Más de una década apoyando el arte

“El Cántaro” cumple 13 años brindando un espacio de creatividad e igualdad a los niños de escasos recursos de Areguá, Luque, Itauguá y Ypacaraí. Luego de tocar muchas puertas, cuentan con una escuela construida con materiales biodegradables.

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“El Cántaro surgió por una inquietud. La desigualdad, la fragmentación de nuestra sociedad, la falta de oportunidades laborales y educativas. Nos dimos cuenta de que muchos niños no podían acceder a un espacio donde puedan expresar su creatividad, el arte popular y comenzamos de a poco”, dijo Joe Giménez, directora de la BioEscuela Popular de Artes y Oficios “El Cántaro”.

Lo que en sus inicios, en el 2004, fue un almacén de arte para la promoción, difusión y rescate del talento popular e indígena, desde el 2008 es un espacio cultural que finalmente luego de tocar varias puertas se posicionó como una Escuela Popular de Artes y Oficios. La institución está enfocada a trabajar con la comunidad y utilizar la cultura como herramienta de trasformación social. El local está en el microcentro de Areguá, sobre la calle Vía Férrea y  Mariscal Estigarribia. 

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Joe Giménez indicó que pasaron por muchos inconvenientes para poder llegar hoy a contar con una escuela, que incluso apunta a ser inclusivo, pues están trabajando para contar con sanitarios y talleres para alumnos discapacitados. Manifestó que desde el próximo año también brindarán talleres para personas con capacidades diferentes, que están capacitando a los docentes para poder brindar una buena atención a los alumnos. 

“Recorrimos mucho, primero alquilábamos un sitio para atender a los niños, luego fuimos tocando puertas, para tener el terreno y allí los niños y los padres trabajan para construir una escuela con artículos reciclados”, dijo Giménez.

Manifestó que el sistema que utilizan es que los niños reciben las enseñanzas, pero ellos deben ser participes del crecimiento de la institución. “Construimos todos juntos la escuela, decoramos, reciclamos y así vamos creciendo”, dijo la directora.

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En el 2012, el grupo de niños se quedó sin local, pues el sitio que habían alquilado y reacondicionado les fue quitado. Esto marcó mucho a los docentes y a los niños, que desde allí comenzaron a luchar para la compra de terreno. El Cántaro cuenta con apoyo del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), la Fundación Itaú y el sistema de padrinazgos. Además, posee ahora un almacén, donde se venden los trabajos hechos por los alumnos, y distribuye en algunos sitios alcancías para que la ciudadanía los ayude.

El codirector Gustavo Díaz fue quien impulsó el proyecto de bioconstrucción comunitaria de la bioescuela popular en el 2012, cuando se quedaron sin un sitio donde impartir los talleres.

“Decidimos comprar un terreno y edificar junto con todos los alumnos nuestro propio lugar. El procedimiento consistió en la utilización de materiales naturales y locales para la construcción. Nosotros usamos, en mayor medida, el barro, la tierra colorada, la tacuara y algunos otros componentes, como el botellas de vidrio y tapitas”, dijo Giménez.

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La institución cuenta con 13 docentes, y ningún rubro del Ministerio de Educación. Tampoco cuentan con el apoyo de ninguna institución estatal, departamental o municipal, pese a que se ha solicitado en varias ocasiones.

“Lastimosamente, no tenemos apoyo de la parte estatal. El otro día nos reunimos con el ministro de Cultura Fernando Griffith, y él ni conocimiento tenía de nuestra existencia. También solemos solicitar apoyo a la Municipalidad, para que nos ayude a cortar el pasto, a retirar la basura, y así ahorrarnos un poquito, pero lastimosamente no tenemos respuesta favorable”, dijo la directora.

En la escuela se ofrecen talleres creativos populares, divididos en tres ejes:

- De rescate, tanto de arte popular e indígena como técnicas y juegos que se van perdiendo.

- De oficios, que facilitan a los jóvenes herramientas para generar un primer empleo.

- De concienciación, que abordan temáticas sociales y ambientales a través del arte y dinámicas grupales.

“Todo está distribuido en nuestro calendario anual de actividades, que incluye charlas populares, cine y paseos culturales dirigidos a toda la comunidad, que puede participar libremente”, dijo Giménez. 

Además de los talleres creativos populares, se ofrecen a los estudiantes una mediateca comunitaria con acceso a internet, recorridos culturales y visitas guíadas.

La mayoría de los alumnos son de escasos recursos y los talleres les brinda un espacio donde puedan expresarse. Los sábados se otorga una merienda para que los chicos puedan integrarse y fomenten el compañerismo.

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