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A Tomás le fascinan los camiones, los conoce todos. Conoce el que recolecta la basura y también a los conductores, que le suelen saludar; conoce los camiones cigüeña que acarrean autos recién llegados de Chile para venderse de segunda mano aquí en Paraguay, conoce otro al que le llama camión “mezcla”, en referencia al camión mezclador de concreto, y además dice que cuando sea grande quiere ser camionero.
Según su abuelo, un hombre que expresa muy claramente y sin rodeos sus ideas y trabaja como mecánico, Tomás es un niño amoroso, atento, pero sobre todo con “una visión diferente en cosas muy puntuales” como el orden y la limpieza, al punto de que este niño de solo cuatro años, que está por ingresar a la escuela por primera vez, le reprocha a su abuelo si hay desorden en su lugar de trabajo.
Durante la entrevista, Tomás se desenvuelve con soltura. Habla muy bien y se fija en todos los camiones que pasan frente a su casa. Él nació en una noche fría de julio de 2010, fue el segundo hijo de un matrimonio joven, según cuenta la madre, una mujer joven y fuerte.
“Primero nos sorprendimos, a mí me agarró un ataque de risa, pero sabiendo qué era, pero porque no esperábamos”, dice el abuelo. A la madre también le dio por reírse ante la sorpresa, y la abuela, un poco más asustada, preguntó qué le había pasado al niño. Los doctores les indicaron que el bebé era albino y la abuela atinó a preguntar en guaraní: “¿Mba’e pico upea?” (¿Qué es eso?). El padre se quedó mirando al niño un tiempo, después lo inspeccionó y se dirigió a la madre: “Sacó otra vez lo que no te gusta” -recuerda la mujer- en referencia a que a ella no le gustaban los labios y pies de su marido.
La primera semana todo transcurrió normalmente, dice la madre, como para cualquier padre que acababa de tener un bebé. El problema empezó cuando luego de siete días comenzaron a salir con el hijo de ambos a la calle, que, llena de malas lenguas, comenzaba a murmurar sobre lo raro que era que una pareja de padres de piel morena tuviera un hijo tan rubio.
“Ahí empezó él (el padre) a ser diferente con Tomás. Venía él y no le alzaba cuando venía de su trabajo. Yo digo que él no supo afrontar la burla de sus compañeros y a mí me empezó a pesar eso, aguanté todo: que me pegue, que me patee, todo, pero eso no, que le rechace, que no le quiera a mi hijo, no aguanté más. Aguanté tres meses y después ya me dolía en el alma que le rechace a mi hijo”, recuerda la mujer mientras se seca las lágrimas que comienzan a deslizarse por su rostro. Y fue así que, a los tres meses de haber nacido el niño, la mujer tomó a sus dos hijos y se fueron a vivir a casa de su abuela.
Si bien los dos hijos del matrimonio fueron reconocidos por ambos padres, una vez separados, el papá pasó a ignorar por completo al menor, cuenta la madre. Según dice, el hombre nunca negó o dijo que no fuera su hijo, sino que simplemente actuaba como si éste no existiera. “Él no niega (que sea su hijo), solamente que él no supo afrontar el hecho de que haya salido así (albino), tiene vergüenza de él. Tiene vergüenza. Es la forma que él actúa”, dice la mujer.
“Su reacción fue muy ofensiva (del papá de Tomás), yo siempre digo que es por ignorancia y por falta de preparación en la vida. Él tuvo miedo seguramente”, dice el abuelo, que asegura que el niño no asimila que el papá de su hermano mayor sea también su papá. El abuelo no sabe si su exyerno a estas alturas cambió o no de opinión sobre su hijo, pero cree que el hombre en todo caso no sabe cómo "deshacer" lo hecho.
Al intentar entrevistar al padre del niño para conocer su versión sobre la historia, este contestó el teléfono y ante la consulta sobre su hijo, se quedó en silencio, cortó la comunicación y no volvió a atender las siguientes llamadas.
La familia de Tomás no le dice que su papá no es su papá, ellos prefieren dejar que él asimile la situación y vaya entendiendo cómo son las cosas mientras crece. Su abuelo cree que el padre todavía tiene tiempo de arreglar la situación, aunque cada día que pasa suma en su contra, dice.
El daño no es solamente para el hijo menor, sino también para el mayor. La madre cuenta que, como el hombre solamente se llevaba a su hijo mayor para pasar el día juntos, ella le exigió que se lleve a los dos, o de lo contrario no podría llevarse a ninguno, entonces el hombre dejó de compartir también con su hijo mayor, y esto afectó mucho al niño, que tiene solo 9 años y debió ser asistido psicológicamente por esta situación.
Actualmente Tomás está por ingresar a la escuela por primera vez, irá al jardín, en una escuela pública que está cerca de su casa, donde también estudia su hermano. Esta es una de las principales preocupaciones para el abuelo, sobre cómo se adaptará a la escuela en el sentido de compartir con nuevos niños y estar expuesto a la "curiosidad" de las personas.
A Tomás no le gusta que se le mire, es muy intuitivo y se da cuenta cuando alguien le mira con cariño o le mira como alguien o algo raro, dice el abuelo, quien asegura lo ha visto reaccionar cuando una persona se detiene a observarlo demasiado.
Por otra parte, la ida a la escuela de Tomás representa una suma importante a los gastos de la madre, porque necesita usar un protector solar potente y según cuenta la madre, un frasco de protector le duraría como 15 o 20 días máximo, y el costo es alto. En este sentido, la mujer cuenta que el padre de sus hijos siempre le pasó dinero, pero cada vez le ayuda menos, sobre todo en los gastos que tienen que ver con Tomás.
Por eso ella decidió demandarlo por prestación alimentaria para ambos hijos, pues lo que actualmente le pasa es solamente para el hijo mayor, dejando de lado a su otro hijo. Sobre esta cuestión, el abogado que representa a la demandante, comentó que están aguardando que se fije la audiencia para escuchar al padre y posteriormente se estaría fijando una prestación provisoria en base al sueldo mínimo legal, hasta que las autoridades puedan establecer cuánto es el salario real y en base a eso fijen la prestación definitiva.
El albinismo como una condición genética que deriva en características particulares como la falta de color de los ojos, el cabello -que varía en distintos tonos de rubio hasta blanco- y la piel, que necesita cuidados más intensivos que la piel de una persona que sí la tiene pigmentada. Los albinos no pueden exponerse mucho al sol y cuando lo hacen deben usar protector solar –factor 80 ó 100- y usar ropas que les cubran la mayor parte de la piel.
Existen limitaciones como por ejemplo los problemas de vista que pueden desarrollar, pero que se solucionan con anteojos, lupas y otras herramientas, pero sobre todo se puede arreglar adecuando algunas cuestiones sociales a sus necesidades.
En Paraguay existen personas albinas pero, como en el resto del mundo, para las minorías la mayoría de las veces no hay estadísticas ni departamentos especializados en los servicios de Salud Pública y, por supuesto, hay discriminación y miedo a lo desconocido.
Observación: Tomás es un nombre ficticio utilizado para proteger la identidad real del niño. Por el mismo motivo, no damos a conocer las identidades de los padres, abuelos o cualquier otro dato que permita identificarlo. La historia está basada en el relato de la madre y el abuelo del niño, principalmente.