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La anterior afirmación la realizaba en noviembre pasado ante un grupo de periodistas latinoamericanos, el doctor Raz Zimmt, profesor de la Universidad de Tel Aviv, experto en asuntos políticos y sociales iraníes, quien afirma haberse preocupado bastante con la posibilidad de quedarse sin trabajo, cuando en julio de 2015, los seis países más poderosos del mundo firmaron un Acuerdo Nuclear con Irán, que permitió a este último reactivar una dañada economía y que hasta hoy cuenta con un alto índice de desempleo, sobre todo en los jóvenes.
Según datos oficiales, la desocupación es de alrededor del 12% pero como este número no considera a las amas de casa ni a los jóvenes estudiantes universitarios, este número en realidad estaría cercano al 40%.
En estos días que el Acuerdo Nuclear podría perder a uno de sus signatarios, Estados Unidos, surge una nueva polémica tras la publicación hecha por el Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, donde expone parte de los 50 mil supuestos documentos secretos del programa nuclear iraní.
El acuerdo permite el desarrollo para el uso pacífico de la energía nuclear y va acompañado del levantamiento de restricciones económicas al que fue sometido Irán tras comprobarse que la evolución de su programa atómico lo podría convertir en 10 a 15 años como mucho, en miembro del selecto grupo de países con capacidad de producir armas nucleares.
Para el mundo, salvo para Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita, Irán hoy continúa adelante con su programa para el uso pacífico de la energía nuclear.
Veremos en que termina la media tonelada de supuestos documentos del programa nuclear obtenidos por el Mossad de un depósito abandonado en las afueras de Teherán y si se convierte en algo concreto que pueda afectar el Acuerdo firmado en 2015 por Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, China, Francia y Alemania con Irán.
Esta nación de Asia central con 82 millones de habitantes, es un país con un sistema político dual, donde las decisiones del Líder Supremo de la Revolución Islámica desde 1989, Alí Khamenei están por encima de Hasán Rouhani, el presidente elegido en elecciones populares cada cuatro años y es considerado un presidente de línea moderada. Claro, moderado si se toma en cuenta a Khamenei. De todas maneras Rouhani es uno más del sistema religioso radical islámico de Irán.
Raz Zimmi simplifica en pocas líneas lo que es Irán: “No les interesa dominar la región ni conquistarla. Los iraníes quieren algo mucho más simple: quieren tener la capacidad de influenciar. Les gusta la idea de influenciar en Siria, en Irak, en Yemen, en el Líbano y quieren también influenciar en la causa Palestina. Todo eso para poder concretar intereses nacionales”.
El problema es que esas ganas de influenciar en la región pueden encontrarse con barreras que de ser superadas utilizando opciones incorrectas, puede llevar a una confrontación real, abierta y peligrosa con sus vecinos del área, llámense Israel o Arabia Saudita e incluso aunque más lejana la posibilidad, con Turquía.
Para entender este motivo es fundamental conocer la división que existe en el mundo musulmán.
El islam se divide en dos grandes ramas, los chiítas y los sunitas. Esta separación proviene de los intereses de los líderes del “primer anillo” del profeta Mahoma tras su muerte en el año 632 de la era cristiana.
El 80% de los musulmanes son sunitas y prevalecen en los países árabes, se han extendido por desde el norte al este de Africa además de parte de Europa oriental y mismo en Rusia, donde existen alrededor de 20 millones de musulmanes sunitas.
Las principales organizaciones terroristas musulmanas son sunitas, Al Qaida, Al Nusra o el mismo Estado Islámico, conocido como Daesh en la región. Los chiítas en cambio representan alrededor del 15% del Islam y residen en Irán, una parte de Yemen, Catar, Bahrein, Irak o Siria.
Ahora que hemos visto de manera muy superficial la división del Islam, regresamos a como Irán maneja su plan de influenciar en la región.
Haber cruzado una “línea roja” demarcada por Israel a comienzos de febrero de 2018, cuando un dron iraní ingresó a su espacio aéreo, fue una señal que algo pudo haber cambiado para siempre. Nunca antes hubo confrontación directa entre ambos.
El modus operandi iraní siempre se caracterizó por el uso de “enviados” como el Hezbollah libanés, un grupo considerado como terrorista por varias naciones europeas, por Estados Unidos y por Israel y que se ha convertido en partido político en el Líbano.
El Hezbollah (en árabe significa Partido de Dios) opera en política siendo parte del gobierno libanés, pero es más conocido por su capacidad militar. Sus combatientes pelean en Siria, armados y entrenados por la Guardia Revolucionaria, el ejército de élite iraní que no responde al presidente Rhounani sino a Alí Khamenei, Líder Supremo de la Revolución Islámica.
Casi 8.000 combatientes del Hezbollah se encuentran luchando a favor de al Assad en la guerra de Siria, apoyados por militares iraníes y rusos y es uno de los factores que ha reencausado la suerte del dictador sirio que ya veía llegar a los rebeldes a las puertas de su palacio en Damasco.
Hoy, gracias a la intervención de Rusia, Irán y del Hezbollah, Assad sigue aferrado al poder en Siria, mientras los rebeldes cada vez más van retrocediendo a pesar de contar con apoyo militar de Estados Unidos.
La intervención rusa e iraní ha debilitado a los grupos terroristas que operan en Siria como Al Qaida, Daesh o Al Nusra.
El doctor Zimmt afirma que los iraníes por su condición de chiítas y persas no pueden intervenir directamente en un Medio Oriente sunita y árabe, pues siempre serán vistos como extranjeros. Además los árabes siempre vieron a los persas como un pueblo con cierta soberbia en su trato hacia ellos.
Un estudio publicado meses atrás por el Instituto de Washington para la Política de Oriente Próximo, señala que una investigadora libanesa entrevistó a varios combatientes árabes del Hezbollah y están documentadas denuncias de malos tratos por parte de los oficiales persas.
Sin embargo, Irán no va a dejar de utilizar “proxys” (representantes) para concretar sus planes en el Medio Oriente y de alguna manera este método le ha funcionado a la perfección pues no hay dudas que su influencia ha aumentado de manera importante a lo largo de estos últimos años.
Este notorio crecimiento de “la sombra persa” en la región se fundamenta en dos hechos determinantes: la debilidad de los países árabes y las necesidades de Bashar al Assad.
Décadas atrás, los principales centros políticos del Medio Oriente estaban en El Cairo, Bagdad o Damasco. Hoy El Cairo y Bagdad están inmersos en sus asuntos internos y en Damasco se lucha contra los rebeldes y los restos de Daesh que aún tienen barrios ocupados.
En noviembre de 2017, como lo mencionamos en el artículo “Rusia: El Imperio vencido”, ningún país árabe participó en Sochi de la cumbre de mandatarios que decidirían el futuro de Siria.
La debilidad de los países árabes que no supieron consolidar su liderazgo en la región fue aumentando gradualmente a tal punto que hoy Egipto, el país árabe con el más fuerte ejército casi ni es nombrado en las conversaciones y se ha convertido en el principal aliado árabe de Israel y sus mayores dolores de cabeza son el paso fronterizo con la Franja de Gaza y los bolsones de resistencia de Daesh que corren por el desierto del Sinaí sembrando terror de manera esporádica. En otras palabras, Egipto pasa casi desapercibido en los problemas regionales sobre todo luego de la Primavera árabe de 2011.
El otro actor de peso en el mundo árabe sunita es Arabia Saudita, quien de utilizar la política de los petrodólares ahora pasó al activismo en primer plano, pero con resultados pocos felices.
No le ha ido bien conteniendo a los rebeldes hutíes armados por Irán en Yemen y la decisión de bloquear económicamente a Catar no ha dado resultados, por el contrario, el rico Emirato del Golfo Pérsico se ha acercado mucho más al vecino de la otra costa, Irán, desde donde financia a Hamas, el grupo terrorista palestino que gobierna de facto la Franja de Gaza.
Otro error de los saudíes ha sido la presión contra el Líbano al tratar de sacar de escena al Primer Ministro Saad Hariri, quien luego fue respuesto en su cargo por el Hezbollah que como se sabe, responde a los deseos de Irán.
Pero donde Irán ha tocado la tecla correcta ha sido en Siria. Si los persas tienen un aliado estratégico, fundamental e imprescindible para todos sus planes en la región, ese es Bashar al Assad.
Por todas estas apreciaciones, el régimen islámico no puede darse el lujo de perderlo. Siria le da a Irán profundidad estratégica y es su salida al Mediterráneo, su puente para mantener su presencia en Líbano y el lugar ideal para sembrar bases militares y plataformas de lanzamiento de misiles.
Los rusos e iraníes no quisieron que se repitiera el fracaso de Saddam Hussein o Muamar Gaddafy y no solo salvaron el régimen de Assad. También le salvaron la vida a dictador sirio y para ello tuvieron que implementar y fallar en sus planes A, B, C.
No sirvió entregarle armamento a Siria, ni ordenar al Hezbollah entrar al conflicto a favor de al Assad. Tampoco valió mucho enviar combatientes afganos o paquistaníes chiitas radicalizados.
Finalmente tuvieron que enviar alrededor de dos mil hombres de élite de la Guardia Revolucionaria para salvar el pellejo a un Bashar al Assad arrinconado y esperando el golpe final de los rebeldes en Damasco mientras Daesh destruía todo vestigio de civilizaciones anteriores en Palmyra, se apropiaba de los pozos petrolíferos y establecía su capital en Raqa, una importante ciudad del norte de Siria.
Cualquiera que piense que luego de todo este esfuerzo por salvarlo y salvar a Siria, Irán se retirará sin nada a cambio, está totalmente equivocado. Muy diferente a como siempre se han manejado, esta vez tienen todo el deseo de permanecer por un largo tiempo en Siria y de allí continuar el plan de expandir su influencia hacia los demás países árabes.
Esto ha motivado los últimos ataques que han llevado a cabo los estadounidenses, ingleses, franceses e israelíes, desde el Mediterráneo y desde el aire a las bases sirias operadas por Irán, instalaciones militares o supuestos almacenes de armas químicas.
Avigdor Libermann, Ministro de Defensa de Israel ha afirmado reiteradamente que no permitirán que los iraníes se queden en territorio sirio, sin importar el costo que eso acarree, pues suponen que serán el próximo objetivo en caso que eso suceda.
La pregunta es, ¿hasta donde Irán está dispuesto a tolerar que de tanto en tanto les frenen sus planes de expansión, destruyendo sus bases y matando a sus comandantes y tropas de élite?.
Irán, Siria e Israel tienen perspectivas y necesidades muy diferentes a los rusos y los norteamericanos en lo que atañe a la región.
Detrás de todo esto hay muchos factores en juego como planes de expansión, supervivencia, quizás jugosos contratos de reconstrucción en Siria o Irak y sin dudar, presencia estratégica en una zona tan sensible y rica en recursos naturales.