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Maggie supone una interesante desviación para dos cosas concretas: el género del cine zombi y la carrera reciente, post gobernación de California, de Arnold Schwarzenegger.
Por un lado, los zombis en el cine – y en el resto de la cultura popular – han alcanzado un grado de omnipresencia que para muchos ya roza con sobresaturación. Las historias de no-muertos vienen de todos los sabores ahora: sobrias y oscuras historias de supervivencia que exploran la naturaleza humana en un mundo derrumbado, propuestas de acción que celebran el “gore” y el exceso, una cada vez más grande cantidad de filmes que le ponen diversos giros cómicos siguendo la estela de la inolvidable Shaun of the Dead y algún que otro filme que continúa el legado de “zombis como metáfora” social que el padre del género George A. Romero apadrinó cuando básicamente creó la imagen del zombi moderno en La Noche de los Muertos Vivientes y sus continuaciones.
Aunque innegablemente hay calidad en muchas de estas ofertas zombis, tengo la impresión de que su abundancia está teniendo un efecto difuminador, en especial para el que lo mira desde una perspectiva más casual, menos fanática; todo está comenzando a parecerse.
Por otro lado tenemos a Arnold Schwarzenegger, quien tras su aventura política de la década pasada ha vuelto al cine apostando todo a su imagen como uno de los íconos más importantes del cine de acción. La mayor parte de su trabajo cinematográfico post-gobernación ha explotado esa imagen, con grados de éxito artístico variable pero con recompensas comerciales más bien escasas; El Último Desafío y la tercera Los Indestructibles fueron filmes disfrutables, pero ni esas películas ni esfuerzos menos memorables como Sabotage y Escape Imposible han encendido en llamas la taquilla. La filmografía reciente de Schwarzenegger también está teniendo el problema de verse aparentemente difuminada, carente de novedad y por lo tanto de atractivo.
Es bueno, pues, que Maggie venga a poner algo de novedad y de sorpresa tanto en el género zombi como en la carrera de su principal estrella.
Temáticamente Maggie está más cerca de The Walking Dead que de las películas de Romero, centrándose no en metáforas sociales y carnicería sino en las personas que habitan el mundo y cómo viven en él. Aunque en realidad la comparación con The Walking Dead, o con la mayoría de los trabajos de ficción zombi no es del todo apta. El mundo de Maggie es uno en que el apocalípsis zombi no ha sido tal, y aparentemente la humanidad ha retenido el orden social: los hospitales funcionando, los alimentos parecen no ser un problema y la policía patrulla con relativa normalidad.
Nuestro protagonista es Wade Vogel (Schwarzenegger), un granjero a quien conocemos mientras viaja a la ciudad a buscar a su hija Maggie (Abigail Breslin), a quien finalmente localiza en un hospital. Ha sido mordida por un zombi, y en unos pocos días se habrá transformado en uno de ellos.
Con esta simple permutación de las habituales “reglas” de la ficción zombi – la transformación toma días en vez de horas – el filme pone una cuenta regresiva dolorosamente lenta sobre la película, dejando a Wade planteándose qué hacer con su hija contando básicamente con tres opciones que van de malas a terribles, y a la propia Maggie enfrentándose a la noción de que está viviendo los últimos días de su vida, días que estarán cargados de terribles momentos de horror corporal mientras su piel va descomponiéndose, su sangre se ennegrece y sus ojos pierden color.
La actuación de Schwarzenegger en esta película es prueba de que, aunque el austríaco no es precisamente el actor más versátil, sí es (generalmente) bastante listo en su elección de papeles. Claro, todos sabemos cómo apela habitualmente a su estatus de ícono de acción en roles que invitan a la nostalgia – y el filme le da un par de oportunidades de acabar con zombis, aunque en escenas breves y sin fanfarria - , pero en Maggie aprovecha su gran presencia para contrarrestar su limitado rango actoral en un papel que en realidad no necesita a alguien muy versátil; diciendo poco con palabras y no mucho más con el rostro, Schwarzenegger logra transmitirnos a un padre que intenta enfrentar la situación con estoica fortaleza. Es creíble, efectivo, y definitivamente el exgobernador debería ir por roles más jugados como este en el futuro.
Pero aunque Schwarzenegger hace un notoriamente buen trabajo, el secreto del filme está en la actriz que interpreta al personaje titular. Sabiamente, en vez de centrar la atención totalmente en Wade, el filme de hecho pasa tanto o incluso más tiempo con Maggie, y Breslin tiene que saltar una y otra vez entre alguien que ha aceptado la muerte y alguien que está tremendamente aterrorizada. Breslin convierte a Maggie en un personaje trágico pero interesante.
De hecho, hubiera deseado que el filme fuera solo sobre Wade y Maggie enfrentándose a su terrible situación. El guión establece que Wade es viudo, que la madre de Maggie murió tiempo atrás, pero ese elemento no tiene mucho impacto en la película más allá de algún que otro flashback. Además la película hace espacio para una nueva esposa de Wade y madrastra de Maggie que, aunque no molesta, definitivamente sobra.
Maggie es una interesante variación de un género que necesitaba ser refrescado, y un indicador de que la carrera de Arnold Schwarzenegger aún puede dar sorpresas. Recomendada.
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MAGGIE
Dirigida por Henry Hobson
Escrita por John Scott 3
Producida por Arnold Schwarzenegger, Matthew Baer, Colin Bates, Trevor Kaufman, Ara Keshishian y Pierre-Ange Le Pogam
Edición por Jane Rizzo
Dirección de fotografía por Lukas Ettlin
Banda sonora compuesta por David Wingo
Elenco: Arnold Schwarzenegger, Abigail Breslin, Joely Richardson, Jodie Moore, Douglas M. Griffin, J.D. Evermore, Rachel Whitman Groves, Bryce Romero y Raeden Greer