El "realismo" y el cine de acción

“Acción realista” en el cine muchas veces se traduce en acción incomprensible, en intentos fallidos de imitar el estilo de Paul Greengrass. Sin embargo, algunos directores logran hacer sentir el impacto sin perder la coherencia.

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Desde este jueves tenemos en cines de Paraguay Jason Bourne, la nueva entrega de la popular saga de acción y espionaje que protagoniza Matt Damon. Sin embargo, no solo el nombre de Damon es sinónimo de Bourne para muchos cinéfilos; quizá igual de importante es el de Paul Greengrass, el director de tres de las cuatro películas de la saga que Damon protagonizó – El Legado de Bourne, aunque es una decente derivación, no cuenta.

Lo que Greengrass – quien tomó las riendas de la saga Bourne en la segunda película, La Supremacía de Bourne, heredando la serie de Doug Liman – trajo a la saga es un estilo de presentar la acción de una forma íntima, con la cámara en medio de la acción, sacudiéndose con cada golpe como si el mismo camarógrafo tuviera que esforzarse en esquivar los golpes, y una edición frenética que intenta transmitir al espectador la sensación de estar metido en una desesperada lucha cuerpo a cuerpo, o en una peligrosa persecución.

Aunque ciertamente no es el inventor de ese tipo de cine de acción, Greengrass ciertamente fue el que lo popularizó en Hollywood. Su estilo era un caos controlado, que se las arreglaba para hacer que la acción sea comprensible al ojo a pesar de los desorientadores sacudones y los cortes de menos de medio segundo de duración. Siempre era posible entender dónde estaban Bourne y sus enemigos, la geografía del lugar y los movimientos que empleaban mientras trataban de matarse entre sí.

El estilo, sin embargo, pronto mostró sus debilidades cuando cineastas menos habilidosos comenzaron a emplearlo no como un recurso estilístico, sino como un atajo para filmar acción sin contar con estrellas que realmente sean capaces de filmar acción convincente, o sin tener que hacer demasiado esfuerzo a la hora de preparar coreografías o complicados movimientos de cámara; los ejemplos de esta mala aplicación del estilo de Greengrass son demasiados para andar citándolos, pero se puede ver la diferencia comparando escenas como esta pelea en El Ultimátum de Bourne, en que el movimiento y los cortes acompañan la acción y reaccionan ante ella, y casi cualquier escena de acción de una de las dos últimas películas de Búsqueda Implacable, en las que el director Olivier Megaton más que nada usa los cortes rápidos y los movimientos temblorosos para tratar de disfrazar la rigidez de sus peleadores.

Pero de la misma forma en que la abundancia de estas pobres imitaciones ha llevado a una nueva apreciación por el estilo opuesto, la acción más clásica, limpia y fluida de películas como John Wick, también han surgido directores que sí han sabido aplicar la urgencia e inestabilidad del estilo de Greengrass con la coherencia y el espectáculo del buen cine de acción clásico.

Uno de los ejemplos más conocidos actuales es el de los hermanos Joe y Anthony Russo, quienes plantearon Capitán América: El Soldado del Invierno como un thriller de suspenso no muy distinto en tono a los filme de Bourne – pero con superhéroes –, y acordemente emularon el estilo de Greengrass, pero con grandes resultados. La pelea del elevador evoca ese combate cerrado y claustrofóbico de Greengrass, y esa cinematografía de guerra del director también es emulada excelentemente en la fantástica pelea callejera entre los dos personajes titulares del filme; el Capitán incluso usa un movimiento copiado de la pelea de El Ultimátum de Bourne vinculada arriba.

Incluso en Capitán América: Civil War, los Russo mantuvieron este estilo en momentos clave del filme como esta pelea entre Black Panther y el Soldado del Invierno.

También James Wan, quien se había hecho un nombre principalmente en el cine de terror con buenas películas como El Juego del Miedo, La Noche del Demonio y El Conjuro, demostró tener un gran manejo del cine de acción en Rápidos y Furiosos 7, con movimientos de cámara bastante creativos que además de transmitir el ritmo frenético de una pelea siguen de forma interesante los movimientos de los personajes, como cuando el personaje de Jason Statham es llevado al piso en su pelea con Dwayne Johnson, o en el duelo final entre Statham y Vin Diesel.

También George Miller, en su obra maestra de acción Mad Max: Furia en el Camino, un filme cuyas secuencias de acción incluyen principalmente vehículos haciendo cosas espectaculares en el desierto, dio una clase maestra de cómo filmar peleas cuerpo a cuerpo en el brutal enfrentamiento entre Max y Furiosa. Los cortes rápidos y la cámara movediza no confunden porque Miller, como hace en gran parte del resto del filme, centra la acción en el medio de la pantalla, asegurándose de que lo importante siempre está en el centro, y el ojo del espectador no tenga que ir de acá para allá tratando de rastrear la acción.

Pero uno de mis ejemplos favoritos viene no de Hollywood, sino de Asia. En The Grandmaster, el cineasta Wong Kar-wai hace una celebración del cine de artes marciales en la mayoría de sus facetas, desde el wuxia clásico, similar a un ballet marcial, hasta la violencia menos elegante pero más impactante del cine moderno, que Wong evoca en una aplastante pelea entre el peleador conocido como Navaja y los miembros de su pandilla en una calle lluviosa en que huesos se rompen y sangre se mezcla con el agua.

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