Deuda y escaso crecimiento

La paralización completa de la economía durante el primer año de mandato, como consecuencia de un error evitable, marcó el inicio del gobierno de Cartes, que luego dio pasos interesantes. Alto endeudamiento y calidad del gasto son el centro de atención.

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“Debemos aumentar nuestro desarrollo económico; para ello debemos enfocarnos en la generación de empleo, la estabilidad económica, el funcionamiento del Mercado y la sostenibilidad del Sector Público”, anunciaba Horacio Cartes en su discurso de asunción de la fría mañana del 15 de agosto de 2013.

Durante los meses que pasaron entre su victoria electoral y la toma de mando, varios referentes del gabinete de Horacio Cartes hablaron de medidas que transformarían la economía y le darían al país crecimiento en niveles históricos. Sin embargo, desde la perspectiva de los analistas económicos Amílcar Ferreira y Alberto Acosta Garbarino, el gobierno cartista cometió un error evitable en el puntapié inicial de los años de mandato.

“El primer año y medio creo que fue un período perdido”, afirma tajante Amílcar Ferreira en conversación con ABC Color sobre sus impresiones de lo que dejan los primeros tres años del gobierno de Horacio Cartes. El economista señala que esa pérdida de tiempo se debió en gran medida a una mala gestión del primer ministro de Hacienda cartista, Germán Rojas, quien no supo dotarle al Gobierno de los fondos que necesitaba para los proyectos iniciales.

“Se les perdió el balón en el primer período”, agrega Ferreira. En ese sentido, señaló que el gobierno de Cartes encontró una situación en la que ya contaba con unos US$ 500 millones que habían sido emitidos en bonos por sus antecesores y que cuando llegaron aún seguían intactos, por lo que podrían haberlos redireccionado para darles uso en las cuestiones más importantes.

Empero, la administración Cartes optó por otro camino. “El Gobierno paralizó todas las obras públicas, dejó de pagar a todos los proveedores que generó la paralización de la economía, algo que considero que fue absolutamente innecesario”, cuestiona Ferreira.

Ferreira considera que el gobierno tenía todas las herramientas para gestionar la situación y llevarla adelante, haciendo en paralelo todas las reformas que fueran necesarias para luchar contra la evasión. “Creo que hubo una negligencia en lo que se refiere a la gestión para que la maquinaria, el país, no parara”, aseveró.

El economista señala que la primera emisión de bonos de la era Cartes se realizó recién a finales de su primer año de mandato. Atendiendo a que el plan contemplaba la emisión de bonos, Ferreira dice no entender cuál habría sido la diferencia en caso de que se realizara ya en el inicio para que se diera una entrada importante. “Hubo torpeza en el manejo financiero del Estado y esto evitó que se hicieran esos manejos”, continuó.

La reactivación de todas las obras significó perder año y medio. Ferreira señala que habitualmente se dice que una administración gobierna bien los primeros tres años y que los dos últimos las cuestiones proselitistas pasan a primer plano, por lo que el despliegue importante debería darse en el primer período. “Haber perdido un año y medio fue un daño demasiado grande”, agrega.

El cambio en Hacienda y la llegada a esa cartera de Santiago Peña, un joven profesional exfuncionario del Banco Central del Paraguay (BCP) y del Fondo Monetario Internacional (FMI), permitió -según Ferreira- que las cosas se encauzaran y las políticas económicas comenzaran a funcionar.

Resalta además que, en lo que él considera la segunda etapa de los primeros tres años, el equipo de ministros ya había ganado más experiencia y se registraron cambios de gente que no daba la talla, entre los que señala a Francisco Knapps, quien fue destituido de la Secretaría Nacional de la Vivienda y el Hábitat (Senavitat) y que “en el primer año no construyó una sola casa”.

“En esta segunda mitad de los tres años, creo que las cosas ya empiezan a tomar un ritmo diferente, se nota un nivel importante de ejecución de las obras. Las perspectivas para el año que viene y el siguiente son muy alentadoras”, puntualiza.

“El primer año es el más importante porque tiene el capital político en su máximo nivel. Cuando uno mira los gobiernos, la curva de capital político es alto al inicio y luego va bajando para terminar en un mínimo. Ese primer año es muy valioso porque tenía todos los apoyos que quería en el Congreso. Desde mi punto de vista era muy importante que el Presidente entrara y pudiera desplegar toda su capacidad de gobierno, pero se vio truncado porque desde el Ministerio de Hacienda no gestionó los préstamos necesarios. Era conocido que el país tenía problemas de caja, pero eso era administrable”, apunta.

“En la primera mitad le doy un aplazado al Gobierno y en esta segunda mejora bastante y del 1 al 10 le doy un 8”, puntualiza.

El también analista económico Alberto Acosta Garbarino coincide con Ferreira al señalar que la paralización de la economía durante su primer año de mandato es algo que podría haberse evitado. “Creo que fue innecesaria. Había US$ 500 millones emitidos poco tiempo antes que se podrían haber redireccionado presentando un proyecto de ley. Se hizo, pero recién cerca de fin de año. Hubo una intención de parar todo, controlar todo, y un país no funciona así. Que se controle, pero mientras se sigue avanzando”, asevera.

Durante los tres años de gobierno de Horacio Cartes, la deuda externa paraguaya ha llegado a niveles que nunca antes se había registrado. En 2013, cuando se produjo el arribo del gobierno colorado la deuda era de US$ 2.677; hasta junio de este año, la misma había alcanzado los US$ 4.661 millones. Es decir, estuvo a punto de ser duplicada en solo tres años, en gran medida por las varias emisiones de bonos que ha realizado el Gobierno.

Hasta 2013, la deuda representaba el equivalente al 9,3% del Producto Interno Bruto (PIB). Con la llegada de Cartes, creció hasta alcanzar un 17,1% en junio pasado, aunque aún lejano del 37,6% que alcanzara en los años de mandato de Nicanor Duarte Frutos.

“Es cierto que el endeudamiento ha crecido como en ningún período anterior, pero el nivel comparado con países del mundo no es que ponga en riesgo”, indica al respecto Ferreira, quien agrega que el nivel de la deuda comparado con el PIB se mantiene dentro de números aceptables.

“La deuda en sí no es buena ni mala, sino que depende del uso que se le dé”, explica. Desde su perspectiva, en medida que la deuda se utilice en obras de infraestructura de alto impacto y que a su vez genere desarrollo económico, la misma se podrá a pagar. “El riesgo es que se vaya en corrupción”, alerta.

En Paraguay se tiene el ejemplo negativo del dinero de los créditos chinos que fue tragado por políticos de turno y nunca pudo ser utilizado para obras que redundaran en beneficios para el país. En ese sentido, Ferreira indica que “pareciera que el gobierno intenta hacer bien las cosas en ese aspecto”.

“Pareciera que quiere instalar el tema de la transparencia, no cometer actos de corrupción o por lo menos no tan alevosos como se tuvo en gobiernos anteriores. En la medida que esos recursos sean bien utilizados, yo no veo problemas en la utilización del endeudamiento. Lo importante es que en el proceso haya eficiencia en la gestión y no haya corrupción”, apunta.

Acosta Garbarino coincide con Ferreira al señalar al tratar de poner paños fríos sobre la cuestión de la deuda, aunque hay algo que sí le genera cierta preocupación: “No me preocupa todavía el monto de la deuda, me preocupa la velocidad con la que va creciendo esa deuda”.

“Tenemos problemas de gestión. Tenemos plata hoy pero no sabemos cómo usar”, apunta.

Otro indicador económico en el que el gobierno de Cartes afronta números negativos es en el déficit fiscal, que ha ido creciendo sin parar desde 2012. El escenario había sido de superávit desde 2004, hasta 2011.

En palabras simples, desde 2012 el Estado paraguayo gasta más de lo que recauda. Los problemas iniciaron cuando a finales de 2011, el Poder Legislativo sancionó una serie de leyes que permitieron un aumento descontrolado de sueldos, bonificaciones y demás beneficios para algunos sectores de la función pública.

Cuando Cartes llegó al poder en 2013, el déficit fiscal era de 2.46 billones de guaraníes. Para 2015, el déficit prácticamente se había duplicado llegando a los G. 4.60 billones, lo que representó el equivalente al 1,80% sobre el PIB. Estos niveles no se habían alcanzado nunca antes.

“No hay que poner el foco tanto en la deuda sino en el déficit”, manifiesta Acosta Garbarino quien señala la necesidad de que ese déficit se mantenga dentro de los niveles permitidos por la ley de adecuación fiscal. “Hay que poner la luz en el déficit, porque si el déficit se acelera sí sería un problema”, apunta.

Amílcar Ferreira coincide con Acosta Garbarino en la preocupación sobre el déficit fiscal y asegura que “es uno de los aspectos que debemos corregir en mediano plazo”. Afirma que el Estado gasta más de lo que recauda y que uno de los motivos principales de ello es el programa de obras públicas. “Es como una persona que gasta más de lo que gana y la diferencia la financia con la tarjeta de crédito”, apunta.

En ese sentido, considera que no hubo un esfuerzo decidido por ordenar el gasto corriente. Ferreira destaca la implementación de las leyes de transparencia y de Acceso a la Información Pública (AIP) que permitieron transparentar “barbaridades” que eran cometidas en el manejo de los fondos públicos, pero lamenta que esa información no haya sido mejor utilizada por la administración estatal. “Sobre eso yo hubiera esperado que se ordenara el gasto corriente, que se corrigiera el desequilibrio que había”, sentencia.

Para Ferreira, los gastos corrientes (principalmente pago de salarios, bonificaciones y gratificaciones) consumen demasiado de la recaudación. “Como no hubo el coraje suficiente para recortar el gasto corriente, se recurrió al endeudamiento. No criticó el endeudamiento, creo que se tendrían que haber hecho ambas cosas: endeudamiento y corte”, sigue diciendo.

“En cierta manera nos endeudamos porque no tenemos el coraje de arreglar el gasto corriente. Paraguay arrastra un problema en el tema de gasto corriente con excesiva cantidad de funcionarios públicos y excesos importantes en el tema salarial. Creo que hubo alguna señal de parte de la Secretaría de la Función Pública, pero que no tuvo el acompañamiento suficiente desde el más alto nivel de gobierno para transformar eso en cambios reales”, apostilla.

Acosta Garbarino coincide en la necesidad de optimizar y reducir gastos corrientes; sin embargo, señala que a la clase política poco le ha importado esta cuestión y que mientras la gente no se movilice para reclamar sobre una cuestión que afecta a todos seguirá así.

“El gobierno comenzó con muchas expectativas, en algunos casos amplificadas muy ampliamente por algunos miembros del mismo gobierno”, señala Acosta Garbarino, quien cita como ejemplo que en un encuentro empresarial en Miami, Estados Unidos, el actual ministro de Industria, Gustavo Leite, trazó algunas líneas de lo que sería el gobierno y habló de un crecimiento económico del 9.9% anual y la reducción de la pobreza al 7%.

“Esos objetivos eran imposibles de cumplir y por supuesto que no se cumplieron. No era responsable anunciar esos números”, cuestiona.

“A este gobierno le tocó un escenario económico más complicado que el que teníamos en los años anteriores, con crisis de comodities y el desplome de nuestros vecinos Argentina y Brasil”, agrega y explica que como consecuencia de ello las proyecciones de crecimiento para este año está por debajo de lo que se venía registrando y es del 3%, aunque deja en claro que es “relativamente no malo” comparado con otros países de la región.

“Si uno se substrae de todo lo que se dijo inicialmente y del escenario tan desfavorable, se hizo una gestión razonable. El hecho más positivo ha sido la promulgación de la ley de transparencia, que ayuda a que la gente entienda lo que está pasando y reclame, pero que es un boomerang si no se hace algo con la información que se está publicando. La otra cosa positiva es que dentro del entorno del presidente no hubo hechos de corrupción, por lo que evidentemente tiene estándares muy superiores con respectos a otros gobiernos”, acota.

Destaca el papel que han desempeñado varias personas designadas en algunas dependencias como José Molinas en la Secretaría Técnica de Planificación (STP), Soledad Núñez (Senavitat) y los mismos componentes del equipo económico.

Cuestionó la lentitud, los problemas de gestión, la falta de avances en cuestiones como la Alianza Público Privada (APP) y que se haya tardado demasiado en iniciar la inyección económica.

“Lo que nos espera en los próximos años es que ojalá siga en esta línea. Deberíamos llegar al 2018 con un crecimiento del 3 ó 3.5%, que es el crecimiento posible para un país que depende demasiado de los comodities”, agrega.

“En resumen yo diría mucha expectativa, un desempeño que tardó en arrancar y que hoy tiene una dinámica que empieza a moverse pero con un escenario regional complicado, eso hace que la gente por ahí no sienta. El gobierno está haciendo lo que puede sin ningún cambio estructural”, finaliza.

juan.lezcano@abc.com.py - @juankilezcano

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