Luchadoras casi invisibles

Las mujeres componen gran parte de la población rural en nuestro país. Sin embargo, muchas siguen invisibles para las políticas estatales y tienen que enfrentarse a duras realidades ante una sociedad que casi no les ofrece oportunidades para progresar.

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La mujer ha jugado sin duda un papel preponderante en la historia del Paraguay. Tras la Guerra de la Triple Alianza, fue ella quien se encargó de la reconstrucción de un país destrozado.

Mientras los pocos hombres que quedaban en pie se encargaban de las cuestiones políticas, las mujeres se encargaron de la educación de los niños, el cuidado de las chacras y el ganado.

A pesar de todo esto, sigue siendo constantemente discriminada por una buena parte de la sociedad paraguaya en pleno siglo XXI. Aunque como dato positivo hay que reconocer que ha sabido ganarse cada vez más espacio y reconocimiento.

Si esa discriminación es muy visible en las zonas urbanas, en las rurales se agudiza aún más debido a la falta de estructuras mínimas que permitan a las mujeres defenderse.

De acuerdo a la Encuesta Permanente de Hogares de 2011, en Paraguay existen 2.642.964 personas que viven en zonas rurales. De esa cantidad, casi la mitad son mujeres (1.285.234).

Estas mujeres participan activamente en el sector agrícola del país y desempeñan una función clave en la producción de alimentos y la generación de ingresos para sus familias y comunidades.

Sin embargo, según explica a ABC Color Verónica Heilborn, de la organización Oxfam Paraguay, muchas de estas se encuentran -a nivel de datos estadísticos- “un poco invisibles”.

Esto se debe a que muchas de las estadísticas consideran a las mujeres amas de casa que ayudan en la producción, dando al hijo, esposo o padre el papel de productor; cuando en realidad es la mujer la protagonista real a la hora de conseguir un aporte económico a su unidad familiar.

“Existe un poco la idea errónea que la mujer se dedica a cuidar a las gallinas o a la huerta que está cerca de la casa”, asevera.

Lejos de los preconceptos generalizados, la mujer rural (cuyo día se recordó el pasado martes) dedica cantidad de tiempo y fuerza de trabajo muchos mayores y no solo en la huerta o al cuidado de la casa.

Heilborn explica que la disminución del trabajo temporal en las zonas rurales ha empujado a que la mujer se haga cargo cada vez más del cuidado de las chacras y todo el trabajo que ello implica.

Las mujeres de las zonas rurales deben lidiar además muchas veces con el hecho de que los servicios básicos que se ofrecen en sus localidades son insuficientes. Educación y salud son los factores en los que mayor necesidad se evidencia.

En las zonas rurales, por problemas de transporte y seguridad, las mujeres dejan de ir antes a la escuela. Algunas ni siquiera pueden alcanzar la secundaria debido a que deben caminar grandes distancias solas y muchas veces son víctimas de abuso o de inseguridad.

Aunque en los últimos años la tasa de asistencia escolar entre las mujeres ha ido en aumento, en las zonas rurales sigue siendo todavía muy baja.

La mayoría de ellas carece de acceso a los servicios sociales básicos, al crédito, a títulos de propiedad de las tierras y asistencia técnica. De los créditos públicos que reciben los pequeños productores, apenas el 13% son mujeres.

Otra materia pendiente para las mujeres rurales es el acceso a la tierra. En nuestro país, solo el 8% de las tierras se encuentran inscriptas como propiedad de mujeres.

Entre las numerosas tareas pendientes que quedan para reconocer y ayudar a mejorar la situación de las mujeres de zonas rurales, Heilborn indica que uno de los puntos más urgente es que los técnicos del Ministerio de Agricultura y Ganadería se formen y capaciten para trabajar con ellas y que les reconozcan como productoras.

Puntualiza además que sería necesario que se cuenten con más mujeres técnicas en la cartera estatal.

Asevera que se tiene que facilitar el acceso al crédito para las mujeres rurales y que se creen políticas de Estado que ayuden al acceso a la tierra por parte de las mismas.

La mujer rural juega un rol importantísimo en la lucha contra el hambre y la pobreza, pero todavía queda mucho por hacer para reconocer y reivindicar el esfuerzo que hace por la sociedad.

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