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Lo más fácil de encontrar es la hierbabuena, una suerte de prima hermana de nuestra menta’i, cuyos gramos, haciendo los cálculos entre el euro y el guaraní, se cotizan casi como el oro.
Es una exageración, por supuesto. Unos 50 gramos de hierbabuena cuestan de entre 1,20 a 1,50 euros (7.000 a 10.000 guaraníes) en los supermercados, un precio relativamente ‘normal’.
La historia de Humberto Becvort es una de superación. Llegó a España en 2007 y luego de vender juegos de azar, se le ocurrió la idea de comercializar los populares “yuyos”, sin los cuales el tereré o el mate algunas veces se hacen insípidos, para quienes gustan de esas bebidas tan tradicionales en Paraguay. Hoy tiene un puesto comercial establecido y la licencia para poder importar estos productos, productos de herbostería, le dicen por aquí.
Conversamos con su padre, que también se llama Humberto Bécvort. El papá, orgulloso del hijo –que al momento de la entrevista estaba en Paraguay– no deja de ponderar en todo momento la iniciativa del hijo, pese a las dificultades que fue encontrando por el camino.
“Yo me dedicaba a la venta de electrónica en Ciudad del Este y Asunción, hace como 20 años, pero el negocio minorista cayó por la llegada de los grandes importadores. Después empecé a vender ropas usadas con mi hijo. Él llegó a Madrid en el 2007. Como yo entiendo mucho de cargas aéreas pudimos impulsar el negocio.
El puesto de los Bécvort está ubicado en el barrio de Tetuán, uno latino al noroeste de Madrid en donde al caminar se escucha a personas hablar en guaraní como si fuera una calle cualquiera de Paraguay. Es uno de los lugares en donde la comunidad paraguaya está establecida después de esa fiebre que afectó a muchos desde el 2004 en adelante. El ‘boom’ inmobiliario mostraba a España como el paraíso o la tierra prometida, uno que ahora solo ofrece un futuro complicado para quienes quieran forjarse un futuro lejos de casa, con sueldos de miseria para muchos, teniendo en cuenta el cambio entre el euro y el guaraní. La cantidad de desempleados es de poco más de 5 millones en un país de 48; pero lo que salva es el ‘empleo sumergido’, eso a lo que nosotros llamamos ‘changas’.
Humberto cuenta que España es un país de grandes oportunidades pero que el gobierno se empeña en complicar las posibilidades de abrir una empresa. En este país se pagan muchos impuestos, directamente proporcionales a los ingresos que uno tiene. Eso también da la posibilidad de que muchos servicios públicos sean gratuitos y eficientes, pero ahora, con la crisis, las puertas se van cerrando para los indocumentados, especialmente en lo relacionado a los servicios sanitarios.
“Hay mucha burocracia, pero lo bueno es que uno puede tener el negocio abierto mientras se hacen los papeleos. Humberto, mi hijo, dejaba de trabajar en la venta de lotería a las 8 de la noche, agarraba su bolsón lleno de remedios yuyos y salía a vender en los lugares donde había paraguayos”, cuenta.
Para la familia, formalizar la empresa no fue fácil. Hacer un análisis químico a cada especie de planta les cuesta unos 600 euros. “Ahora estamos tramitando la certificación del Ministerio de Sanidad (Salud), hay mucha burocracia”.
Durante la entrevista, llega Jorge, un paraguayo que compra las bolsitas de yuyos machacados y congelados, y aprovecha para entrar en la ronda de tereré. Los Bécvort trabajan en una casa, sin llamar la atención pero con un cartel que pone el nombre a su negocio: “Ere eréa”. Todos los paraguayos la conocen. Es así, porque no solo se venden yuyos, sino también guampas, termos y analgésicos de industria nacional. El negocio es familiar.
“Nunca cerramos, la gente viene, toca el timbre y a veces se quedan, o compran y se van a sus casas después del trabajo. Acá nunca se descansa”.
Para don Humberto, las crisis por la que atraviesa España redujeron las ventas. “Ahora la gente se cuida más con el gasto, antes había mucha más venta”, lamenta.
Ah, ¿el precio de la bolsita de yuyos? Un euro.