Los herederos invisibles

Los logros de la selección paraguaya de pueblos originarios no solo se ciñen a lo deportivo, también transmiten un vivo testimonio como herederos de los ideólogos del deporte rey, aunque esta condición sigue siendo invisible a los ojos del mundo.

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Julio de 2015, el combinado nacional compuesto por futbolistas de diversas parcialidades se alza con la primera Copa América de Pueblos Originarios disputada en Chile, lo que le valió el derecho de disputar los Juegos Mundiales en Brasil en octubre, alcanzando el nada despreciable tercer lugar si se tiene en cuenta que el equipo se formo hace en abril de este mismo año.

Aunque estos logros puedan parecer insignificantes para el denominado "hombre blanco", demuestra y ratifica los conocimientos indígenas transmitidos de generación en generación desde hace 376 años, de donde provienen los primeros registros del uso de un esférico con los pies. Es este legado el que el documental “Manga Ñembosarái” intenta rescatar tras una investigación de varios años sobre el aporte de los guaraníes como precursores del deporte más popular a nivel mundial.

El cineasta y escritor Marcos Ybáñez conversó con ABC Color sobre el impacto del documental expuesto durante el evento ecuménico, porque cada atleta se sintió identificado como parte activa de todo el proceso y más aun porque abre una interrogante sobre el origen del fútbol, aunque esta historia permanece oculta y hasta ignorada bajo la alfombra de la versión oficial proveniente de la Inglaterra del siglo XIX. “Si bien reconocemos que en Inglaterra se reglamento, el juego tradicional indígena es el que dio la inspiración a este deporte”, afirmó.

El material audiovisual que fue obsequiado al papa Francisco, se inmiscuye en las venas del fútbol entre pueblos originarios, donde se mantienen tradiciones y códigos que datan de sus ancestros, el tradicionalismo es tal que muchos de los nativos prefieren la práctica al estilo 'pynandi'. El resultado no hubiese sido posible sin la intervención de la lideresa guaraní Alba Eiragui Duarte, quien ofició de productora general, coordinando las filmaciones y hasta agarró la cámara cuando era necesario. Su influencia le valió además el ser distinguida como líder espiritual del seleccionado nativo.  

El “Manga Ñembosarái” (juego de la pelota con los pies) arraigado en la cultura guaraní servía como motivo de reunión entre las familias, inicialmente era sin arco y en el que los bandos trataban de demostrarse destreza y resistencia, promovía la paz y la integración, una diferencia abismal con el fútbol actual donde el fanatismo se confunde y se lleva a la violencia”, relató el realizador.

A pesar que las registros históricos colocan a los guaraníes como el alma mater de un deporte hoy extendido a escala universal, no se los reconoce como tales, muy por el contrario son objeto de discriminación tal y como ocurría con los atletas de color en décadas pasadas. Los aportes a la humanidad fruto del saber indígena han sucumbido ante esta realidad y en este caso particular tampoco fue la excepción, asegura Ybáñez. Este escenario dificulta que algún jugador nativo con suficientes condiciones pueda vestir la casaca de algún club de primera o gritar un gol con la albirroja mayor ante un colmado Defensores del Chaco.

“Hoy en día los más discriminados son los nativos, no hay un futbolista indígena en primera división de nuestro país, hay casos en Chile como Jean Beausejaur Coliqueo, seleccionado trasandino de ascendencia mapuche o el mismo Marcelo Salas, también se da en otros países, pero a nivel América y mundial el fútbol está en deuda con sus creadores, hay una suerte de apartheit con los atletas indígenas”, cuestionó.

 

Esta discriminación impide apreciar las cualidades que un jugador indígena puede aportar a cualquier club profesional, asegura Ybañez, quien durante el tiempo de investigación comprobó que los jugadores indígenas mostraban una resistencia y una velocidad fuera de lo común, habilidades que sorprenderían a cualquier técnico de primera que sin duda los consideraría como titular en un onceno oficial.

“Son jugadores voluntarios dan la vida en la cancha, no necesitan de incentivo pues no juegan pensando en que tienen que recibir algo a cambio para demostrar lo que saben, así como sus antepasados resistieron a las culturas blancas, eso mismo demuestran en la cancha, entran, disputan y revelan su capacidad, luchan dentro y fuera del rectángulo ”.

La transmisión de los ancestros además de la práctica del deporte también destaca el componente ético como parte trascendental del relacionamiento entre los contendientes, a tal punto que en los partidos actuales se prohíbe el consumo de alcohol entre el público y manejan su propio dispositivo de seguridad. Del mismo modo, la parte espiritual juega su papel, cuando cada atleta se encomienda a sus dioses y la madre tierra.

“No existe malicia ni esa intención de llevar al extremo de la violencia una contienda deportiva, ellos usan el futbol como una fuente de integración entre los pueblos, existe un código tan fuerte entre los futbolistas que nadie debe dañar al otro, parten de la premisa que el otro es igual a uno, para ellos el fin no justifica los medios”, destacó.

Durante el recorrido el equipo de filmación se pudo conocer que existen cientos de clubes indígenas en el país, pero que tropiezan con las barreras impuestas por otros clubes locales, trabando la posibilidad de que alguna vez midan sus potencialidades en los círculos de privilegio del fútbol paraguayo. No obstante lo acontecido con el seleccionado indígena y con la recepción del documental, pueden cual tiro libre con comba, sortear esta barrera y clavarse en el ángulo de la discriminación.

“Creo que algo ayudó la película a darle visibilidad a futbolistas invisibles, buscamos por medio del futbol mostrar que existe una diversidad cultural en el país, sabemos que hay mucho dolor y mucha herida en los pueblos indígenas, porque el paraguayo ha sido por muchos años algo excluyente, y discriminativo cuando en realidad lo que hacemos es renegar de nuestras raíces”, puntualizó

 

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