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El grupo de antimotines o antidisturbios, más conocidos como “cascos azules”, siempre se caracterizó por su rudeza a la hora de intervenir en un sitio.
Ante una orden impartida, reparten cachiporrazos, lanzan gases lacrimógenos y no dudan en recurrir a la violencia (muchas veces desmedida), para controlar una cierta situación.
La innovación en los antimotines es la presencia de mujeres, quienes realizaron el Curso de Entrenamiento Básico de Operaciones Tácticas (Cebot) y el Primer Curso de Control de Disturbios (Condis).
Llevando los pesados escudos y los palos, las mujeres están prestar para entrar en acción ante cualquier eventualidad. En una anterior ocasión, el subcomandante Juan Eliseo Báez había dicho que un varón pensará dos veces ante de agredir a una policía.
El mismo subcomandante decía que las antimotines serán destinadas a manifestaciones que tengan mucha presencia de mujeres, como ser las de docentes y personal de blanco.
El primero grupo de antidisturbios femeninos cuenta con 17 oficiales, según un reporte del Ministerio del Interior. Las policías tienen su sede en el cuartel de la Agrupación Especializada.
Muchas mujeres policías alcanzaron el rango de comisario, entre ellas quizá la más conocida, Eliza Ledesma, jefa de Relaciones Públicas de la Policía.
Otra comisaria de trabajo destacado es Marina Franco, quien se desempeña como titular de la sección Trata de Personas, de Investigación de Delitos.
Según obra en el Ministerio del Interior, las mujeres ingresaron a la carrera policial a partir del año 1992.
Los registros refieren que en filas policiales hay un total de 3.507 mujeres, de las cuales 724 son oficiales, 1.676 suboficiales, 1.046 funcionarias y 62 cadetes.
Las cadetes están distribuidas en la Academia de Policía “General José Eduvigis Díaz” y en el Colegio de Policía “José Merlo Saravia”.