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Su presencia ante la cámara impone respeto. Desde la pantalla del Sistema Nacional de Televisión, su crítica es incisiva y los poderosos del fútbol tiemblan ante sus verdades.
Javier Sosa Briganti se ha ganado prestigio y credibilidad, pero pagó un alto precio por este sitial. Sus verdades incómodas provocaron que fuera silenciado en varias ocasiones de los canales y radios. La última vez estuvo desaparecido durante tres largos años. Y cuando creía que el público se había olvidado de él, recibió una llamada que le comunicó que la gente lo quería de vuelta. Y aquí está.
Con 61 años “bien llevados”, cumplidos esta semana, el periodista deportivo Javier Sosa Briganti se siente más respetado y feliz que nunca en su regreso a los medios.
Eso es lo primero que nos dice cuando lo visitamos en su oficina, en un sanatorio privado de la capital.
El cartel de gerencia general, en la puerta de su despacho, nos sorprende. Hubiéramos imaginado todo, menos que el ácido crítico de fútbol fuera un técnico anestesista que se desempeña como gerente general de un centro médico. Pero es así; Javier tiene facetas que no imaginamos y descubriríamos aun más secretos a lo largo de la entrevista.
Si bien asume que los medios lo apasionan, también afirma que nunca levantó un teléfono para pedir una nueva oportunidad. Los colegas le decían que su nombre era palabra prohibida en el ambiente, por lo que no le quedó más que calmarse. Aclara que tampoco le quitó el sueño no tener pantalla, pues, según cuenta, su trabajo dentro del hospital también lo apasiona. Finalmente, en mayo de 2016, una llamada le comunicó que le tenían una propuesta.
¿Quién lo llamó?
-Carlos Granada, con la idea de darle una duración de dos horas al informativo del mediodía, y para eso se necesitaba un bloque de deportes. Fue mi tercera vuelta al Sistema Nacional. Entramos a ver qué pasaba hasta diciembre, y seguimos. Ahora estoy solo.
¿Qué tal lo lleva?
-Tengo un gran equipo de producción. Con lo que ellos me dan y lo que yo opino, le ponemos los condimentos suficientes para hacer algo diferente. Se pasa muy rápido el tiempo, son apenas 20 minutos. Con los años de experiencia que tengo, es la primera vez que hago un programa unitario. Siempre formaba parte de un panel o como comentarista.
¿El condimento del show y el humor que le pone es también al momento de las críticas?
-No, hay diferencias bien (marcadas). Cuando hablamos de show, soy un tipo que tiene sentido del humor, no tengo vergüenza de bailar, cantar; es mi trabajo. Pero eso es una cosa. Ahora, cuando yo discuto sobre un tema o critico, estoy hablando en serio. Cuando exploto, lo hago en serio.
Sosa no duda un segundo cuando se le pregunta cuánto tiempo lleva en el Paraguay. “Son 18 años. Llegué un 21 de mayo de 1999 con un bolsito a negociar con Osvaldo Domínguez mi incorporación como jefe de deportes de la radio que se estaba por inaugurar (la 970), y después no me fui más. Ese mismo fin de semana inauguramos la radio. Fui el primer jefe de la 970”, recuerda.
¿Cuál fue su primer trabajo como periodista deportivo en Paraguay?
-Se jugaba semifinal del torneo Apertura, el clásico Cerro-Olimpia. Transmití ese partido y recién el lunes me pude ir a Uruguay a buscar la ropa. Vine y no volví nunca más a mi país o me fui más. Estuve 10 años en Red Guaraní.
Su actitud es bastante polémica. ¿Esto le ha traído muchos enemigos?
-Hay gente que no me tolera. No creo que tenga enemigos, pero tampoco tengo amigos. En el periodismo no hay amigos. Benicio (Martínez) puede ser, pero no me las creo las amistades. Cuando yo desaparecí, muchos se quedaron contentos, y después de tres años, cuando volví a aparecer, a algunos les habrá dado alergia.
Siempre se habla de que usted es rechazado porque no responde a los intereses de la APF. ¿Qué responde a eso?
-Es cierto. Yo me enfrenté al poder del fútbol, y por eso estuve tanto tiempo fuera de los medios. Evidentemente, me sacaron; era palabra prohibida en los canales y radios, hasta que el año pasado Jorge “Chipi” Vera propuso mi nombre en el SNT, y se jugaron por mí. Carlos Granada y Marcelo Fleitas (directivos) tomaron una decisión que no era fácil de tomar, y les agradezco.
¿Cuál es su secreto para decir verdades sin filtro?
-Pasa que yo no tengo compromiso con nadie, porque yo no vivo del periodismo deportivo; tengo otro trabajo. Por eso puedo decir lo que pienso. Yo no creo en el periodismo independiente. Existe el periodismo medianamente objetivo, y algunos periodistas que tienen la libertad de poder decir lo que quieran y aguantárselas después. Yo me las aguanto, porque tengo otro trabajo.
La gente lo aprecia. ¿Cuál considera es el principal motivo de esa receptividad?
-Creo que digo las cosas con las que la gente se siente identificada. La gente se siente identificada con los éxitos, pero sobre todo con los fracasos, que marcan al pueblo. El fracaso de no ir a un Mundial que teníamos acá en la esquina, por ejemplo. Un Mundial al que podíamos ir en colectivo. La mayoría de la gente no podrá ir a Rusia. Esas cosas las he dicho, y la gente se ha identificado conmigo, pero el poder del fútbol se impone.
¿Recuerda alguna situación concreta en la que sintió la censura de los poderosos del fútbol?
-No. Simplemente, me decían en los medios “nos vamos a arreglar sin vos”, y después de eso nadie me volvía a dar trabajo.
¿Le llegaron a pedir que no diga todo lo que pensaba?
-Tuve la suerte de que a mí nunca me bajaron línea. Nunca nadie me dijo “pará”. Simplemente no contaban más conmigo. Me silenciaron un tiempo, pero volví, y ahora me tienen que aguantar. Pero yo no me olvido de los mariscales de la derrota: Juan Ángel Napout, Alejandro Domínguez, Gerardo Peluso y Francisco Arce.
¿Por qué los llama “mariscales de la derrota”?
-Porque ellos nos quitaron el sueño del Mundial.
¿Qué fue lo peor que le pasó por decir lo que piensa sin filtros?
-Siempre hay cosas: “No le pegues tanto a este porque es un anunciante importante”. O “no te dan primicia porque estás vos y lo criticaste”.
Es muy difícil como lo cuenta. ¿Cuál es la salida?
-El que decide contar con mis servicios sabe a lo que se expone.
En el tiempo que lo silenciaron, ¿sintió la ingratitud de los medios?
-No. Algo que me ayudó es que siempre sentí a la gente conmigo. Era muy tuitero, y el día que desaparecí de los medios dije, “no entro más al Twitter hasta que vuelva a trabajar”. En los años que estuve fuera de los medios, nunca más escribí interacciones, y aun así, todos los días tenía seguidores nuevos. Siento que la gente me banca.
¿Hay relaciones entre los poderosos del fútbol y los dueños de los canales?
-Claro que las hay. El poder del fútbol es inmenso, pero yo no me quejo de eso. Está el empresario que sabe convivir con la presión del poder del fútbol y con lo que quiere la gente.
¿Alguna vez recibió una amenaza porque sus críticas disgustaron?
No. Al final de cuentas, los que me conocen saben que no soy un tipo malintencionado. (Juan Ángel) Napout me llamaba todos los días cuando yo hablaba bien de él. El día que lo empecé a criticar, dijo de todo.
Javier cuenta que sus dificultades más grandes en el periodismo deportivo se dieron cuando se enfrentó “a los técnicos de turno de ese periodo de gobierno nefasto de la Asociación Paraguaya de Fútbol (APF)”. Con respecto a las críticas hacia los clubes clásicos de nuestro país, Cerro Porteño y Olimpia, asegura que es igual de tajante con ambos, pero que, aun así, tiene gran llegada con las dos hinchadas. “Trato de ser justo, pero mi opinión no me la censura nadie”, expresa.
¿Cómo se siente en esta nueva etapa en la televisión?
-Estoy feliz, siento que me respetan. Tengo un gran equipo, me dan libertad para hacer lo que yo quiero hacer. Además, tengo que mencionarlo: estoy muy agradecido con el señor José Luis Daglio, el director del sanatorio, que me permite hacer estas cositas que me apasionan.
De su familia, ¿qué nos cuenta?
Vine de Uruguay con mis hijas y la madre de mis hijas. Luego me separé. Estoy en pareja con una mujer paraguaya, y tengo nietos paraguayos.
Hace un momento mencionó a Osvaldo Domínguez. ¿Cuál es su relación con el expresidente del Olimpia?
-Yo lo quiero mucho a Osvaldo, aprendí de él. Era una de las cinco personas que iban a la tabacalera y entraban a la oficina sin golpear la puerta.
¿Cuál es la mayor lección que le enseñaron los medios?
-Que si vos te la creés, no existís. Hoy estás, mañana no. Yo estaba y un día desaparecí.
¿Cuál fue su momento más duro?
-En este país conocí el hambre. Yo nunca había pasado hambre en Uruguay. Pero también es importante contar las batallas perdidas. Fue el señor Daglio quien me dio el primer empujón para trabajar cuando me quedé sin trabajo en los medios y no tenía a quién recurrir.
¿Su sueño más próximo?
-Me gustaría tener un programa los lunes de noche; sería una competencia leal, ya que hay dos equipos que están al aire los lunes a la noche. El sol sale para todos.
¿Qué le quiere decir a la gente que lo quiere y lo sigue?
-Soy un agradecido. Hacer 18 años llegué a este país, estuve tres años fuera de los medios y la gente me siguió parando en la calle a preguntarme dónde me podría ver. Soy un producto del público, y si hoy tengo vigencia, es porque ellos me bancan. La gente me trajo de vuelta.