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En la Dirección de Policía de Guairá hay una capilla católica levantada en un inmueble público, y un día a la semana es obligatorio acudir a la misa oficiada por el capellán. En la práctica, se puede ser un objetor de conciencia de facto, pero muchos policías prefieren no contrariar a la autoridad de turno. De la misma, forma hospitales y otras entidades del Estado tienen oratorios o altares con imágenes de un Jesús crucificado y santos católicos.
En colegios públicos abundan las grutas con las de una Virgen, y es común que un sacerdote oficie una bendición al inicio del año lectivo. También es normal que actos de inauguración de obras en otras instituciones públicas cuenten con el acompañamiento de una ceremonia religiosa, generalmente católica, aunque también las hay evangélicas. De la misma forma, las universidades públicas suelen preparar las graduaciones con una misa y en una catedral.
Y entrando en el campo de los recursos públicos, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional tienen un obispo castrense y decenas de capellanes con salario del Estado, pagado con impuestos de los contribuyentes. El actual obispo castrense, Adalberto Martínez Flores, explica que son funcionarios públicos gracias a un tratado internacional entre Paraguay y la Santa Sede (se llama así el Estado; no es una apreciación).
Explicó que el mismo acuerdo tienen otros países de la región, como Argentina y Chile, y uno de sus fundamentos es la asistencia espiritual a devotos que ponen en riesgo su vida para servir a la sociedad. Aclaró que no están para hacer campañas de evangelización, justamente por el respeto a la libertad de culto y religión. De más está decir que dicho tratado internacional fue ratificado por el Congreso paraguayo.
Otro cuestionamiento de la corriente laicista es que el cuerpo diplomático, conformado por los embajadores que hacen misión en Paraguay, es encabezado por el de la Santa Sede, el nuncio apostólico, que viene desde el Vaticano.
También los intendentes y gobernadores invierten dinero público en las fiestas patronales, fiestas de santos católicos considerados patronos de sus ciudades; construyen o refaccionan iglesias en vez de hospitales; y en el aniversario de sus distritos organizan un Te Deum o misa de acción de gracias en la catedral o parroquia principal de sus comunidades.
Nada de esto debería ser admisible en un Estado laico, donde Iglesia y Estado están separados y no se admite injerencia de la religión en cuestiones de Estado. Pero Paraguay no es laico. De hecho, en el preámbulo de la Constitución de 1992: los constituyentes la promulgan “invocando a Dios”.
Es decir, desde el vamos en la organización del Estado y en el fundamento de nuestro Derecho Positivo, se pone por encima a la divinidad, tirando por el suelo toda posibilidad de ser legalmente laico. Luego, en el artículo 24, la Carta Magna establece que “...ninguna confesión tendrá carácter oficial”, y agrega que “las relaciones del Estado con la Iglesia Católica se basan en la independencia, cooperación y autonomía”.
El concepto se encuadra en un “Estado no confesional”, es decir, que oficialmente no se adhiere a ninguna religión, pero se reconoce la cooperación con una Iglesia en particular, la Católica. Esto no quiere decir que las instituciones públicas tengan carta blanca para la intolerancia con los que no profesan la religión cuasioficial del Estado paraguayo y que los gobernantes se fundamenten en dogmas religiosos para tomar decisiones en contra de hechos fácticos demostrados por la ciencia. El mismo Art. 24 reconoce “la libertad religiosa, la de culto y la ideológica” y recalca que “Nadie puede ser molestado, indagado u obligado a declarar por causa de sus creencias o de su ideología”.
Pero la realidad es otra. No se respetan estas libertades cuando un niño que no profesa el catolicismo es obligado a asistir a un rito religioso para bendecir los pupitres nuevos que llegaron a una escuela pública. En ese sentido, el artículo 74 de la Constitución garantiza el derecho al pluralismo religioso e ideológico en la educación.
Los senadores y diputados, representantes de todos los paraguayos, no respetan la pluralidad religiosa al ponerse a rezar en medio del Congreso, como ocurrió recientemente. Mario Abdo Benítez acudió a una celebración eucarística minutos después de asumir como presidente y escuchó atentamente cómo el arzobispo de Asunción, Edmundo Valenzuela, le decía qué tenía que hacer y qué no durante su gestión.
La diferencia entre religión y culto es que la primera es un conjunto de dogmas, y la segunda, su puesta en práctica o ejercicio. Evitar el culto en instituciones públicas y los dogmas en las decisiones del Estado no es renegar de la fe, sino respetar la fe y las ideologías de otras personas, tolerancia que los que ostentan un cargo deberían aprender.
Pero –siempre hay un pero– si de un lado tenemos la intolerancia, del otro está el debate del fundamentalismo religioso. Aquí el típico y ejemplo extremo es la negativa de los testigos de Jehová a las transfusiones de sangre en una emergencia de vida o muerte.
Miles de personas acuden los domingos a un rito en el cual pan y vino se convierten en carne y sangre; y la gente se lo come y toma. Otros tienen mantos sagrados o copas divinas que curan el cáncer. Otros saben que los extraterrestes son algo así como ángeles, y hay iluminados que pueden hablar con ellos y retrasmitir sus mensajes. Otros tienen la certeza de que la tierra es plana. Muchos podemos coincidir en que son creencias absurdas, pero hay que respetarlas si nos ceñimos al mandato constitucional.
No obstante, ninguna fe o ideología puede contrariar otro derecho garantizado en la Constitución. Ese es el límite a la libertad de culto e ideológica, establecido en el mismo Art. 24. La frontera se ve más clara cuando la vida está en peligro, pero “entre lo sublime y lo absurdo, solo hay medio paso”. Los límites son más difíciles de definir en cuestiones como el patrimonio, la educación, la salud y la sexualidad.
La semana pasada, el brasileño Urandir Fernández de Oliveira, quien asegura tener contacto con extraterrestres, explicó en la Sala Bicameral del Congreso por qué la tierra no es redonda, sino plana. Todavía no hace daño a nadie, pero imaginemos que un terraplanista es la autoridad encargada de definir las políticas de rutas aéreas. En el futuro, los vuelos de Paraguay no podrían ir hacia oeste, sino que todos serían para el este (a pesar de que sean rutas más largas), porque de lo contrario los aviones caerían al vacío del espacio sideral.
En el campo de la salud, la sociedad en general condena a los testigos de Jehová porque piden intervenciones médicas sin transfusiones de sangre, pues las consideran lo mismo que consumir o beber sangre, algo prohibido en su fe. También hay padres y madres católicas que se oponen a que sus hijas se vacunen contra el virus del papiloma humano (VPH), que se trasmite por contacto sexual y eleva las probabilidades de desarrollar cáncer de cuello uterino. Prefieren enseñarles a ser castas y llegar “puras” al matrimonio para no contraer el virus y así evitar de raíz del cáncer de cérvix (a menos, claro, que su esposo no sea virgen).
Alumnos de la media cuentan que hasta hoy en día en las aulas de clase se enseña la evolución biológica, pero a la par también se explican los mitos de la creación del libro del Génesis arabe-judeo-cristiano. ¿Si la Biblia decía que la tierra era plana, también se estudiaría como una posibilidad científica?
Semanas atrás el medio alternativo El Surti dio a conocer que con venia del Ministerio de Educación una oenegé evangélica da clases de educación sexual en escuelas públicas y privadas en donde se enseña que los preservativos no protegen contra el VIH/Sida y que las homosexualidad es una enfermedad. Es como decir que la tierra es plana, pero en vez de salir con la idea de que nuestro planeta no es redondo, los adolescentes salen con miedo a tener relaciones, o tal vez eviten el uso de preservativos pensando que no protegen, y esto puede ser perjudicial para su salud sexual.
Pasando a la cuestión del dinero, toda iglesia, organización religiosa, escuela esotérica, logia y como se llamen los terraplanistas, no tienen fines de lucro y, por ello, están exentas de impuestos. Pero todos, desde la católica o las evangélicas hasta los que ofertan inmuebles en el paraíso o en algún planeta lejano, administran recursos porque de alguna forma deben sostenerse.
Reciben donaciones, contribuciones, diezmos, y también venden productos religiosos. Un ejemplo de la incidencia en la economía nos lo dan estudios en el Brasil, país donde este tipo de productos o servicios mueven US$ 7.000 millones al año, explica el profesor de Ciencias del Consumo en la Escola Superior de Propaganda e Marketing (ESPM), Mario René, según detalla una nota publicada por BBC Mundo.
Y aquí nos podemos ir al campo penal. ¿Es estafa vender milagros? ¿Es un embuste recibir donaciones para que un familiar enfermo esté entre las oraciones de un rito religioso? En ambos casos, se puede argumentar que se fundamenta en una creencia y la Constitución protege el derecho a creer en uno o más dioses u ovnis y extraterrestres.
En ese sentido, la Asociación Paraguaya Racionalista (APRA) tiene bien definida una postura laicista y pregona que la religión no se debe inmiscuir en las políticas de Estado. “Un pecado puede no ser un delito y un delito puede no ser un pecado; son cuestiones independientes que no se deben mezclar”, expresó la presidenta de la organización, Alma Guerrero.
La APRA hace promoción del pensamiento crítico, desechando y desenmascarando cualquier tipo de superchería no comprobable con el método científico. Explica que se sobrepasan los límites de la libertad de culto y religión cuando se quieren imponer las creencias a los ciudadanos y cuando estos dogmas se adoptan dentro del ordenamiento jurídico del Estado.
Además, si bien cualquier persona puede adoptar cualquier tipo de creencia, no se puede prometer o vender un milagro de salud; se deben realizan los tratamientos médicos pertinentes, fundamentados en la ciencia. Precisamente, buscan alertar a la ciudadanía del peligro de los embaucadores, como el caso de las conferencias de terraplanistas o de ufólogos.
También tomó el ejemplo de la oenegé que enseña que el condón no protege contra el VIH. “La religión no se puede enseñar a las aulas, la religión no pude estar dentro de la malla curricular. No se les puede enseñar a los chicos falsedades, cosas que están en contra de lo que científicamente está comprobado”, señaló.
Otro de sus objetivos es lograr que de a poco la Iglesia y el Estado se vayan separando para que, finalmente, el Estado paraguayo se convierta en laico. “(La Iglesia Católica) tiene muchísima participación en políticas públicas. También existen donaciones a iglesias evangélicas, para organizaciones católicas, y la Asociación Paraguaya Racionalista denuncia el uso de este dinero estatal”, concluye Guerrero.