No próximamente: “Macbeth”

Un magnético Michael Fassbender, una excelente Marion Cotillard y una presentación visual impresionante hacen una interesante nueva versión del inmortal relato de ambición y consecuencias de William Shakespeare.

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Recientemente, ante el inminente estreno de Creed, consideré por un momento la idea de hacer una retrospectiva de las seis películas de Rocky que precedían a ese excelente filme de Ryan Coogler, pero ante la idea de hacer una reseña de un absoluto e innegable clásico del cine como es la primera Rocky, me obligué a hacerme una pregunta: ¿tengo realmente algo nuevo que decir sobre la película? ¿Algo que ya no se haya dicho en los casi 40 años en los que la película ha sido celebrada como uno de esos pilares no solo del cine sino de la cultura popular en general? Concluí que una reseña tradicional de Rocky sería a estas alturas demasiado redundante.

Y escribo esto en una reseña de algo que tiene absolutamente nada que ver con Rocky simplemente porque imagino que en algún momento el director Justin Kurzel y sus guionistas habrán enfrentado un dilema similar, salvando las grandes diferencias: solo en el cine, el Macbeth de William Shakespeare ha sido adaptado en numerosas ocasiones, y si vamos a incluir otras formas de arte el número de adaptaciones crece hasta lo casi abstracto.

Al final, Kurzel entrega una película que parece decidir que no tiene para decir nada particularmente nuevo dentro de la historia y los personajes que Shakespeare grabó en la cultura popular siglos atrás, sino que simplemente se enfoca en la presentación y asegurándose de que esta tenga todo el impacto posible. Y, ayudado grandemente por actuaciones excelentes de consagrados actores, lo logra bastante bien.

La historia es la misma que siempre ha sido, centrándose en Macbeth (Michael Fassbender), un noble escocés leal al rey Duncan (David Thewlis), quien se las arregla para frenar una sangrienta revolución en una desesperada batalla, al término de la cual tres misteriosas mujeres lo abordan con fantásticos augurios, diciéndole que en su futuro está llevar en su cabeza la corona de Escocia.

Esta revelación aviva la llama de la codicia dentro de Macbeth y su esposa, y con la ayuda de Lady Macbeth (Marion Cotillard), el noble se embarca en un camino de sangre, fuego, codicia y perdición.

La innovación puede ser una espada de doble filo, como han demostrado varias recientes adaptaciones de las obras de Shakespeare que le han dado giros y perspectivas distintas a sus respectivas historias; puede salir algo interesante como el Coriolanus de Ralph Fiennes, que trasplantaba la sangrienta historia del ascenso y desgracia de un militar romano manteniendo la historia, los personajes y las facciones de la era de la Antigua Roma iguales, pero ambientándolo en un mundo con tecnología y armas modernas; algo visualmente memorable como el Romeo + Julieta de Baz Luhrmann; o algo completamente olvidable como aquella adapación de Otello que convertía ese relato en un thriller erótico al estilo Juegos Sexuales y que usted probablemente ni siquiera sabía que existía y si llego a verla la olvidó a las dos horas.

Juzgando con sabiduría que no siempre hay que sumar algo particularmente nuevo a algo que por una razón ya es icónico, Kurzel se centra en causar la impresión más memorable posible con las imágenes de su película; su Macbeth se desarrolla en lo que parece ser un ambiente de sueño perpetuo y constantemente perturbado, los grises y tormentosos parajes escoceses emulando el estado mental de su protagonista.

Si la película tiene la atmósfera de un sueño, las batallas son pesadillas, choques interminables en cámara ultra lenta que no evocan la espectacular carnicería de filmes como 300 – esta película es bastante cruda y sangrienta, pero su interés nunca está en hacer de la masacre un espectáculo, sino que presenta la batalla inicial del filme como un trance del cual solo se puede salir con violencia; es opresivo más que asombroso. La batalla final la muestra de forma muy distinta, sin tanta cámara lenta y ante un fondo de infernal fuego y humo que convierte a los peleadores en siluetas, sombras de sus antiguos seres.

Por supuesto, la película no se vale solo de este enfoque altamente estilizado e impresionista para dejar una impresión duradera, sino también de un trabajo excelente de su gran elenco de actores, encabezado por un Fassbender inolvidable. Su Macbeth es una bestia de ambición y codicia que envenenan su mente, y la forma en que Fassbender pinta ese deterioro gradual es alucinante; otro gran trabajo de uno de los mejores actores del presente y, para mi gusto, el más merecedor del Óscar al mejor actor este año – y antes de que me fulminen vía comentarios, creo que DiCaprio absolutamente se merece haber ganado un Óscar, pero se lo dieron por la película equivocada, ese premio debió haber llegado hace dos años.

Marion Cotillard demuestra una vez más su calibre como Lady Macbeth, una figura de ambición desmedida y profundo duelo, y Kurzel ensambla alrededor de ellos un gran elenco de reparto que incluye a grandes nombres no tan conocidos como el ya mencionado Thewlis, Paddy Considine, Sean Harris y Elizabeth Debicki.

Macbeth adapta un clásico inmortal que ya fue adaptado infinidad de veces, y logra que su versión impacte y sea memorable. Un espectáculo que vale la pena.

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MACBETH

Dirigida por Justin Kurzel

Escrita por Jacob Koskoff, Michael Lesslie y Todd Louisio (basada en una obra de William Shakespeare)

Producida por Iain Canning, Laura Hastings-Smith y Emile Sherman

Edición por Chris Dickens

Dirección de fotografía por Adam Arkapaw

Banda sonora compuesta por Jed Kurzel

Elenco: Michael Fassbender, Marion Cotillard, Paddy Considine, Jack Reynor, David Thewlis, Sean Harris, Elizabeth Debicki, Lochlann Harris, Scot Greenan, Kayla Fallon, Lynn Kennedy, Seylan Baxter y Amber Rissman

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