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En tres días, una lucha estudiantil de secundarios se expandió a todo el país y obligó a la ministra de educación, Marta Lafuente, a renunciar.
Corvalán afirma que, históricamente, en el país desde la reforma de los ´90 se habla del fracaso de la educación. “No existe una política educativa. El Ministerio de Educación, como otras instituciones del Estado, es corrupto y se maneja como política- partidaria. La educación tiene un carácter ético político y desde ese punto de vista, en Paraguay tenemos otros problemas”.
-¿Cuál es la especificidad de esta crisis educativa?
-La crisis estalla justamente desde los más vulnerables, los que menos suelen tener la palabra en la discusión de una política educativa. La crisis del sistema educativo no es una situación nueva ni reciente. El sistema educativo en Paraguay, siempre ha venido arrastrando crisis: Dificultades para cumplir su función; trabas para cumplir con el pacto educativo que establece la Constitución.
Si uno mira muchos años atrás vamos a encontrar el problema de acceso, de repitencia, la cuestión de enfrentar con éxito los problemas de alfabetización.
Quizás con la reforma educativa de los ´90 del siglo pasado se logró cierta eficacia en la ampliación, es decir, muchos más niños y niñas paraguayos accedieron al sistema. Pero en cuanto al contenido, a la calidad, a la eficiencia, en ese nivel seguimos arrastrando dificultades.
En épocas Luis Alberto Riart, se había manifestado abiertamente el fracaso de la reforma educativa, cuando que en la región ya se hablaba del fracaso de la reforma educativa de los años ´90 que justamente se caracterizaba por la expansión de la matrícula del acceso pero con problemas significativos en cuanto a la calidad.
-¿Se viene arrastrando una crisis con dificultades para resolver esos problemas?
-Sí, pero esa dificultad no está solamente en la gestión del Ministerio de Educación y Cultura, porque hay que hacer una diferencia entre: política educativa y sistema educativo.
Por ejemplo, la reforma educativa de los ´90 tuvo tres ejes de contenido: la educación democrática, la educación medio ambiental y la educación familiar. Por un lado, en Paraguay teníamos una reforma educativa oficialmente asumida con tres principios; sin embargo, un sistema productivo también oficialmente asumido, iba en contra de los principios de la reforma educativa. La reforma educativa quedaba de esta manera aislada, sin que tenga el apoyo de las otras políticas públicas.
Es importante hacer esa diferencia, podemos tener un sistema educativo con muchas pretensiones, pero si no es una política educativa, es decir, si el Estado no asume como tal y genere las condiciones para que esa política educativa se cumpla, difícilmente el ministerio solo pueda avanzar en cuanto a calidad educativa.
Ya no podemos vivir más pensando en una educación que puede ser autónoma, y aislada de las demás políticas públicas. Ya había señalado Marta Lafuente en el 2014 cuando presentó la propuesta de la Agenda Educativa a la Cámara de Diputados. Por primera vez, se iba a discutir la agenda educativa, que es el plan de acción del Gobierno y señalaba justamente que el fortalecimiento y ampliación de las políticas sociales eran condiciones básicas para que la propuesta educativa pueda desplegarse y sostenerse. Entonces, hay una crisis ahí de gestión interna y una crisis del propio Estado paraguayo en cuanto a la capacidad de garantizar derechos básicos.
Hay que hacer el análisis de la crisis del sistema educativo con relación a la crisis del Estado, es decir, la incapacidad de garantizar justicia, salud, empleo, una serie de cosas que hacen a las condiciones básicas para disfrutar plenamente del derecho a la educación.
-¿La estructura del Estado va en contra de los derechos a la educación?
-No existe una política educativa. La cuestión educativa en Paraguay también es un campo de disputa. Uno de los tantos déficit en nuestro sistema educativo se debe a nuestro analfabetismo científico y eso va desde la educación inicial hasta la universidad.
La educación tiene un carácter ético político, y desde ese punto de vista, en Paraguay tenemos otros problemas. Después del desplazamiento del stronismo en tiempos llamados democráticos en Paraguay se siguió matando a la gente impunemente. Esa situación, por ejemplo, plantea al sistema educativo preguntas: ¿Queremos que eso se siga repitiendo? ¿Qué puede aportar la educación, o el proceso educativo a esa cultura?
No podemos echar todo el peso de desmontar la impunidad a la educación, pero algo tiene que hacer. No es solamente un problema de mejorar la formación, sino también avanzar hacia la discusión ética política desde la escuela.
-¿Por qué cree que los propios jóvenes están hablando de una educación mediocre que no genera pensadores?
-Esta nueva generación está tocada por la cultura, por ejemplo, de los derechos de la niñez y la adolescencia. Es una generación que de alguna manera a escuchado o sentido, y sabe y los discute en sus grupos, en sus organizaciones. Hay chicos que tienen más experiencia organizativa que otros, entonces, desde ahí descubren el sabor de tomar la palabra y ponerla con todo lo que implica eso de perturbar el tranquilo orden de las autoridades.
La educación es una cuestión que hay que debatirla constantemente y no es sencillo porque nos lleva también a pensar de quién tiene la voz autorizada para debatir sobre la educación: ¿el estudiante? ¿el diputado? ¿Juntos por la Educación? ¿los indígenas? ¿los campesinos?
Son varios los actores y las voces que hay que articular. No es una tarea sencilla pensar en la educación y mucho más en estos tiempos. Existen unos 76 mil docentes aproximadamente que necesitan formación y actualización, docentes que están desconectados, por así decirlo, en un promedio mínimo de tres décadas en todas las materias.
El MEC siempre fue una institución corrupta, política partidaria. El MEC y Salud, por ejemplo, tienen mucha cobertura y muchas personas dentro trabajando y son ministerios particularmente sensibles a los debates, a las tensiones partidarias. Las negociaciones a veces terminan capturando el malestar ciudadano.
-¿Qué ha pasado con la llamada “primavera estudiantil” y UNA no te calles?
- Ahora mismo ha sido devorada por el otoño de la impunidad. Porque una de las cosas que no tuvimos, es la capacidad de desmontar del stronismo. Es la impunidad. Y encima a eso se le agrega la indiferencia social, los excluidos, marginados, la desigualdad y eso es un cóctel muy peligroso.
La gente ya se está cansando y no se le puede pedir que se manifiesten calladamente en buena forma, porque si no lo hacen de manera fuerte, no se los escucha.
-¿Se sabía que algún momento iba a estallar?
-Es como la famosa novela de Gabriel García Marques, “Crónicas de una muerte anunciada”, todo el mundo sabía que algún momento iba a estallar porque la corrupción que siempre queda impune genera malestar. Todos sabemos que va a estallar esta situación de desigualdades e impunidad.
-¿Cuáles son los principales nudos de la crisis, los principales aspectos del sistema educativo que han entrado en crisis?
-Todo entra en crisis cuando la corrupción queda impune. El Fonacide, la falta de transparencia en las licitaciones, planilleros, etc.
El derecho a la educación incluye todo lo que tenga que ver con el acceso, equipamiento, infraestructura, tener docentes bien capacitados, establecimientos escolares cercanos a la comunidad, y esos establecimientos tienen que ser adecuados a la realidad de los niños, incluso tener en cuenta discapacidades, acceso a tecnologías. Al mismo tiempo está el derecho a la educación que tiene que ver con los contenidos. Y se tiene problemas en los dos frentes. Es complicado.
En el 2014 cuando la ahora ex ministra Marta Lafuente fue a la Cámara de Diputados, llevo el siguiente problema: el 70% de los estudiantes no están aprendiendo lo que tienen que aprender, y el MEC tenía de su presupuesto para calidad educativa sólo el 1%. Nunca tuvimos dinero para formar a los docentes
Y cuando se planteó eso en Diputados no es que se paró la sesión y se declaró estado de excepción y paremos todo acá porque esto es grave. No, no pasó nada. Se tomó como una información más. Y bueno, en algún momento esto iba a estallar, tenía que pasar.
El año pasado estallaron los universitarios, ahora el sector secundario, hace poco fue la protesta campesina, y así vamos ir teniendo manifestaciones.
Porque no existe una política educativa consensuada y coherente en sus propuestas.
La agenda educativa abarca 2013-2018, con una estimación de ir levantando el presupuesto, la inversión, y con una serie de programas e iniciativas al interior del sistema. Pero, para llevar a la práctica se necesita presupuesto y hay que hacer una re- ingeniería del presupuesto porque hasta ahora la mayor parte del presupuesto va a gastos en salarios.
-¿En un contexto de problemas sociales existe discusión?
-Los problemas sociales es algo que no se discute en este Gobierno.
Después de la Guerra Guasu para adelante todo se puede discutir y modificar, pero el orden social, la estructura, la tenencia de las tierras en Paraguay son como cuestiones sagradas. Las veces que se intentó tratar el tema, pasan cosas, lo último fue Curuguaty y pasan cosas crueles y siniestras.
La dificultad de pensar tiene que ver también con que se ha agotado un modelo de Estado, ese estado que se instala en el siglo XIX para adelante, que apuntaba a una sociedad aparentemente homogénea, de una sola visión. Hoy, la sociedad es muy diversa, a tal punto que los sistemas tradicionales de representación política (senadores, diputados, etc.) resultan incapaces para procesar la demanda de la sociedad. Y por eso, la gente se organiza por su cuenta a nivel de la comisión barrial, a nivel de la cooperadora escolar, o los productores de algo, o gente que plantea reivindicaciones de género. Hoy la sociedad es más bullanguera y difícil de gestionar. Uno mira a los senadores, diputados, a los partidos políticos son otros mundos, uno no ve allí la diversidad.
El funcionamiento de la sociedad y del Estado es como la contra cara de lo que está en la Constitución: hay impunidad, no hay integralidad en políticas públicas. La democracia nuestra es un poco representativa, pero fundamentalmente no es participativa y eso es un principio constitucional. En la época de Fernando Lugo se planteó también discutir lo participativo, y casi fue una hecatombe.
Históricamente, está demostrado que los sectores conservadores tienen esa característica, los límites de jugada que permiten son muy escasos y las veces que uno puede trasgredir las respuestas son particularmente autoritarias.
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