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Los eventos principales, que conllevan violencia y que por lo tanto propician la aparición de un trastorno psicológico, son el secuestro, la violación o la retención de una persona en contra de su voluntad. El síndrome de Estocolmo es un estado psicológico en el cual la persona que fue víctima de uno de los hechos violentos que ya se citaron genera en forma de reacción. Por lo general, esa persona que fue secuestrada es más propensa a presentar este trastorno.
Así tomaremos el secuestro como referencia y la licenciada Franca La Carrubba, psicóloga, definió el síndrome de Estocolmo como “un vínculo que crea el secuestrado hacia su secuestrador”. Agrega que “es una necesidad de tener seguridad con el que le trata más de cerca, con uno o dos de los que más frecuenta. Hay una necesidad de crear un vínculo por parte de la persona para tener bienestar”.
Entonces, la persona secuestrada, al notar la ausencia de violencia y que las personas con las que lidia son amigables, se aferra a ellas generando un vínculo afectivo. Partiendo de la premisa de que en casos de secuestro ninguno es igual a otro, el mismo síndrome puede tener características que difieren de persona a persona. Con el tiempo, el mismo puede modificarse y hasta mostrar otras manifestaciones.
Según la explicación dada por la especialista, “lo que suele ocurrir en un primer momento es que la víctima puede tener una manifestación de liberarse”. Todo ese sentimiento, esa carga, explosiona en forma de alegría y euforia, es tanto como si se descargara. Pero todo ese estado anímico alegre, “después de unos meses puede presentar otros tipos comportamientos como temor, recuerdos desagradables”, añadió la psicóloga.
Algunos de los síntomas que pueden presentarse que cita la profesional son: “las pesadillas, algunos trastornos de sueño, incluso trastornos alimenticios, la presentación de flashes, es decir, imágenes de situaciones pasadas”. Estas últimas pueden darse meses después. El temor es un elemento presente en la víctima de secuestro y puede presentarse en “su modo de hablar, con miedo”, mencionó.
En cualquier situación está presente el miedo y puede tener una duración a mediano o largo plazo. Incluso, puede durar mucho; no se puede determinar el tiempo que puede prolongarse la presencia de ese miedo. Ese temor que experimenta la persona-victima suele “aparecer cada vez que sale de su casa. Es el temor a que se le vuelva a repetir la experiencia”, pronunció la licenciada Franca La Carruba.
Pero todo esto tiene un tratamiento y dentro de ese proceso la víctima tiene que ir construyendo de nuevo su vida.
La profesional se abstuvo de hacer algún comentario sobre el caso del joven Arlan Fick, por una cuestión ética.
Sin embargo y a título personal, se pueden tomar como ejemplos dos casos para hacer más gráfica la explicación, primero el secuestro del joven Fick (17) – quien estuvo 267 días secuestrado en manos de grupo criminal EPP – y el caso del ganadero Fidel Zavala – el EPP también fue autor de su cautiverio por 94 días. En el primer caso, al ser liberado Arlan, estuvo eufórico, pero en el segundo caso, la reacción fue totalmente contraria.
El tratamiento básico para este tipo de trastornos es la psicoterapia, que consiste en el estudio de pensamientos, emociones y el comportamiento de la persona. Con ello lo que se busca es realizar un cambio en estos aspectos.
La psicoterapia se utiliza para los trastornos que están basados en el trastorno por estrés postraumático. El procedimiento con psicoterapia es breve y se desarrolla con el procesamiento de las experiencias, elaborando así la manera de construir el relacionamiento de la persona con la sociedad.
La familia está incluida dentro del método terapéutico, ya que fue la que sufrió en ambos frentes, desde afuera y desde adentro, el secuestro del miembro familiar.