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“Lo primero que les dije a mis probables hermanos cuando los contacté fue que les firmo lo que quieran, renuncio a todos los derechos que pudieran corresponderme con tal de que me permitan un ADN, y saber si soy o no hija de Augusto Roa Bastos”, nos dice a través del teléfono, desde Dublín, Claudia Gutiérrez (apellido legal), una mujer de 50 años que en la madurez de su vida se encontró de pronto con que todo lo que había creído como indiscutible desde siempre no era más que un castillo de naipes, que se derrumbó para sacar a luz una verdad shockeante: la persona a quien llamó papá desde que tiene memoria en realidad no tiene su sangre. Esta primera revelación dio paso a una segunda: una relación extramatrimonial que su madre mantuvo en los años 60 la vincula directamente con el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos, quien, según los testimonios recogidos y su investigación personal, tiene altas probabilidades de ser su padre.
La historia de quien -según los papeles- se llama Claudia Gutiérrez, una profesora de educación física rosarina, es digna de una novela latinoamericana. Siempre creyó formar parte de una familia estable y conservadora, y hasta muy tradicional de la provincia argentina de Rosario.
Sus padres fallecieron en los años 1991 y 1993, y, superada la inmensa tristeza, la vida de Claudia tomó camino en la migración al exterior.
Casada y con dos hijos de 25 y 16 años, se estableció en Dublín, donde continuó la carrera de profesora de educación física que había tenido toda la vida en Argentina.
Posteriormente se apasionó por el yoga y creó su propio instituto. Los años transcurrieron con normalidad hasta que un día cualquiera, sobre principios de este año, recibió una llamada donde su hermana le confesaba que llevaban meses realizando averiguaciones, pero no le habían querido comentar nada hasta tener documentos, y ya los tenían.
La confesión de una amiga de la madre le originó la primera sospecha a la hermana mayor de Claudia, la periodista Mónica Gutiérrez. Ella, a su vez, se animó a comentarle estas dudas al hermano, que es cinco años mayor que Claudia. “Mónica le comenta a mi hermano Sergio que recibió cierto testimonio de que él podría no ser hijo de nuestro papá, Gutiérrez, sino que podría ser hijo de Augusto. Entonces ellos decidieron hacerse un ADN entre ellos para verificar si compartían o no el mismo padre”, cuenta Claudia a ABC Digital.
Pacientemente aguardaron los resultados, que llegaron en abril de este año. El irrefutable ADN decía que compartían la misma madre, pero no el mismo padre. Siempre se percataron de que Claudia y Sergio, que se llevan 5 años, se parecían bastante. Solían decirles que eran como “mellizos”.
Con todos esos factores las sospechas de que Claudia también podría estar involucrada en el pasado descubierto se hicieron más fuertes, y allí decidieron hacer la llamada a Dublín.
“Al saber lo que pasaba, yo viajo a la Argentina, me hago un ADN con ellos, y confirma que con mi hermano compartimos el mismo padre y la misma madre, pero el padre definitivamente no es Gutiérrez. De ahí en más mis hermanos ya también averiguaban y me sumé a la búsqueda”.
Claudia empezó a recoger información en su círculo más cercano, y no pasó mucho para que se diera cuenta de que la historia era “un secreto a voces. “En realidad todo el mundo sabía, las amigas de mi mamá... Lamentablemente muchas de ellas ya fallecieron, pero las más jóvenes nos contaron que lo conocieron a Augusto”, comparte Claudia, al tiempo de confesar que, para aquella época, principios de los años 60, era todo un escándalo que una profesora de universidad, investigadora y escritora tuviera una relación extramatrimonial. “No era una cosa para divulgar”, expresa la mujer.
Sus padres fallecieron, y nunca se animaron a contarles la verdad. Desde mayo de este año, Gutiérrez, comenzó su cruzada por recolectar información, testimonios, y, por supuesto, lo primero que hizo fue intentar por todos los medios posibles dar con los hijos de Roa Bastos, y comentarles sobre sus sospechas.
Pero solo recibió puertas cerradas. Una de las hijas francesas de Roa le llegó a responder correos electrónicos por muy corto tiempo, pero un día la bloqueó de todas las formas posibles de comunicación. “Me dijo que tendría una reunión con los demás hermanos para decidir si me daban el ADN o no, y luego se cortó la comunicación; no me permiten llegar a ellos”, declaró Claudia.
A pesar del rechazo, Claudia no pierde la esperanza, y guarda archivos de todas las cartas que les escribió a sus probables hermanos.
“Mi intención era sinceramente tener una relación de hermanos, conocernos, y que me permitieran con tiempo hacer el ADN”, señaló.
Si bien reconoce que toda la situación “es un shock”, cuenta que en su familia están sabiendo sobrellevarlo sin mayores problemas . Su hermano Sergio tambien está en su misma situación. No es hijo biológico de Gutiérrez y el ADN indica que su padre es el mismo que el de Claudia. Pero Sergio, por el momento, prefiere conservar su privacidad.
Conmovida, Claudia confiesa que por dos meses intentó borrar de su mente toda esta historia y seguir con su vida tal como la conocía, pero por más esfuerzos que hizo, no pudo. “Como yo vivo afuera, el tema de las raíces se transforma en algo mucho más importante . Para mí es una necesidad, necesito saber si Augusto fue mi padre”.
Claudia jamás visitó Paraguay, pero afirma que, de comprobarse que sus raíces pertenecieron a esta tierra, vendrá lo antes posible. “Si es Augusto mi padre, quiero conocer a mis familiares, mis ancestros, donde él nació”, cuenta.
Con muchas esperanzas de llegar a un acuerdo, la profesora de yoga asegura que no quisiera tener que recurrir a un juicio. Pero por otro lado, reconoce no es de las que dejan las cosas a la mitad. “Usaré todos los recursos que necesite para lograr la verdad”, finalizó contundente la rosarina que busca incansablemente su identidad.