Cargando...
Sin importar lo mucho que la industria del cómic haya decidido apuntado casi exclusivamente a adultos en los últimos 30 años luego de que Alan Moore creara en Watchmen, una obra de alta literatura en forma de historieta y tanto industria como fans malentendieran que su obra era importante y madura porque había violencia y sexo, los cómics son desde sus orígenes un medio para niños.
Existe la reacción instintiva y equivocada de considerar que “para niños” es equivalente a “infantil”, o más apropiadamente que es lo opuesto de maduro; que por definición algo para niños no puede tener riqueza intelectual, que algo con la simpleza que necesariamente tiene que tener la ficción “apta para niños” no puede contar con la profundidad necesaria para trascender esa demarcación demográfica.
En literatura, cine, televisión, videojuegos y cómics, el arte “para niños” ha probado ser capaz de explorar nociones, ideas y aspectos profundos de la condición humana tan bien como cualquier miniserie estrella de los premios Emmy o superproducción televisiva de HBO. De hecho, podría citar un par de series animadas norteamericanas que no dudaría en colocar en el mismo panteón de veneración televisiva que alberga a shows como Breaking Bad o The Wire.
Una de ellas, de hecho, es Batman: La Serie Animada, una de las mejores representaciones de Batman fuera de los cómics de los cuales proviene. Y es esa serie la que engendró la que, a mi parecer, sigue siendo la mejor película sobre el Hombre Murciélago jamás hecha.
Hablo, por supuesto, de La Máscara del Fantasma. Y antes de comenzar me gustaría decir que sé lo que están pensando y de ninguna forma me estoy olvidando de El Caballero de la Noche; la película de Christopher Nolan es innegablemente excelente, de lo mejor que el cine basado en cómics ha producido jamás, pero en cierta forma es más una excelente película de crimen que incluye a Batman y menos una película específicamente sobre Batman, como sí era la imperfecta pero iluminadora Batman Inicia del mismo Nolan.
Como Batman Inicia, La Máscara del Fantasma es una exploración de lo que se mueve dentro de la perturbada cabeza de Bruce Wayne, pero el filme animado juega con la ventaja de no ser una introducción a Batman. Nos mete en la cabeza de un Wayne que ya es un Batman experimentado y, por medio de un generoso uso de flashbacks, de un Wayne dando sus primeros pasos como vigilante, pero nada de volver a visitar el callejón y al ladrón; Thomas y Martha Wayne se limitan a aparecer como cuadros en la mansión de Bruce o como una lápida en el ominoso cementerio de Ciudad Gótica.
La película comienza con la aparición de otro justiciero en la ciudad, una figura encapuchada con máscara de calavera que aparece entre humo, parece indestructible y dice ser un “ángel de la muerte” que apunta directamente a jefes de la mafia de la ciudad. Las muertes de estos mafiosos pronto acaban siendo vinculadas a Batman, quien debe limpiar su nombre mientras uno de los últimos jefes mafiosos con vida, en su desesperación, enlista la ayuda del Joker.
Al mismo tiempo, exploramos los años de Bruce Wayne inmediatamente antes de ponerse la capucha del Hombre Murciélago, cuando en una visita a sus padres en el cementerio conoce a Andrea Beaumont, la hija de otro adinerado magnate, de quien Bruce acaba enamorándose y a quien incluso propone matrimonio. Sin embargo, por razones más allá del control de ambos, Andrea acaba cancelando el compromiso y tanto ella como su padre desaparecen.
Las tramas del pasado y el presente están vinculadas – quizá de formas demasiado obvias - , pero mientras la trama del presente es un relato de detectives digno de lo mejor de Batman, cargado de suspenso y acción, es la forma en que las escenas del pasado llenan el rompecabezas que es Batman lo que hace que el filme sea trascendental.
Son las escenas que revelan a un Wayne movido a ser justiciero no por un deseo de venganza sino por la determinación de que él, por sus medios, tiene la obligación de ver que nadie vuelva a pasar por lo que él pasó. En vez de ser la fantasía de poder de un tipo imposiblemente rico, implacablemente inteligente e inigualable en combate, es el retrato de una figura tan heróica como trágica, a quien la mera idea de poder ser feliz lo hunde en una crisis de conciencia al entrar en conflicto con su misión autoimpuesta. Una escena de Bruce arrodillado ante la tumba de sus padres, angustiado por la noción de que ser feliz con alguien más y eludir una vida de sacrificio enmascarado es algo egoísta por lo que tiene que pedir perdón es uno de los momentos cumbre en toda la ficción de Batman.
Más allá de su valor narrativo, la película es técnicamente excelente. El icónico estilo retro gótico de la serie animada es acentuado por el mayor presupuesto para animación comparado con lo hecho en televisión, entregándonos un mundo de monolitos oscuros y sombras omnipresentes por las que se mueve el Gran Detective. La banda sonora explota en coros y erupciones orquestrales imponentes, y el gran talento vocal de Kevin Conroy como Batman y el inigualable Mark Hamill como el Joker mantienen la calidad de la serie.
Sin demeritar el gran trabajo de Tim Burton o Christopher Nolan, la infravalorada visión de Joel Schumacher e incluso el entretenido salto al cine de la serie de Adam West, La Máscara del Fantasma sigue siendo, en mi opinión, el punto alto de Batman en el cine.