Karai Norte”. En “Novena” (2010), Enrique Collar lleva a la pantalla a actores no profesionales de Itauguá: Juan de Dios y Teodora González, entre otros.

Darío Cardona estrena en 2010 “Felipe Canasto”, con intérpretes como Margarita Irún, María Elena Sacchero, Ramón del Río y Jorge Báez. “Libertad” (2011), de Gustavo Delgado, llevó a la pantalla grande a Joaquín Serrano, Jorge Ramos y Lourdes Llanes.

“7 Cajas” (2012), ópera prima de la dupla Maneglia-Schémbori, tuvo como protagonistas a las admiradas revelaciones Celso Franco, Lali González y Víctor Sosa.

En “Lectura según Justino” (2013), el más reciente estreno comercial a cargo de Arnaldo André, presentó al joven actor Diego González con el rol protagonista, y –en papeles secundarios–, a figuras como Jesús Pérez, Ramón del Río, Wilfrido Acosta y Clotilde Cabral.

Entre los actores paraguayos con mayor actividad en cine, sin dudas, ubica un puesto privilegiado Ramón del Río, quien dio vida a personajes en filmes como “Kapanga”, “Noite Paraguaya”, “Miss Ameriguá”, “Hamaca paraguaya”, “Felipe Canasto” y “Viento sur”.

El director remarca, sin embargo, que una de las falencias que visualiza en los actores paraguayos es la falta de disciplina en la preparación de sus personajes. “Dejan mucho de su proceso en manos del director, y eso en cine o televisión no funciona en absoluto. El 80% del trabajo ante cámaras corre por responsabilidad del actor o actriz; el 20% es el que te va a dar el director”, subraya.

Entre las propuestas que los aspirantes a actores y actrices de cine cuentan para la formación en Asunción, se nombra el Taller Integral de Actuación –de Maneglia y Schémbori, en la Universidad Columbia– y “El Estudio”, del Centro de Investigación y Divulgación Teatral –a cargo de Agustín Núñez–.

Para Núñez, la principal diferencia entre la actuación teatral y audiovisual estriba en la dosificación del gesto, de la palabra y la expresión corporal. “La televisión y el cine es el arte de la improvisación; el teatro es el arte de la repetición”, enfatiza el docente.

El también dramaturgo agrega que los estilos de actuación se modifican conforme pasan las décadas. “Tanto actores como directores tenemos que actualizarnos y ver cómo hacemos para ir tomando todos estos elementos de apoyo”, considera.

Aquí, el rol del director de actores será fundamental. “Tiene que estar capacitado, no cualquiera puede ser director de cine”, asegura.

Tana Schémbori, codirectora junto a Juan Carlos Maneglia del éxito de “7 Cajas”, comparte su experiencia como directora de actores. “Primero siempre es un trabajo de mesa, lectura de guión varias veces”, es lo primero que dice.

Para el caso del taquillero filme con el Mercado 4 de escenario, Schémbori relata que cada actor tuvo la tarea de traducir su parte, según como hablaría el personaje. “En paralelo tenían la tarea de observación del espacio y de los personajes que habitan el lugar. Luego debían aprender la letra, volverlo orgánico; y ensayamos las escenas, algunas ya con un proyecto de puesta porque grabar en el Mercado 4 iba a ser incontrolable y ya no había tiempo de hablar del personaje y su historia previa”, comenta.

Sobre la dificultad de lograr la naturalidad en las actuaciones, que exige el cine, la directora reconoce que ese es uno de los desafíos. “Depende del proyecto, hay estilos que implican una actuación menos natural. El cine es oficio y, cuanto más hagamos, mejor para los actores”.

Por ello, junto a su compañero creativo Juan Carlos Maneglia, diseñó el Taller Integral de Actuación (TIA), un espacio de la Universidad Columbia para formar actores. La idea surgió a partir de su experiencia en series de televisión, “González vs. Bonetti” y “La Chuchi”. “Nos dimos cuenta de que era necesario una especialización en audiovisual. Nace como talleres en el 2007, y luego en el 2009 como escuela. Parte de la experiencia escénica; el teatro, única base posible para la actuación. Siempre dan actuación escénica, luego actuación frente a cámaras, cuerpo, voz, lenguaje audiovisual, historia del cine y análisis del método”.

Pero las gratas actuaciones no siempre provienen de una formación teatral ni frente a cámaras. Es el caso de la señora Lidia viuda de Cuevas, quien –en 2008– protagonizó “Karai Norte”, de Marcelo Martinessi.

“Lidia es una persona espontánea, comunicativa, sincera, lo que suele llamarse ‘alguien que se siente cómoda en su propia piel’. Su personaje en Karai Norte es muy cercano a su realidad, entonces la mirada, los gestos, dependían de la capacidad de ella para conectarse consigo misma”, comenta el realizador.

Martinessi comenta que su trabajo, junto a Mauricio Rial como asistente de dirección, consistió en “acompañarla en un proceso muy personal, y a partir de sus formas propias, marcar pequeñas pautas, sobre todo que nos dieran los tiempos precisos de acuerdo al espíritu del corto”.

El cineasta formado en la London Film School enfatiza sobre la importancia de la quietud. “En el caso de ella, su sola presencia serena, su físico, su pelo largo blanco, ya eran componentes que ‘sin moverse’ construyen el personaje. Por eso en procesos como el de Karai Norte el casting es un momento fundamental”.

La actriz Lali González –quien está a cargo de una charla sobre actuación programada para el miércoles 25 en el Centro Cultural Citibank, en el marco del Festival–, aseguró que el mayor desafío del actor paraguayo es trabajar ante cámaras, para lo cual será necesario filmar más. “Solamente así podremos pulirnos. Cuanto más trabajamos, más mejoramos. Solamente con abundante ficción iremos creciendo, y la cámara dejará de intimidarnos”.

Sobre Liz, su personaje protagónico en la película, la actriz habla de la dificultad de trabajar el personaje. Ello, especialmente por el lenguaje “jopará” que exigía interpretar a una carretillera del Mercado 4. “Sobre todo trabajar el texto en ‘jopará’. Interpretarlo y conseguir naturalidad ante cámaras. Los actores de teatro no nos vemos, entonces necesitamos que el director nos dé una mano y nos ayude a construir”, agrega.

Mientras el cine paraguayo toma vuelo y las primeras camadas de realizadores formados en el exterior –y la primera, también, formada en Paraguay, a través de la carrera de Licenciatura en Cinematografía de la Universidad Columbia– está claro que la formación y profesionalización del trabajo actoral será fundamental para lograr una limpia y verosímil cinematografía nacional.

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