Cargando...
Hay cierto tipo muy especial de belleza en lo simple y sencillo, una elegancia particular en la austeridad bien concebida y aplicada, y en ese sentido Ida, del director polaco Pawel Pawlikowski, es una de las películas más bellas que vi jamás.
La película transcurre a principios de la década de 1960, pero mientras filmes norteamericanos ambientados en esa época suelen tener una estética colorida propia de los cambios culturales que Occidente atravesaba entonces, Pawlikowski nos pinta una imagen del otro lado del Muro de Berlín, llevándonos a una Polonia que parece haberse quedado en el tiempo un par de décadas atrás.
Pero esta no es una historia de la cultura polaca bajo los soviéticos o una exploración de cuestiones geopolíticas. Eso es solo el trasfondo nunca directamente señalado de la historia de una joven huérfana criada en un convento. Anna (Agata Trzebuchowska) ya está en edad para tomar sus votos como monja y está dispuesta a hacerlo, pero la madre superiora de su convento insiste en que la joven antes vaya a pasar un tiempo con su tía, la única familiar viva que le queda, y pueda tomar su decisión sin ninguna duda ni posible arrepentimiento posterior.
Sin demasiado entusiasmo, Anna va y se encuentra con su tía Wanda (Agata Kulesza), una jueza con predilección por el alcohol y el sexo casual que le informa que el verdadero nombre de Anna es Ida Lebenstein, que es judía y que sus padres murieron mientras se ocultaban de los nazis que ocuparon el país durante la Segunda Guerra Mundial. Anna/Ida decide buscar el lugar donde su familia fue enterrada, y Wanda decide acompañarla.
Manteniendo un ritmo lento pero nunca cansino durante la hora y media de duración del filme, Pawlikowski pone a las dos mujeres, que no podrían ser más distintas, en un viaje que primero parece simplemente ser una oportunidad para que Ida defina su pasado antes de decidir su futuro, pero pronto resulta evidente que se trata de algo que Wanda también necesitaba.
Las distintas personalidades de ambas chocan no en dramáticas y telenovelescas discusiones, sino en prolongados e incómodos silencios, y momentos en los que se dicen palabras que quizá no alcanzan a transmitir su verdadero mensaje, sino que se pierden en el océano que separa sus mundos.
Es una fascinante interacción potenciada enormemente por las excelentes actuaciones de las dos actrices protagonistas, y aunque el trabajo de Agata Kulesza como la ácida Wanda es digna de todos los elogios que recibió y sin duda seguirá recibiendo, la joven Agata Trzebuchowska es la que se roba el filme como Ida. Y es que mientras Kulesza tiene a su disposición un personaje más tradicionalmente llamativo y expresivo, Trzebuchowska debe arreglárselas con el papel de alguien mucho más reservada y lacónica, una personalidad adecuada para alguien que probablemente vio muy poco del mundo fuera del convento donde creció.
Ida fuerza a Trzebuchowska a transmitir sentimientos sin valerse de demasiados diálogos, debiendo decir un montón de cosas con silencio, sin siquiera hacer su rostro demasiado expresivo; sólo el silencio y la mirada. No debe ser necesario tener experiencia actoral para percibir que eso es algo muy complicado, y Trzebuchowska sale más que airosa.
El misterio que mueve el argumento del filme, el destino final de la familia de Ida, casi pasa a un segundo plano con el filme centrado en explorar a sus dos protagonistas, pero aún asi la trama es atrapante, y trae un pequeño pero interesante giro.
Filmada en impactante y hermoso blanco y negro, el filme de Pawlikowski va mucho más allá del monocromatismo en su esfuerzo por hacer palpable, tangible, su ambientación utilizando tanto la dirección de cámaras como el guión conciso y cargado de diálogos en lo mínimamente justo para transmitir sensibilidades de una época extinta en la que hablar mucho y alto no era lo más prudente.
En esa monotonía cromática Pawlikowski halla belleza, con hermosas tomas de los campos polacos, opresivos bosques, granjas decrépitas y ciudades atrapadas en el tiempo. Aunque la mayor parte del tiempo del filme transcurre en habitaciones o en el campo, el trabajo de ambientación en las ocasiones en que el filme va a escenarios más urbanos es impecable.
Ida es uno de esos filmes excepcionales que no necesitan más que un argumento sencillo, un par de buenas actuaciones y un gran director detrás de las cámaras para hacerse inolvidable.
------------------------------------------------------------------------
IDA
Dirigida por Pawel Pawlikowski
Escrita por Pawel Pawlikowski y Rebecca Lenkiewicz
Producida por Eric Abraham, Piotr Dziecol y Ewa Puszcynska
Edición por Jaroslaw Kamiski
Dirección de fotografía por Ryszard Lenczewski y Lukasz Zal
Banda sonora compuesta por Kristian Eidnes Andersen
Elenco: Agata Trzebuchowska, Agata Kulesza, Dawid Ogrodnik, Adam Szyszkowski, Jerzy Trela, Halina Skoczynska, Joanna Kulig, Dorota Kuduk, Natalia Lagiewczyk y Afrodyta Weselak